XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 16:13-19: Dijo Jesús: El que quiera a su padre o a su madre, o a su hijo más que mí, no es digno de mí. San Mateo, cap, 10 .

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Dijo Jesús: El que quiera a su padre o a su madre, o a su hijo más que mí, no es digno de mí.  San Mateo, cap, 10 .

 

Con frecuencia las palabras de Jesús se nos presentan con una radicalidad casi exagerada. Las de hoy no son una excepción. Jesús se nos presenta como objeto supremo del amor, más allá del amor a los  padres o a los hijos.

 

Para comprender este texto, tengamos presente, en primer lugar, que durante las persecuciones surgieron a menudo, divisiones dentro del seno de las familias, or lo que os miembros cristianos se vieron enfrentado con otros familiares.

 

Por otra parte, el caso no esta original como pudiera pensarse. En nuestras familias modernas, las cuestiones políticas, por ejemplo, han creado separaciones, y hasta odios, que muestran de una u otra forma, que hay ideales de vida o modos de pensar que no pueden estar atados a los vínculos familiares.

 

Pero, asimismo, hemos de tener presente, que las palabras de Jesús, son más bien de la comunidad cristiana, que así interpretaba su seguimiento a Jesús Desde el momento que un hombre tiene fe y se hace cristiano, entiende que el centro absoluto es su adhesión a Jesucristo, a pesar , de que esta situación pueda acarrearle mal entendidos.

 

Lo cierto es que este texto nos da oportunidad para que hagamos un reflexión acerca del precio que debe pagar el hombre por su libertad.

 

El hombre lo recibe todo de la familia en la que nace: vida, alimento, protección, afecto, etc. etc. Sin los padres, es imposible pensar en el desarrollo de un hombre. Este es el lado positivo. Pero sin pretenderlo, está también su contrapartida: os padres no logran desprenderse del hijo. En ocasiones quieren que el hijo piense como ellos: que elija la carrera que a ellos les gusta.

 

  Dentro de las instituciones religiosas se puede dar la misma situación. Un apego mal entendido a la Iglesia, nos llevó a cerrarlos oídos a criticas ciertas y. fundadas. Y fueron necesarios X X siglos para que Pablo VI tuviera el valor de confesar , ue la Iglesia también reconoce sus propios errores.

 

Y tenemos la segunda parte del Evangelio de hoy que la confesamos alegremente, pero que a la hora de la verdad, no os compromete a nada o casi nada.

 

Las palabras a las que me refiero son las siguientes: “El que os recibe a vosotros me recibe a mí. El que dé de beber, aunque no sea más que un vaso de agua a uno de estos pobrecillos, no perderá su paga”.

 

Podríamos preguntarnos:¿ quiénes son estos pobrecillos?

 

El siglo X X I es testigo, desgraciadamente, del drama de millares de personas que se ven obligadas a abandonar sus, su país, sus familiares, amigos, conocidos, para encontrar, donde fuere, un refugio, un poco de trabajo, y viviendo en la suma pobreza, lograr unos ahorraos y mandar a la familia que se vio obligado a abandonar.

 

Jesús reclama del hombre la entrega total. Pero, no lo deja solo. El cristiano no puede permanecer insensible ante esas necesidades, no importan ahora las circunstancias, que reclaman, en ocasiones un vaso de agua o un pedazo de pan