VI Domingo de Pascua, Ciclo B

San Juan 15, 9- 17: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Jn. 15, 9-17.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD 

 

Hechos de los Apóstoles 10, 25-26,34-35,44-48
Salmo 97
I San Juan 4,7-10

Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Jn. 15, 9-17.

Cada página del evangelio es como un latido del corazón de Cristo. Ciertamente, todos son vitales. Pero, humanamente hablando, hay algunos que tienen una fuerza, una vitalidad especial, cualificada. Pudiera ser que el latido de la página de hoy, fuera uno de los más fuertes. Jesús en la página de hoy, hace referencia, no a un mandamiento, sino a "su" mandamiento: el mandamiento del amor. Nos dice claramente: "Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado".

Jesús, al hablar a los doce, se dirige también a nosotros, a ti y a mí, con nuestro nombre y apellidos. En otro lugar, nos deja esto, bien manifiesto: "Padre, te pido no sólo por estos, sino también por los que van a creer en mí mediante su mensaje".

Mientras vivió en Palestina, se vio limitado por el tiempo y el espacio, y, relativamente, sólo una parte pudo escuchar su palabra La misión de los apóstoles, y de sus sucesores, hacen el milagro de que hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares puedan "escuchar" su mensaje y su palabra.

¿Y cuál es su mensaje y su palabra? Lo acabamos de escuchar en el evangelio: "Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros como yo es amado".

Después de escuchar estas Palabras a Jesús, sin reserva alguna, con el evangelio en la mano, podíamos decir: "Hoy es el domingo del amor": Se conjuga el verbo amar en todos sus tiempos, modos y personas. Dios es amor, nosotros somos amados, y, a su vez, nosotros amamos.

Jesús no vino a dar clases de teología, sino que vino, sencillamente, porque nos amaba, y a anunciarnos, mejor, a pedirnos que nos amásemos unos a otros, como él nos había amado.

¿No se inunda de gozo tu corazón, sabiendo, nada más y nada menos, que eres amado por Dios? Cuando alguien que ha estado con determinada persona te dice que se ha acordado de ti y que le ha dado recuerdos, tu corazón se ensancha y llena de alegría.

Si esto es así, ¿qué debiéramos sentir, cuando pensamos, se ha hecho uno de nosotros, y él mismo nos dice, que Dios nos ama? ¿Te has detenido alguna vez a reflexionar sobre ello? Si no los ha hecho, hazlo. Y luego me dices qué has sentido en tu corazón

Y ten presente, que no le hemos elegido nosotros a él, sino que él nos ha elegido a nosotros. Nos lo dice bien claramente: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino soy yo quién os ha elegido a vosotros".

Como un día pasando junto a Zaqueo y viéndolo le dijo: "Zaqueo, hoy quiero hospedarme en tu casa". Un sin número de veces, pasa junto a nosotros, y con el mismo amor, con el miso cariño, nos dice, hoy y siempre, quiero hospedarme en tu casa, en tu corazón.

No son palabras mías, sino del mismo Jesús: "He aquí que estoy a la puerta de tu corazón. Llamo, ábreme y cenaremos juntos.

Siempre es Cristo el que da el primer paso. Siempre es él, el que toma la iniciativa En esto consiste su amor, no en que hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero. Nosotros amamos porque él nos amó primero.

Con naturalidad recordemos algunos episodios del evangelio, que ya hemos insinuado anteriormente: la samaritana, la viuda de Naín, Zaqueo, el paralítico de la piscina probática, la turba de la multiplicación de los panes&Siempre es Jesús el que toma la iniciativa, el que ofrece espontáneamente su don, el que nos ama primero. Su amor es gratuito. Para eso se hizo hombre para convivir con nosotros y amarnos.

El amor pide correspondencia. A Jesús resucitado y glorioso no le podemos tender una mano, no podemos acompañarlo, hospedarlo como Marta, María y Lázaro, no podemos ayudarlo a llevar la cruz, como el Cireneo, a enjugarle el rostro como la Verónica. Pero podemos hacerlo con las personas que nos rodean, de modo especial con los necesitados. De él son estas palabras: "Lo que hicisteis con uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis".

Hemos proclamado en el Evangelio: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo". Sí, el cristianismo no es ningún juego. A veces parece que nos pide cosas imposibles: amar a todos. Y hay que reconocer, que en momentos determinados, esto es muy, muy difícil cumplirlo. Pero esto es el gran reto del evangelio, no que nos diga que amemos, sino, que amemos a todos, incluso, al enemigo. Y esto de amar a todos, incluso, al enemigo, es algo muy serio.

Mira, cuando veas que el amar al enemigo, te resulta muy difícil, nunca te extrañes. Más, reconoce tu pequeñez, acércate a Jesús y dile muy de veras: Señor, perdona porque no amo a todos. Dicen que ".sufrir porque no se cree, eso ya es creer". Yo diría: "sufrir porque no se ama, ya es amar".

Y quiero terminar con otras palabras de Jesús: "En la casa de mi padre hay muchas moradas". Pero, atención, si hay muchas moradas, sólo hay una puerta, que da acceso a la casa del Padre. Y esta puerta, "es la puerta del amor".