Domingo de Ramos, Ciclo B

Marcos 14,1-15,47: Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

 “Jesús, dando un fuerte grito, expiró... El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: Realmente este hombre era Hijo de Dios...” (Mc 14,1-15.47)

La pregunta fundamental para nosotros es esta: ¿Quién es Jesús de Nazaret? Es la misma que, a lo largo de todo su Evangelio, se plantea Marcos. Y llega ahora el momento de encontrar una respuesta. Podemos descubrirla en medio de la intensidad que supone la Pasión y Muerte de Jesús. En la Pasión (convendría repasar su relato tranquilamente por parte de cada uno de nosotros), se nos descubre el misterio: Jesús, por una parte, es verdadero hombre (lo vemos, por ejemplo, en Getsemaní, donde cae en tierra orando de manera suplicante y dolorosa); pero, por otra parte, y a la misma vez, Jesús es verdadero Dios (invoca a Dios, el Altísimo, con la confianza de un verdadero hijo, llamándolo Abba, papá). 

Dios y hombre. O, lo que es lo mismo, un Dios que se hace hombre para salvar al hombre. Es el camino del amor recorrido por Dios, sin regateos, en una entrega total en favor nuestro. Un Dios tan enamorado de su criatura, nosotros, que acepta morir por amor. No cabe decir mucho más. Basta ponerse ante este misterio para experimentar un escalofrío agradecido por tan inexplicable, misteriosa e inmerecida actuación de nuestro Dios. 

Tenemos que preguntarnos si estamos dispuestos a ponernos del lado de Jesús, el Dios Salvador o a rechazarlo. Porque, en este Domingo, se nos proponen dos recorridos completamente distintos. El de la multitud, que del Hosanna, pasa al crucifícalo. Y el del centurión que, al verlo morir "así", lo proclama Hijo de Dios. ¿Cuál está siendo tu itinerario personal? 

Y una segunda cuestión se nos plantea ante el misterio del amor de Dios entregado. ¿Estoy dispuesto a afrontar con el Maestro, Jesús, el camino del amor? Tengo mucho que aprender en cuanto a la entrega, generosidad, desinterés, acogida, perdón... se refiere. Pero esa será la mejor prueba de que he descubierto el amor de Dios derramado en Jesús y de que estoy tratando de aceptarlo en mi propia vida.