XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Solemnidad de Cristo, Rey del Universo

Mateo 25, 31-46: Y el rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños , a mí me lo hicisteis". Mt. cap. 25.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD 

 

Ezequiel 34, 11-12. 15-17.
Salmo 22
I Corintios 15, 20-26a. 28
Mateo 25, 31-46

Y el rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños , a mí me lo hicisteis". Mt. cap. 25.

Celebramos hoy una Festividad muy entrañable: la Festividad de Cristo Rey. La Iglesia con un gran sentido litúrgico la coloca, como un puente, entre el ayer y el mañana; entre el tiempo y la eternidad. Termina hoy el año litúrgico. Es el fin del año eclesiástico. El domingo próximo, será, Primer Domingo de Adviento. Y la Solemnidad de Cristo Rey, como acabo de indicar, en medio, enlazando el pasado con el futuro.

Hacia Cristo Rey deben dirigirse todos nuestro pensamientos y todas nuestras obras. Él debe ser, como el centro de nuestra existencia.

Es sumamente interesante, el Evangelio, que pone hoy a nuestra consideración, nuestra Madre la Iglesia. En la solemnidad de Cristo Rey, podía muy bien haber escogido, el de la multiplicación de los panes y de los peces en el desierto, donde después de haber dado de comer a más de cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, ante este extraordinario hecho, el pueblo admirado quiere proclamarlo rey. Y, por el contrario, nos pone el Evangelio, donde viene a decirnos: " Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, etc. etc.

A Pedro le hubiera gustado un rey dominador, con capa de armiño y corona de oro, con posibilidad de crecer a su lado. Pero eligió por cetro una caña, por corona unas espinas, y por trono donde manifestar su señorío, una cruz.

Cristo deja el palacio del cielo y el trono de la gloria, y aparece en una cueva, como uno de nosotros. Así vive en comunión con los hombres: desde el taller de Nazaret, desde las playas del Tiberiades, en la Bodas de Caná, en la casa de Lázaro, en el banquete de Simón, sobre el pollino por las calles de Jerusalén...

Los reyes de este mundo tienen una cohorte de súbditos, prontos a obedecerle y a cumplir el más pequeño de sus deseos. Cristo nos lo dice expresamente, " No he venido a ser servido, sino a servir".

Abriendo las páginas del evangelio, vemos a lo largo de su vida pública, que emplea su poder, no para enriquecerse, no para servirse de los hombres, antes al contrario, para servirles en sus necesidades tanto corporales como espirituales: Jesús da de comer repetidas veces a los que no podían alimentarse, libra de diversas dolencias a muchos enfermos, limpia a los leprosos, perdona a los pecadores y resucita a los muertos

Ciertamente, nosotros no podeos hacer muchas cosas de esas. Pero, dar una limosna al necesitado, sí, puedo. Vestir al desnudo, sí puedo. Tender la mano al caído, sí puedo. Con mi cariño, con mi amor, con mi acogida, devolver la esperanza al que la había perdido, sí puedo. Y "perdonar" al que me ha ofendido, sí puedo. Ya ves, cómo podemos hacer  dentro de nuestras limitaciones- muchas cosas de las que hizo Jesús.

Como podréis haber observado, el evangelio de hoy se enmarca dentro del juicio final. ¡Qué cosas no se nos ha dicho del mismo! Tengo para mí, que en un sin número de ocasiones nos han presentado a un Dios, que no es nuestro Dios. Es un Dios falso. Sin quererlo casi nos hemos hecho ateos. Hemos fabricado, o nos han fabricado un ídolo.

Cristo, indudablemente nos juzgará. Pero, me he equivocado. Nos lo dice él mismo: "Dios no ha enviado a su Hijo para juzgar al mundo, sino para salvarlo". Cristo no es mi juez, sino mi salvador.

De ahí que siempre que me hablen de Cristo, de lo más profundo de mi corazón., debiera de irrumpir este grito de esperanza: "¡Cristo es mi Salvador!

Cuando el sacerdote levanta la forma, no dice: He aquí quien os va a juzgar, sino :"Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo".

Por otra parte, Dios no es un Dios que viene a controlar: si hemos rezado todas las devociones prescritas, si hemos ayunado, ni siquiera, si hemos asistido los días festivos a misa, si...Ah, y que nadie deduzca de aquí: entonces lo mismo es ayunar, que no ayunar, rezar que no rezar, ir a misa que no ir a misa. No he dicho nada de eso: sino que Dios intentará verificar, si los hombres son hermanos, si han aprendido a ser hombres con todo lo que esta palabra entraña. Es decir, si han tratado a los otros como hermanos. En una palabra, si se han esmerado de verdad, en ser cristianos. Y, si lo han sido, no lo dudes, habrán procurado no faltar los días festivos a misa.

Daos cuenta de una cosa muy curiosa, el evangelio de hoy no dice; mejor, le falta el verbo "amar". Cristo no dice..."y me amasteis", sino... tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, enfermo, en la cárcel, etc.etc.

Entonces los justos le dirán: "Señor. ¿cuándo te vimos con hambre, con sed, en la cárcel ... Y él les dirá: " Os lo aseguro, cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis"

"Amar" es un verbo un tanto vago; puede haber equívocos: creer que conocemos, que amamos a Dios porque le rezamos en la Iglesia. Pero, apenas salimos a la calle, hemos de reconocer que con frecuencia nos olvidamos de él. Sí, porque el templo de este Dios es el hambre, la sed, la marginación, la soledad, la cama del hospital...

Estas palabras de Cristo: tuve hambre y me disteis de comer, encierran un insondable y profundo misterio. Un día Dios se hizo hombre y acampó entre nosotros. Ahora Jesús toma al hombre y lo reviste de "divinidad" ¿Cómo? "Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos conmigo lo hicisteis" ¿Lo ves? El pobre, el enfermo, el desnudo..., convertido en Dios. ¡Para pensarlo!