XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 4,35-40: Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca, hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Le despertaron diciendo: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?. Mr. cap. 4Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD
Libro de Job 38,1.8-11
Salmo 106
II Corintios 5,14-17
San Marcos 4,35-40
Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la
barca, hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un
almohadón. Le despertaron diciendo: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?.
Mr. cap. 4
Voy a comenzar con una frase un tanto extraña de Gandhy. "Los cristianos creen
con facilidad que Jesús es Dios: Pero, no acaban de asimilar que Cristo sea
"hombre".
Algo de razón puede tener. No acabamos de vivirlo. Parece, como si en nuestro
interior, nos resistiéramos a admitir, que Cristo sea "hombre" como nosotros.
Ciertamente, en la mayoría de las páginas del evangelio aparece tanto su
Humanidad como su Divinidad..
En el evangelio de hoy vemos claramente su Humanidad. Se levanta una fuerte
tempestad, Y Jesús por el cansancio, como hombre, se ha quedado dormido. Los
discípulos, naturalmente, se alarman.
Antes de seguir adelante, tengamos presente que la barca es una imagen viva de
la Iglesia. Casi siempre, unas veces por unas razones, otras por otras, con
frecuencia es zarandeada por sus enemigos. Y no olvidemos que en el miedo de los
apòstoles, estamos representados todos nosotros
Jesús va con ellos. Pero, no se dan cuenta, ni le echan de menos hasta que se
levanta la tempestad. Ante el peligro acuden a él. Fácilmente, como acabo de
decir, sino viene el peligro, los apóstoles, hacen la travesía, sin echar de
menos a Jesús. ¿No nos ocurre a nosotros lo mismo? En cuantas ocasiones, cuando
nos salen bien las cosas, vivimos alegremente prescindiendo de Dios, y cuando el
dolor y el sufrimiento nos visitan acudimos a él, y casi le increpamos,
diciéndole lo que los discípulos: ¿No te das cuenta de que nos hundimos?
Tristemente se nos podía aplicar el dicho popular: " Nos acordamos de Sta.
Bárbara cuando truena".
¿Qué me diríais de aquel hijo que sólo se acordase de los padres para pedirles
algo? Sencillamente, que es un mal hijo.
Dios le veamos o no le veamos, siempre está con nosotros. Lo que pasa es que
hartas veces, nos olvidamos de él.
Dicen que una imagen, un ejemplo, valen más que cien palabras. Quiero decirte lo
siguiente para aclararte cuento acabo de indicarte.
Un hijo está fuera de casa. Naturalmente, la madre, periódicamente le manda una
cantidad de dinero para sus gastos. De, vez en cuando se retrasa. Y el hijo, de
inmediato: ¡ Mamá, que se me está acabando el dinero! ¿Qué ha pretendido la
madre? ¿Qué el hijo pase necesidad alguna? Nada de eso. La madre quiere que se
acordara de ella, que la llamase por teléfono. Quiere hablar con su hijo. Y de
inmediato le manda el dinero con un beso muy grande y un abrazo.
Cuanto acabo de decir nos parece lo más natural. Pues, el Señor, en ocasiones,
permítaseme la frase, obra con nosotros de la misma manera, nos manda, mejor,
permite, que nos visite el dolor, la desgracia, el contratiempo, no para que
suframos, sino para que nos acordemos de él, y nos demos cuenta, que él es
principio de todo bien, y sin él nada podemos hacer. Él, no es el dormido, los
"adormilados" somos nosotros..
¡Mamá, que se me acaba el dinero! ¡Señor, que me duele la cabeza! ¡Que mi hijo
no encuentra colocación! ¡ Que mañana tango un examen! ¿Sí o nó?
Y repito, no es el Señor el que duerme. Somos los nosotros los que nos olvidamos
de él. En una palabra, nos falta fe.
Tener fe no es creer en el Cristo "histórico": aquel hombre, "divinamente
humano, sino creer que es nuestro contemporáneo, que no nos abandona ni un
instante, y que en los momentos difíciles, nos tiende la mano con cariño, como
el mejor de los amigos.
Debiéramos despertar al Señor como hicieran los apóstoles, seguros que oiríamos
las mismas palabras que ellos oyeron: ¡Ánimo, no tengáis miedo!
Quiero recordaros un ejemplo. En un viaje comenzó el barco a zozobrar. Todos los
marineros se llenaron de miedo, menos un niño que seguía jugando en la proa.
Alguien se le acercó y le dijo."¿No tienes miedo? ¿No ves que podemos hundirnos
e irnos a pique y perecer todos? El niño respondió muy tranquilo. "Yo& ¿cómo a
temer miedo, si el timón del barco está en manos de mi padre?
La narración de la tormenta es rica en detalles Jesús, lo repetimos, va en la
misma barca que los apóstoles. Sin embargo, sienten miedo ante las dificultades.
Jesús duerme. Los apóstoles se sorprenden del poco interés que Jesús muestra por
ayudarles a salir de aquel peligro. Y Jesús les echa en cara la poca fe que
ellos manifiestan.
Los cristianos nos hemos figurado una travesía por la ría de la vida. Nuestra
historia es como la de todos, una historia de tempestades. Nosotros, la Iglesia,
lo sabemos perfectamente. Y en muchos momentos nos parece que vamos a naufragar.
Jesús, despertado por los gritos, calma la mar y recrimina a los discípulos.
Pero ellos están salvados, cosa que no hubieran logrado, sino hubieran
despertado a Jesús.
Una vez salvados, se preguntan a sí mismos: ¿Pero quién es éste? ¡Hasta las
aguas le obedecen!
No lo olvides. El Señor siempre va con nosotros. Que no tenga que increparnos
como a los apóstoles: ¿Aún no tenéis fe?