XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 13:1-23: Salió el sembrador a sembrar. Un poco cayó al borde el camino. Otro poco cayó entre zarzas. El resto cayó en buena tierra. 

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Salió el sembrador a sembrar. Un poco cayó al borde el camino. Otro poco cayó entre zarzas. El resto cayó en buena tierra. Mt. 13.l-23. 

Voy a detenerme, aunque sólo sea unos instantes, en el entorno en el que es pronunciada la parábola. 

Aquel día salió Jesús de su casa y se sentó junto al lago. Me complace la figura del Señor descansando junto a las aguas tranquilas del lago. ¿Qué lago es éste? Recibe varios nombres: lago de Tiberiades, lago de Genesaret y Mar de Galilea. Fácilmente Jesús aprovecha un rato que la gente le ha dejado libre, y marcha con la idea de descansar. Pero al ver que la multitud se apiña junto a él, aprovecha la ocasión, sube a una barca, y comienza a enseñarles, narrándoles la parábola del sembrador, de todos sobradamente conocida. 

Antes de profundizar en la misma, quiero reflexionar, sobre algo que pudiera ser muy útil para estos tiempos que corremos, cargados de un pesimismo, que nos hace ver todo, o casi todo, cubierto de oscuros nubarrones. 

Jesús es la Palabra eterna de Dios, hecha carne en el seno de María. Durante toda su vida, pero de modo especial, durantes los tres años de su vida pública, sigue haciendo la siembra de   ella, que después será recogida por los evangelistas. Yo diría, que los Evangelios, son el granero de la palabra de Dios. 

Después de Cristo, siguen los apóstoles, después los misioneros. Y, a la postre, todos y cada uno de nosotros. Todos debemos sentirnos sembradores de esta misma Palabra. 

El sembrador esparce la semilla. Y poco, cayó al borde del camino. Otro poco, cayó en terreno pedregoso Otro poco cayó, entre zarzas. Y lo restante, cayó en buena  tierra. Es decir, la mayoría cayó en tierra buena. ¿No habías reparado en ello? Por eso, te he dicho antes, que es una parábola cargada de esperanza. 

Asimismo, antes de fijarnos en los terrenos en los terrenos que cae la semilla, creo mucho más interesante, fijarnos en quién es el sembrador. 

Jesús en la parábola del sembrador nos está diciendo, mejor cuál es su oficio, mejor, cuál es su misión. Viene a decirnos: sí, yo soy el Mesías, pero no de la manera, no según el estilo que vosotros pensáis. 

…No he venido a juzgar al mundo, sino a salvarle. No he venido como juez, sino como salvador. ¿Por qué olvidamos tantas veces esto? ¿Por qué en momentos determinados tenemos miedo a Dios? Yo diría que a un padre no hay temerlo, hay que amarlo. Y Dios es nuestro Padre. Por eso, sin temor alguno, te digo: no temas a Dios, ámalo.

     El sembrador ha salido ilusionado a esparcir la semilla. La esparce a voleo. No elie el terreno. No decide cuál es terreno bueno, y cuál es terreno desfavorable; cuál es apto, y cuál es menos apto. Para él, todos los terrenos –todos los hombres- son buenos. Por ello esparce la semilla con ilusión. 

Ciertamente, parte de la misma, no llega a dar fruto: los pájaros, las piedras, o las espinas impiden la cosecha. 

Aunque, hay semillas que se pierden, la parábola nos ofrece un verdadero mensaje de esperanza, porque va a ser recogida por los “pobres”, los “pequeños”,y los “pecadores”. 

Hemos de tener en cuenta, que en tiempos de Jesús, una cosecha del siete por uno, era considerada excelente. El treinta, el setenta, y ciento por uno, como se nos habla en  la parábola de hoy, debe acabar, de una vez para siempre,  contra todo pesimismo de que tantos cristianos se sienten invadidos. 

Vemos con claridad en la misma, quién es el sembrador. Asimismo, nos es fácil adivinar, cuál es la semilla: ésta, no es otra, que a Palabra de Dios. La cual, como acabamos de ver; parte, cae en el “camino”, parte, en “terreno pedregoso”, parte, entre “zarzas”, y parte, en “tierra buena” con exuberancia de fruto. 

Y ahora viene el interrogante, que no sólo podemos, sino que tenemos que hacernos cada uno de nosotros, y contestar con el corazón. ¿Qué terreno soy yo? ¿camino? ¿un pedregal? ¿zarza?  ¿tierra  buena?  

No te extrañe lo que ahora voy a decirte: No te importe lo que hayas sido hasta el presente. Lo mismo al Señor no le importa  tanto el pasado. Lo que importa, es lo que sinceramente quieras ser de aquí en adelante 

Es fácil que gran parte de nosotros, en ocasiones, hayamos sido “camino”, en ocasiones, hayamos sido “terreno pedregoso”. Lo mismo, otras veces, hemos sido una “zarza”. Escuchamos la palabra de Dios, pero las cosas del mundo, la ahogaron, y queda estéril.             

 Perdona, vivimos, como sabes en la época del “móvil”, por ello, no resisto, a no decirte lo siguiente. Mejor, a preguntarte ¿cuántas veces el Señor no ha llamado “móvil” de nuestro corazón, y una vos en off, le respondió: “El número al que Vd. llama está apagado o fuera de servicio? ¡Se le ocurre a uno cada cosa! 

Lo he repetido más de una vez, la parábola del sembrador del domingo de hoy, está llena de optimismo, y esperanzadora hasta el infinito. Todos nosotros somos terreno sobre el cual cae constantemente la semilla. No miremos el pasado. Preparemos nuestro corazón para ser una tierra que dé el treinta, el sesenta, y, si puede ser, el ciento por uno