III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Junto al lago de Galilea vio Jesús a dos hermanos, a Simón y a Andrés, que estaban echando las redes. Les dijo: Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron. San Mateo, cap. 4

 

Hace unos domingos la Iglesia nos presentaba a Juan Bautista predicando en el desierto. Hoy se halla en la cárcel porque una y otra  vez, ha dicho a Herodes: no te es lícito tener  por mujer a la de tu hermano”. Con Juan en la cárcel, los jefes pensaban haber arreglado las cosas, ya que no podía hablar. Pero habían olvidado, que él mismo había dicho: detrás de mi viene otro a quien yo no soy digno desatarle la correa de las sandalias” .

 

Y entonces aparece Jesús, proclamando la Buena Nueva. Y antes de seguir adelante, conviene peguntarse: ¿dónde comienza a predicar Jesús? Comienza a predicar en Galilea, tierra despreciada por las autoridades judíos. Se trata de una  región de donde nadie espera salga algo bueno. Y sin embargo, sus primeras palabras resuenan aquí .Ya lo había dicho el profeta Isaías: “País de Zabulón y país de Neptalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles”. Y se establece en Cafarnaún.

 

Yo os diría que Jesús tiene como tres patrias, mejor, tres pueblos, muy unidos a él, a su vida, a su  mensaje. Belén, donde nace. Nazaret, donde pasa la mayor parte de su vida, y donde tiene lugar la escena “del Niño perdido y hallado en el templo”. Y Cafarnaún, donde desarrolla , la mayor parte de su apostolado. Lo que Nazaret es para Jesús niño y joven, lo es  Cafarnaún, lo es para Jesús anunciando el Reino. Aquí, en Cafarnaún, junto al lago, fija su morada. Jesús saldría de la casa de Pedro, haría sus correrías con sus discípulos, y al atardecer, regresaría a su casa. Es decir, a casa de Pedro.

 

En Cafarnaún, aún hoy día, se muestra al peregrino, la casa de Pedro, convertida hoy en iglesia, un tanto extraña. La casa de Pedro, donde un día, mejor, una noche, al regresar Jesús de sus correrías, encuentra a la suegra de Pedro con una fiebre altísima, y la cura.

 

Muy cerquita de la casa de Pedro, el peregrino puede contemplar, bastante bien conservada, la sinagoga, donde sin duda alguna, entraría Jesús con sus discípulos, más de una vez para orar

 

En Cafarnaún, pueblo sagrado, repito, devuelve la movilidad al paralítico, que introducen en la casa, levantando parte del entramado del tejado, ante la imposibilidad de introducirlo por la puerta, a causa del gran gentío, que ante la misma se agolpaba.

 

Por las calles de Cafarnaún, ve a un hombre llamado Mateo, publicano, cobrador de impuestos, y le dice: “Ven conmigo”. Él se levantó, y siguió dejándolo todo. En Cafarnaún  queda curada , en un instante, una mujer que padecía un flujo de sangre, desde hacía doce años, con solo tocar el manto de Jesús.

 

Allí mismo, cura a distancia, al  siervo del centurión, amigo del pueblo judío, y que les había construido la sinagoga, a sus expensas. Cuando el centurión se entera de que Jesús se dirige a su casa, le sale al encuentro, y le dice estas palabras  tan evocadoras y llenas de fe: “Señor, no soy  digno de que entres en mi casa, pero di una palabra,  y mi siervo quedará curado”.

 

Palabras, como digo, cargadas de fe, y que la Iglesia pone en boca del sacerdote, momentos antes de la comunión, cuando mostrando la sagrada forma al pueblo, dice: “Señor, no soy  digno de que entres en mi casa, pero una sola palabra tuya bastará para sanarme”.

 

¡Cuántas veces por estas calles de Cafarnaún, los niños, que intuyen quién les ama de verdad, no rodearían a Jesús, y en una de ellas, molestos los apóstoles, quieren apartarlos, y Jesús pronuncia aquellas palabras, para nosotros tan familiares: “Dejad que los niños se acerquen a mí, porque de los que se a semejan a ellos es el Reino de los cielos”.

 

Y ya nos acercamos a la escena de hoy. Indudablemente, como es conocido de todos, que tiene lugar en Cafarnaún.  Cafarnaún se encuentra en la parte superior del lago de Tiberiades. Jesús, un sin número de veces, bajaría a pasear, o símplemente a charlar con los pescadores. Una de estas veces, paseando junto al lago, nos dice el Evangelio , vio a Pedro y a Andrés, su hermano; y siguiendo más adelante, ve a Juan y a Santiago y les dice:”Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres” .

 

Primero se fija uno en alguien, luego le habla. Vosotros mismos , antes de hablar a la que hoy es vuestra esposa, ¿no os fijasteis, no la mirasteis muchas veces? Y luego…, pues todo lo demás.

 

Jesús ve a los apóstoles, se fija en ellos, y después les llama. Pero, tened presente lo siguiente. La llamada del Señor no es espectacular, es sencilla. La llamada de los apóstoles, no es en un marco sagrado, como podría ser el templo, sino en un escenario profano: el lago de Galilea. Moisés es llamado mientras pastorea la grey de su suegro Jetró. Gedeón está amontonando trigo en la era. David está pastoreando  las ovejas de su padre. Amós, es asimismo pastor.

 

Jesús pasa todos los días junto a nosotros, y nos llama en el contexto de nuestras ocupaciones. Sólo un ejemplo. Ama de casa: Dios te llama cuando coses, cuando barres, cuando friegas, cuando preparas la ropa a tu marido, cuando bañas al pequeño…A cabo de decirte que es un ejemplo. No le des más importancia. A todos y a cada uno de nosotros, Jesús  nos ama y nos llama Ahora, exige una respuesta de nuestra parte. Los discípulo, ya  hemos visto, lo que hicieron: lo dejaron todo y lo siguieron. Y nosotros, asimismo, ¿hemos de dejarlo todo? La respuesta es clara: sí, hemos de dejar todo  lo que nos impida ir a él.

 

Y esto, cada un de nosotros, sabe muy bien, qué es lo que nos impide ir a él.