Domingo de Pascua: La Resurreccion del Señor

San Juan 20, 1-9: María Magdalena fue el sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Jn. 20, I- 9.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD 

 

Hechos de los Apóstoles 10, 34 a.37-43
Salmo 117
Colosenses 3, 1-4
San Juan 20, 1-9

María Magdalena fue el sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Jn. 20, I- 9.

S365 días tiene el año. Y todos ellos, no lo dudemos, son días del Señor. Ciertamente en la liturgia cristiana, el domingo por excelencia se le domina día del Señor. Sin embargo, hay un día en el año en el que adquiere esta denominación un significado especial, iba a decir, casi carismático. Y es el día que celebramos hoy. Domingo de Resurrección.

Este Domingo, sí que con toda razón, podemos y demos llamar día del Señor.

Durante la Pascua de Resurrección más de una vez oiremos y recitaremos: "Este el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo"..

Es el día en que actuó el Señor porque resucitó a su Hijo de entre le muertos. Este es el día en que actuó el Señor, porque no sólo libró a su Hijo de la muerte, sino que con él y en él todos hemos resucitado.

Este es el grito sustancial en este Domingo de Pascua: "¡Alelluya! Cristo ha resucitado de la muerte".

Los cristianos orientales, tal día como hoy, al saludarse, no se dan los buenos días, sino uno dice: " Cristo ha resucitado". Y el otro contesta: "Aleluya".

Es curioso, casi misterioso, lo que nos dice el Evangelio: "El primer día de la semana, cuando aún estaba oscuro, Jesús resucitado es el sol que ilumina el mundo, y una mujer ,a quien él había perdonado sus muchos pecados, no puede dejarle sólo en el sepulcro, y quiere hacerle compañía. Y se encuentra con la sorpresa de que Jesús no está en el sepulcro.

& Los ángeles anuncian a las mujeres al ver la tumba vacía: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? "No está aquí. Ha resucitado.".

Ven conmigo a un cementerio. Vamos a visitar el sepulcro de u ser querido: padre, hijo, esposo, amigo... ¿qué vemos en la losa? Nos encontramos con el consabido epígrafe: Aquí descansa&,aquí reposa, & aquí yace& Sobre la tumba de Cristo la reconfortante palabra: ¡No está aquí! ¡Ha resucitado!

De poco o nada nos serviría creer en la resurrección de Jesús, sino creemos en nuestra propia resurrección. En Cristo, como dije antes, todos hemos resucitado.

En cierta ocasión , leía esta leyenda de M. Luther King, y no sé porqué, me ha venido a la memoria: ganó su primer juicio en los tribunales norteamericanos: ganó él y ganaron todos los negros. De la misma manera - salvadas las infinitas distancias- cuando Cristo ha sido exaltado, hemos sido exaltados con él todos nosotros.

María corre presurosa a los discípulos con la triste noticia que se han llevado al Señor. Pedro y Juan corren presurosos, y llegando al sepulcro, lo encuentran, asimismo vacío. Un pequeño detalle, lo mismo sin importancia: unos lienzos esparcidos con el sudario yacen por el suelo. Y reconocieron que Cristo había vencido a la muerte Los pastores vieron entre pañales a un niño y reconocieron al Mesías.

Pero, no basta con que Cristo haya resucitado, que Cristo haya vencido a la muerte. Eso sólo, de nada o casi de nada nos serviría, si no creemos en nuestra propia resurrección, y que con Cristo hemos vencido a la muerte. Mi sepulcro es el pecado. Creer en mi resurrección, es salir del pecado.

Con frecuencia oímos decir, el hombre ha nacido para morir. No digo que uno que no tenga fe pueda proclamar semejante cosa. Ahora, bien, el cristiano, tú y yo, hemos de estar convencidos, de que no hemos nacido para morir. Ahora, en virtud de la victoria de Cristo sobre la muerte, hemos de gritar, allá en el fondo de nuestro corazón: yo no he nacido para morir, para terminar en un sepulcro frío, sino que he nacido para resucitar.

Uno de los monumento de mármol del célebre cementerio de Génova, representa a una madre muerta colocada en un ataúd, y delante de él a su hija que está de rodillas y con las manos juntas casi muerta de dolor.

Pero, entre la madre muerta y aquella hija deshecha por el llanto, está Cristo que extiende sus manos, a la vez que pronuncia estas palabras, como nu rayo de esperanza que irrumpe del otro mundo: "Yo soy la resurrección".

Por eso, ser cristiano, antes que nada, es creer en la Resurrección de Jesús. Fijaos bien, no somos cristianos por el hecho de creer en el pecado, en la muerte, en el más allá, ni en la misma cruz. Somos cristianos, porque creemos en el perdón, en la libración del pecado, en una palabra, en la Resurrección de Cristo.

Pero, atención, no hemos nacido para resucitar en la otra vida, sino en esta. Si no resucitamos aquí, yo no sabría cómo explicaros, cómo resucitaremos en la otra. No os escandalicéis de lo que ahora voy a deciros: yo no creo en la otra vida. Yo creo en ésta que por un misterio insondable, se transformará en una vida perdurable. Nos lo dice claramente, una de las Plegarias de la misas de Difuntos: "La vida de los que en ti creen no termina, se transforma". Por eso, decimos, "creo en la vida perdurable", en una vida "eterna". Nos lo dice claramente, una de las Plegarias de las Misas de los Difuntos: Esta vida no termina, se Transforma. Por eso, decimos, creo en la vida "perdurable". Y si mi vida ahora es luz, es amor, por toda una eternidad, viviré una eternidad de luz y de amor. Y, por el contrario, el infierno no es otra cosa más que un lugar, donde no hay luz ni amor.

Recordemos por una vez más, las palabras del evangelista: "El primer día de la semana, las mujeres iban llorosas al sepulcro de Jesús. No sabían que Jesús no había resucitado.

Nosotros, en este primer día de la semana, nos sentimos llenos de gozo, por eso, porque sabemos y creemos que Cristo ha resucitado. Por eso mis últimas palabras, sean las del sacerdote a los primeros cristianos, que en un día como hoy, no les decía "Buenos días", sino,: "Cristo ha resucitado". Y el pueblo contestaba: "¡Aleluya!". Lo mismo os digo yo: "¡Cristo ha resucitado!". Y vuestra respuesta sea: "¡Alleluya!"