I Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Mateo 4, 1-11: Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu Santo para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre. San Mateo, cap. 4.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Génesis 2, 7-9; 3, 1-7
Salmo 50
Romanos 5, 12-19
San Mateo 4, 1-1

 

Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu Santo para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre. San Mateo, cap. 4.

 

Todos los tiempos litúrgicos son sagrados porque, todos nos llevan a la casa del Padre. Casa, cuya puerta, siempre la encontramos abierta. Sin embargo, la misma Iglesia, conociendo muy bien la condición del hombre, ha querido revestir a algunos tiempos, como de un carisma especial. Yo resaltaría dos: Adviento y Cuaresma. El Adviento es como un tiempo de esperanza, durante el cual, nos preparamos  para la venida del Señor. El otro tiempo, el de Cuaresma, que iniciamos el Miércoles de ceniza, a la vez  que  nos recuerda los cuarenta días que el Señor ayuna en el desierto, nos invita, a prepararnos, mediante el ayuno y la oración, para celebrar con gozo la Resurrección del Señor.

 

Y antes de seguir adelante, me atrevo a decir: ¡Ay de aquel , que de un modo o de otro, no le diga nada, o no signifique para él nada, la Cuaresma! No se trata de revivir cuanto hicieron nuestros padres y nuestros abuelos, sino de ser conscientes, de eso, de que la Cuaresma, es un tiempo en el que debo prepararme para celebrar con gozo la Resurrección del Señor.

 

Asimismo, nos encontramos ante uno de los evangelios mas difíciles de entender.  Yo parece que “quiero” comprender, que un Dios hecho hombre, pase frío en el portal de Belén. Parece que “quiero” comprender, que este Dios hecho hombre, un día fatigado, sentado junto al brocal de un pozo, pida, un poco de agua, para apagar la sed a una mujer samaritana. Yo ”quiero” comprender, que este Dios hecho hombre, después de ayunar cuarenta días con cuarenta noches en el desierto, tenga hambre. Ahora, “quiero y no comprendo”, es cómo este Dios hecho hombre sea tentado por el diablo.

                                                                                                                                        

Antes de seguir adelante, no lo entiendo ni comprendo, pero “creo” firmemente que fue  tentado. Y tentado de verdad, y no de mentirijillas, sólo para darnos ejemplo.

 

 Cristo, en las tentaciones, no representó ningún teatro, ninguna comedia. Y como fue tentado de verdad, por eso, nos dio ejemplo.

 

No haría falta decirlo, lo malo no es tener tentaciones, lo malo son caer en ellas. Por eso, en la oración que nos enseñó Jesús, pedimos al Padre de las misericordias, que no nos deje caer en la tentación, y no que nos libre de ellas.

 

No te asustes porque tengas tentaciones, muchas o pocas, no importa. Lo interesante es no caer en ellas.

 

En plena Cuaresma se nos hablará, asimismo, más de una vez, del ayuno. Me da la sensación de que el pueblo cristiano ha perdido el verdadero sentido, el verdadero significado del ayuno. El ayuno no   es tanto “privarnos” de esto o de aquello, como “reconocer” y “ofrecer” al Señor, un mínimo de lo que él nos ha dado.

 

Con un ejemplo lo entenderás claramente. Una madre da a su hijo un  pastel. Antes de comenzar a comerlo, el niño coge un poquito del mismo , y con el corazón, más que con los labios, dice a su  madre: “Mamá, toma este poquito”. ¿Quieres decirme, qué alegría no sentiría aquella madre? No lo olvides, el ayuno  no es “privación”, es “donación”. 

Jesús acaba de ayunar, como hemos dicho anteriormente, cuarenta días en el desierto. Es natural, tiene hambre. Y el tentador le dice: “Di que estas piedras se conviertan en pan”. Un día Jesús multiplicará los panes para quitar el hambre a la multitud. Pero ni siquiera transformará las piedras en pan, se servirá en cambio del don minúsculo de un muchacho: cinco panes y unos peces. Como dando a entender que el verdadero milagro es el gesto de compartir. 

Más tarde, Cristo será ensalzado, glorificado No sobre el alero del templo, sino sobre la cruz. Y no aceptará el desafío de soltarse y de “bajar”.  Salvará a los otros porque no acepta salvar la propia vida, sino que está dispuesto a perderla. Indicándonos así, cuál es también  el “paso” obligado del discípulo, que no puede olvidar en su  propio itinerario, el camino incómodo del Calvario. 

Y poco antes lo encontraríamos de rodillas. No frente a Satanás. De rodillas ante los apóstoles para lavarles los pies. Poniendo así, al revés todos los criterios de la grandeza humana. Y mostrándonos que la verdadera grandeza, está en el servicio, y quitándonos cualquier posibilidad de instrumentalizar a Dios mediante, nuestros intereses egoístas y nuestros sueños de grandeza y de poder. 

En una palabra, Jesús nos recuerda, que cuando invocamos a Dios, la unión se hace adhiriéndonos a su voluntad Y ese nombre no puede invocarse como soporte de nuestros mezquinos proyectos y nuestras pequeñas codicias terrenas, aunque enmascaradas “con buen fin”. Y disfrazadas con motivaciones religiosas.                                   

 

Y antes de terminar las tentaciones de Jesús, con el corazón en la mano y lágrimas en los ojos, le digo: “Gracias, Señor, porque pasaste frío, hambre y sentiste  cansancio  como yo. Gracias, Señor, porque ante el dolor de tu muerte y pasión, pediste, al Padre, si era posible,  que pasara de ti aquel cáliz. Pero, ante todo y sobre todo, infinitas gracias porquen un día fuiste tentado. Señor, no lo entiendo, por lo mismo, caigo de rodillas ante ti, y te digo: ¡:GRACIAS!