IX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

No todo el que dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Mateo 7, 21-27.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

No todo el que dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Mateo 7, 21-27.

 

Las palabras que acabamos de proclamar en el  Evangelio: No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre, son palabras dichas por Jesús, pronunciadas por Jesús, después del Sermón de la montaña. Creo que son palabras de una luz y una claridad meridianas.

 

Todos nos sentimos de acuerdo, responden a nuestra sensibilidad: “Obras  son amores y no buenas razones “, decimos con mucha frecuencia. Si hay algo claro en el Evangelio, es que Dios quiere árboles cargados de frutos y no sólo de hojas frondosas.

 

Y resulta obvio, incluso para los incrédulos, que una fe sin obras, una experiencia de Dios teórica, no dice nada a nadie. Más aún, puede, y de hecho se vuelve contra uno. Fe y vida, oración y acción, el deseo vivo de amar a Dios, y la práctica de amor al prójimo, son las cualidades de las que quiere ver Jesús adornado a su discípulo “amado”. La vida cristiana, no se realiza en plenitud  “creyendo, sino amando”.

 

Es curioso, de ordinario nos lamentamos de que no oramos bien, de que nos distraemos en nuestras devociones. Pero, qué poco nos acusamos, de que nos olvidamos de las necesidades del prójimo.

 

Lo he dicho más de una vez, hay que ser buenos en la iglesia: Pero, asimismo, debemos, y  si cabe más, en la calle. Es decir, con el prójimo ¿Cuánto estamos en la iglesia? ¿Media hora al día?  ¿Y fuera de ella? Creo, me entiendes

 

En el fondo del corazón de todos nosotros late un sincero deseo, hacer la voluntad de Dios. Y uno puede preguntarse: ¿cómo sé yo cuál es la voluntad de Dios? Parece, pero no es tan difícil. Yo te diría lo siguiente: para hacer la voluntad de Dios, hay que hacer lo mismo que hacemos  para conocer la voluntad de la persona que amamos, que queremos. Con las que amamos, nos comunicamos y hablamos las cosas, escuchamos sus palabras. Hacemos silencio,  observamos con detalle lo que les gusta. Amar es “adivinar” los gustos secretos de la persona amada y querida.

 

Querer a alguien, amar a alguien trae consecuencias. Es irreal, pasar la vida diciendo, te “quiero”, y no hacer nada más. Así el querer no sólo son palabras bonitas. La fe en Dios no se acaba en rezar. Lo  más práctico de la oración verdadera, es que en ella descubrimos la voluntad de Dios y la llevamos a la práctica. El descubrir, el querer de Dios, nos cambia el corazón, y eso se nota, porque le amamos mas a Ël y al prójimo.

 

Creo que las palabras de Jesús, ya lo dijimos  antes, son claras y diáfanas. Yo  las resumiría, diciendo sencillamente: no basta con rezar, con ir a la iglesia. Es necesario, llevar a la práctica, a la vida ordinaria, lo que hemos pensado en la iglesia. Para acabar de entenderlo, nos seria necesario, recordar la parábola del Buen Samaritano. No nos vendría mal.

 

A pesar de las claras palabras de Jesús, hay personas que consciente, o inconscientemente, caen  en el peligroso sofisma o error: yo no rezo, yo no voy a la iglesia, pero procuro hacer todo el bien que puedo. Y soy mejor que muchos cristianos.

Mucho, mucho, cuidado. Voy a concederte que seas mejor que “algunos” cristianos que van a misa, y luego no practican. No te lo niego. Pero, ¡ojo! Serás mejor que ellos, no porque no vayas a misa, sino porque ellos no practican. Antes de seguir adelante, respóndeme: ¿por qué no te comparas con la multitud de cristianos que van a misa y practican? Y te digo una cosa, el que reza, va misa, persevera en la práctica de las buenas obras con más facilidad, que el que no reza. Por otra parte, respóndeme con sinceridad ¿qué daño te harían las prácticas religiosas? Pruébalo, y verás que no sólo seguirás practicando, sino que las harás con más gusto y con más devoción.   

 

Todo esto es un aviso, que ya nos dio el Señor, a todos y a cada uno de nosotros: Obrad el bien para que los hombres vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo

 

Jesús, concédenos la gracia  no sólo de decir  con todo nuestro corazón: “Señor. Señor, sino que además hagamos después con alegría, la voluntad del Padre que está en los cielos”.

 

Las palabras de Cristo son claras. No las discutamos, sino, las vivamos. A veces, como nos cuesta llevarlas a la práctica, buscamos subterfugios para “enredarlas, y acomodarlas a nuestra voluntad. Dejémonos de discusiones, y esforcémonos en el vivirlas en el y de corazón. C reo que me has entendido.