XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 20. 1-16: Él replicó: amigo, no te hago ninguna injusticia.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Él replicó: amigo, no te hago ninguna injusticia. Mt. 20. 1-16

No cabe ninguna duda, de que muchas frases del Evangelio pueden sembrar en el hombre la confusión, ya que superan todo razonamiento humano Frases como: Ama a tu enemigo. Perdona al que te ha hecho mal. Ama a todos como hermanos…Sólo a la luz de la fe, pueden ser admitidas. E iba a decir, comprendidas.

Otro tanto sucede con algunas parábolas. En concreto, la parábola de este domingo, es desconcertante. Un propietario que al amanecer contrata a unos jornaleros y les manda a su viña. Salió de nuevo, a media mañana, y a medio día, y a media tarde e hizo lo mismo. Y a la hora de ajustar cuentas, a todos les dio lo mismo, un denario.

Sorprende la actitud del propietario, dar lo mismo al que había trabajado una hora, como al que había trabajado cuatro. En lo humano, esto es incomprensible, por no decir, absurdo.

Para comenzar a entender la parábola de hoy, se hace necesario tener presentes, las palabras, que en la 1ª Lectura nos ha dicho el profeta Isaías. “Mis planes no son vuestros planes. Mis caminos no son vuestros caminos. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son mas altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes”.

Ciertamente, la actuación del propietario de la viña, es algo que no tiene sentido en la sociedad consumista de hoy. Y aún más, gran parte de cristianos pondría grandes reparos a la actitud del propietario, que no es otro que Jesús.

Rechazamos a un propietario que da el mismo salario al obrero que ha trabajado todo el día, como a aquel que trabajó medio día, o solamente una hora. Y diríamos muy alto: esto no es justo.

Reducir la justicia a números, “es matar el amor”. Decidme, ¿qué matemáticas pone la madre en la abnegación, en la entrega, en el amor a su hijo? Decidme, ¿ qué números pone el muchacho que de veras ama a una muchacha? Cuando en un matrimonio, cuando en una amistad, se dice: yo he cedido tantas veces, ahora te toca a ti ceder, ese matrimonio, esa amistad, están agonizando.

Casi me da miedo lo que voy a decir: “esta parábola, que salió de la boca de Jesús, si no es la más humanas que salió de sus labios, si una de las más entrañables que salió de sus labios Todo hombre, porque lleva algo de “divino”, en su corazón también la hace suya en esos momentos en los que el hombre olvida los números y las matemáticas.

¿Quién de los que estamos aquí nos levantaríamos contra el salario de los que están en paro? Tienen una esposa, unos hijos a los que tienen que alimentar, unos hijos a los que tienen que dar una formación, y sacarlos adelante con dignidad.

Esta parábola tiene otras dos cosas muy simbólicas. Terminada a jornada, el propietario dice al da administrador: “Paga a los obreros comenzando por los últimos”. A los que han trabajado todo el día y han aguantado toda la fuerza del: sol, ya no les parece bien. Comienza por los últimos. Parece que hay alguna razón Son los que están en paro, y en consecuencia, lo más natural, es que sean los más necesitados.

Y estupor llega al sumo cuando llegan los que han trabajado todo el día, y, a su vez, reciben un denario.

Jesús ha roto el esquema humano, ha dejado las matemáticas a un lado. No ha hecho números, única y exclusivamente ha mirado las necesidades de los jornaleros.

No, no es “injusta” la parábola. Yo diría que es una de las más humanas, que salió de los labios de Jesús.

Vosotros , padres, cuando llega la hora de repartir la herencia, ¿qué hacéis? ¿tenéis en cuenta los méritos de cada uno, o. por el contrario, olvidáis las ingratitudes que han tenido para con vosotros y lo repartís a todos por igual?

Y pregunto. ¿esta parábola es injusta? ¿Esta parábola resquebraja y hace tambalear la paz social?

Hoy nos asomamos al mundo, y vemos horrorizados, cómo a unos les sobra todo, o casi todo, mientras que a otros les falta lo necesario para subsistir. El mundo, los hombres de hoy, hacemos muchos números muchas matemáticas, pero nos falta amor. Y al faltar el amor, no sé si decir, que nos falta todo.

Cristo no supo de números en la Cruz , por eso derramó toda su sangre por nosotros sin reservarse ni una sola gota. Ante las necesidades, ante el dolor de los demás, dejemos los números, dejemos las matemáticas a un lado, y nos acojamos a esa “injusticia” aparente de Cristo, que sólo tiene por norma y guía, el amor.