II Domingo de Cuaresma, Ciclo B

San Marcos 9, 2-10: Por la Cruz, a la Luz

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

 "En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús... ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas... Este es mi Hijo amado: escuchadlo... No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos...”
(Mc 9,1-9)

Es un pasaje importante este de la Transfiguración. Casi un duplicado del Bautismo de Jesús. Como que los discípulos no hubieran comprendido nada sobre Jesús hasta este momento. Por eso, es necesario ratificarlo de nuevo. De ahí el parecido con la escena del Jordán. La cuestión de fondo, entonces, es esta: ¿Quién es Jesús? Una respuesta la encontramos en estos detalles: la luz que desprende nos lleva fácilmente a reconocer en Él al Hijo del Hombre anunciado por el profeta Daniel; Elías y Moisés nos hacen descubrir a Jesús como el cumplidor de la Ley y los Profetas; la voz del Padre nos lo muestra como su elegido, su Hijo amado. Y, en esta ocasión, la voz no se dirige a Jesús (Tú eres mi Hijo), sino a los discípulos: "Este es mi Hijo amado, escuchadlo". 

Siguiendo esta invitación, debemos procurar acercarnos más a Jesús y tratar de descubrirlo un poco mejor. Porque tampoco le comprendemos mucho. Incluso, cuando descubrimos algunas de sus facetas fundamentales, nos desconcertamos bastante. ¡Cómo nos gustan escenas como la que nos ofrece este Evangelio! Un Jesús transfigurado, resucitado, glorioso, triunfador... Y nos apuntamos rápidamente a estar a su lado: “¡Qué bien se está aquí! ¡Hagamos tres tiendas!” 

Sin darnos cuenta de que este acontecimiento se sitúa inmediatamente después del primer anuncio de la Pasión. Incluso aquí se habla de que Jesús resucitará de entre los muertos; es decir, insiste en el hecho de su Pasión y Muerte. Dejando claro que llegará a la Resurrección, pero pasando antes y necesariamente por el sepulcro. 

Este es Jesús: el Siervo, el Mesías sufriente. Marcos insiste mucho en esta idea sobre Jesús. Es el evangelista de la Cruz. El de Jesús no es un mesianismo triunfante y deslumbrador. Y, dejando clara la identidad de Jesús, el evangelista nos marca el camino a los discípulos: Estamos llamados a la Resurrección. Pero tampoco nosotros llegaremos sin pasar por la cruz. 

Nos conviene aprender la lección. Quien no sepa de cruz no puede saber de vida nueva. Quien no sepa de muerte no puede alcanzar la resurrección. Quien no sepa de sepulcro vacío no puede conseguir el triunfo sobre el pecado y la muerte. 

Nos viene bien la lección en este tiempo de Cuaresma: camino hacia la Pascua, y, por eso, tiempo de conversión. Y nos viene bien para nuestra vida toda: que, si queremos que sea, poco a poco, verdaderamente nueva, tendrá que contar, como elemento imprescindible, con el esfuerzo, el trabajo, el sufrimiento... En resumen: por la cruz, a la luz. No hay otro camino. 

                Miguel Esparza Fernández