XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 21, 28-32: Los publicanos y las prostitutas os precederán en el Reino de los cielos

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Ezequiel 18, 25-28
Salmo 24
Filipenses 2, 1-11
Mateo 21, 28-32

 

Los publicanos y las prostitutas os precederán en el Reino de los cielos Mt. 21, 28-32

El Evangelio es como un espejo en el que los cristianos debiéramos mirarnos, no sólo los domingos, sino todos los días, y vernos en el mismo retratados. Y después, tratar de acomodar nuestra vida, a lo que hemos leído o nos han dicho. Cuando el sacerdote termina el evangelio dice “Palabra de Dios” , nosotros con frecuencia, contestamos rutinariamente: “Te alabamos, Señor”. Y marchamos sin reflexionar sobre lo que hemos oído.

El evangelio de hoy es un ejemplo claro ante el cual, no podemos ni debemos permanecer insensibles.

Un padre nos dice Jesús, tenía dos hijos. Los envió a trabajar. El primero dijo que iba pero no fue. El segundo dijo no, pero al fin se arrepintió y fue a la viña. ¿Tú quién eres, el primero que en la iglesia dice al Señor que sí; pero luego en la calle en la oficina, en la familia, dice al Señor que no?. No mires al que tienes o a la que tienes al lado. Entremos dentro de nosotros mismos, y después de una seria reflexión, demos una respuesta sincera.

Arrojarán mucha luz sobre nosotros aquellas palabras de Jesús: “No todo el que dice, Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos sino el que hace la voluntad de mI Padre”. Es decir, delante de Dios no valen las palabras, sino las obras. A los hombres les podremos engañar, pero a Dios, no.

Y ahora te recuerdo, lo que hace un rato ya te insinuaba: ¿con quién estoy yo, con el que dice sí, y luego no va, o con el que dice no, pero luego se arrepiente y va. ¿Soy un hombre de muchas palabras, de muchos, muchos rezos, y de pocas obras?

Merece la pena que hagamos un examen sincero y sosegado de nuestro proceder con Dios, no sea que vivamos un tanto engañados. Sinceramente, no seamos cristianos solo de palabra, sino, ante todo y sobre todo, cristianos de muchas obras.

Esta parte doctrinal de la parábola, creo que no es difícil comprenderla. Otra cosa es, las consecuencias que de la misma deduce Jesús. Nos dice unas palabras, que de entrada, pueden causar extrañeza. En consecuencia, por lo mismo: debemos prestarles la máxima atención. Y las palabras son las siguientes: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios”. Palabras, a todas luces, duras, y casi en la misma frontera del escándalo. Pero, mucho cuidado, son palabras de Cristo y no debemos en manera alguna tergiversarlas. Los publicanos eran despreciados , como gente “traidora” por los judíos de aquellos tiempos. Pero, cuidado, estos, no se salvarán por publicanos. Al igual que las mujeres de “mala vida” no se salvarán por su desenvoltura, sino que os precederán en el camino del Reino de los cielos : ” porque vino Juan a vosotros y no os arrepentisteis, ni le creísteis; en cambio, los publicanos y prstitutas, le creyeron”. Ellos y. ellas le creyeron, vosotros no le creísteis. Por eso, os precederán en le camino del Reino de Dios.

Ceo que después de esto, a nadie se le ocurrirá decir: vamos a ser publicanos y malas mujeres, y así entraremos en el Reino de los cielos.

La respuesta es muy sencilla: imitemos al pulicano, no en sus malas acciones, a las mujeres de la ”vida”, no en sus desenvolturas, sino que estos “escucharon la palabra de Dios, estos creyeron que Cristo había venido a salvarlos, se arrepintieron , y creyeron en su perdón y en su misericordia. Es decir, dejaron de ser “publicanos”, dejaron de ser mujeres de “vida desenvuel:ta,” se arrepintieron y por eso, merecieron el perdón.

San Agustín pone este bello comentario y con él quiero terminar: “Imita al publicano y a la prostituta… en el arrepentimiento, no en sus malas acciones. Si así lo haces, estás en el camino del Reno de los cielos”.