Jueves Santo en la Cena del Señor

San Juan 13, 1-15

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD 

 

Éxodo 12, 1-8.11-14
Salmo 115
I Corintios 11, 23-26
San Juan 13, 1-15


Si hay un día en nuestro calendario litúrgico, un día que produce vértigo espiritual, es este día, esta tarde de Jueves Santo. Mañana celebraremos la muerte del Señor; la muerte de un Dios, hecho hombre. Esta muerte deja al cristiano anonadado, suspenso, sumido en el misterio. Ahora, en un esquema, en una Historia de la Salvación, aún estando envueltos en el misterio, hay como una trayectoria lógica y natural.

Ahora, lo que celebramos hoy, no sólo sume al hombre en el misterio, es que rompe, quiebra cualquier idea, cualquier razonamiento humano. Celebramos la decisión de un Dios-Hombre de permanecer para siempre, no sólo entre nosotros, sino siempre que el hombre quiera, en nosotros, por medio de la Sda. Eucaristía.

Los apóstoles en aquel primer Jueves Santo, cuando Cristo toma el pan y dice: "Tomad y comed esto mi cuerpo. Mi carne que se entrega por vosotros". Y después del mismo modo, cuando toma la copa, dice: "Esta es mi sangre que será derramada por vosotros, y por todos los hombres". Y cuando acto seguido, ciñéndose una toalla, comienza a lavar los pies a los discípulos, éstos no debieron entender nada. Y Cristo se ve en la necesidad de decir a Pedro: "Ahora, no lo entiendes. Lo entenderás después".

Y es que, lo que acababa de hacer Cristo, -lavar los pies- únicamente una madre o un esclavo, hubiera podido hacer lo que Jesús hizo aquella noche. La madre a sus hijos pequeños, y a nadie más. El esclavo a sus señores y a nadie más. La madre contenta, por amor. El esclavo, resignado, por obediencia. Pero los doce no son hijos, ni amos de Jesús.

No sé si lo triste, es que Jesús, después de XXI s., pueda decirnos a todos, y a cada uno de nosotros, lo que dijo a Pedro. Pero, en otro tono: ¿aún no lo entendéis? Pedro tenía alguna disculpa; nosotros, no.

Mi cuerpo, es un cuerpo que se da, mi sangre, es una sangre derramada. Y repito, no sé si lo habremos entendido bien: porque ser cristiano no es celebrar un día al año el Jueves Santo. Ser cristiano, no es repetir el gesto, el rito de Jesús, Es hacer lo que él hizo. Y Cristo no hizo ningún rito, no repitió una ceremonia. Cristo hizo del rito un signo de lo que llevaba dentro. Cristo se sirvió de una ceremonia, mejor, Cristo convirtió la ceremonia en su vida. Por eso, entregó su cuerpo, su sangre, símbolo de la vida, por la que los hombres fueron salvados.

Triste la Semana Santa, si nos marchamos a casa contentos por haber repetido el rito de Jesús, por haber celebrado con más o menos orden y esplendor una ceremonia. Para Jesús, este rito, esta ceremonia, no era más que la expresión, de lo que celebraba en cada instante, en cada momento de su vida.

De ahí que se pueda decir que el auténtico cristiano, es aquel para quien siempre es Navidad, porque siempre nace; es aquel, para quien siempre es Jueves Santo, porque ama siempre; para aquel que siempre es Viernes Santo, porque siempre, muere; para aquel que siempre es Domingo de Resurrección, porque todos los días amanece a una nueva vida.

El lema de Jueves Santo para este año, y para todos, a nivel de Iglesia, es "Los bienes son para todos". Olvidamos que la Creación, es como una prolongación de Dios. Con esto, otra cosa que no entendemos, se nos está diciendo, comparte con el pobre, no sólo lo superfluo, sino lo necesario. Pero, atención, lo superfluo no es lo sobra, es lo que necesita el pobre. Lo superfluo no es lo que nos sobra a unos pocos, sino lo que necesita la mayoría. Si no prescindimos en alguna ocasión de lo necesario, nunca Jesús nos aplicará las palabras de elogio y aprobación que él mismo pronunció sobre la viuda a la puerta del Templo: "Ësta es la que más ha echado, porque ha echado no de lo que la sobraba, sino de lo que necesitaba".

El Jueves Santo debe enseñarnos a vivir según la jerarquía de valores en el Reino de Dios, sobre todo, cuando el "tener" de algunos, puede ser a expensas del "ser" de tantos otros.

Por eso, yo quiero terminar diciendo, que Cristo quiere mejor que celebremos el Jueves Santo, en la calle que en la iglesia. Si sólo lo celebramos en la iglesia corremos el peligro de celebrar el rito, la ceremonia, y no llegar a la autenticidad del mismo, que es la vida. Podemos quedarnos en la celebración de un signo vacío de contenido. Es decir, inútil, estéril vacío.

Siempre será verdad lo que tantas veces se ha dicho: Donde no hay justicia, donde no hay amor, no hay Eucaristía. En una palabra: no hay cristianismo.

Jueves Santo: amor en la iglesia. Jueves Santo: amor en la calle. Porque, acabo de decírtelo: Donde no hay justicia, donde no hay amor, no hay Jueves Santo