IV Domingo de Adviento, Ciclo B

Lucas 1, 26- 38: María contestó: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Lc. 1,26-38.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD 

 

Isaías 61, 1-2a. 10-11
Salmo Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54(R.: Is 6 1, 1 Ob)
I Tesalonicenses 5,16-24
Juan 1, 6-8.19-28   

María contestó: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Lc. 1,26-38.

Durante el tiempo de Adviento nos han hablado de modo especial el profeta Isaías, y Juan, el Precursor, invitándonos a disponernos para recibir al Señor. Isaías nos decía: "La Virgen está en cinta y dará a luz un niño". Y Juan, el precursor: "Preparad los caminos del Señor".

A las mismas puertas de la Navidad, no podía ser de otra manera, la Iglesia, con sentido de madre, nos presenta a María, como personaje central, que nos acoge con cariño y nos quiere disponer para el nacimiento de su hijo en el Portal de Belén. Nadie como ella para presentarnos a Jesús, el Niño-Dios.

Sí es María, la joven de Nazaret, quien nos ofrece el ejemplo de un corazón lleno de esperanza en la venida del Redentor.

Tal como María esperó el nacimiento de su hijo, así nosotros debemos prepararnos para recibirle, pidiéndole perdón por nuestras debilidades.

La Navidad llama a las puertas de nuestro corazón. Las calles engalanadas, los comercios, quizás con .exceso, la casa y nosotros mismos, estamos girando, alrededor de este acontecimiento, que rompe todos los esquemas humanos.


El Evangelio de hoy es desconcertante, Dios pidiendo a una joven aldeana el consentimiento para que aceptara el ser made de Dios. De su "Sí" pendía la obra más grande de Dios en todos los tempos: Dios que quiere hacerse hombre en su- seno para salvarnos.

María no pone obstáculos a la voluntad del Señor. Pero no podía ser de otra manera, María se turba, y viene a decir al Señor: "Señor, lo acepto. Pero dime cómo puede ser esto, pues Tú sabes que no conozco varón. Yo soy quien ha de recorrer el camino. Me pongo en tus manos".

¡Qué confianza tan ilimitada de María en el Señor! Tan pronto tiene conciencia de que es Dios quien se lo pide, le dice que Sí.

No consulta con nadie, ni con sus familiares, ni con el mismo José. Así, como de puntillas, a través de una sencilla aldeana, entra Dios en la historia de la Humanidad.

Esto es sencillo relatarlo. Pero lo que jamás ha podido, ni podrá nadie relatar, es todo lo que pasó por el corazón de María. El más profundo de los silencios envuelve este misterio insondable de un Dios que se hace hombre en el seno virginal de una doncella..

¡Qué pensamientos, que ideas no cruzarían por su mente y su corazón, hasta que cayendo de rodillas, y echándose en los brazos del Señor, dice al Ángel: " He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" .

El Ángel la dejó. Y María quedó sumida en el más de profundo de los silencios que jamás se haya visto persona humana.

¡ Qué silencio tan profundo y fecundo el de María! Alguien ha podido escribir, que el clima "típico" del anuncio, está caracterizado, aunque parezca paradójico, más que por la palabra por el silencio.

Mirad, ante un hecho caben tres actitudes: la indiferencia, es cuando el hecho no te dice nada. Segundo, la palabra articulada manifestación de lo que piensas. Y, por último, está el "silencio". La "palabra" más elocuente ante un hecho.

La madre toma a su hijo en brazos, le dice con todo su corazón, eso que sólo a las madres se les ocurre. Pero la "palabra" más honda, es cuando, estrechándolo contra su corazón, es cuando se queda en silencio. Y entonces, es cuando está gritando, manifestando lo mucho que lo quiere.

Con el silencio María permite a Dios entrar en su existencia, aceptar su voluntad, y abrirse a su palabra.

Hay palabras que expresan el vacío inmenso que hay en una persona. Y, a su vez, hay silencios que nos comunican, por el contrario, la plenitud de otras personas. Por ello, sin duda alguna, María se prepara a recibir al Señor en una actitud de silencio. San Juan de la Cruz, místico por excelencia, experimentó en su ser, la presencia de Dios, y después nos pudo de decir o hacer esta revelación: " Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y esta palabra pronuncia siempre en silencio, y en silencio eterno debe ser oída".

Pero el silencio, digámoslo por última vez, no es ausencia o ayuno de palabra. Es por el contrario, "Palabra presente". El silencio el argumento más convincente, la creencia más segura, el pasaporte más válido, para cualquier palabra.

Yo me atrevería a decir para terminar, que la "Virgen de la Anunciación", nos recuerda, precisamente, que el modo más eficaz para prepararnos para la Navidad, para acoger la Palabra, el Verbo, "es hacer un poco de silencio".

Un poco de "silencio" sería maravilloso en este mundo lleno de tanto "ruido". Pensémoslo, y llevémoslo a la práctica.