IV Domingo de Pascua, Ciclo B.

San Juan 10,11-18: El Buen Pastor

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

 "Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre." (Jn 10,11-18)

Para percibir toda la riqueza del Evangelio de este domingo, es necesario situar la imagen del "pastor", que hunde sus raíces en la más antigua cultura mesopotámica, donde el rey era considerado "pastor", en cuanto que tenía la obligación de caminar "delante" de su pueblo, para guiarlo por los caminos de la paz, del bienestar y, sobre todo, de la justicia, de la tutela de los débiles e indefensos, de los huérfanos y las viudas.

Ya los salmos 23 y 80 nos aseguran que Israel ha invocado a su Dios con el título de "Pastor", para expresar así su fe en Él, contemplado como el Rey que actúa constantemente en la historia del éxodo de la salvación, librando a su pueblo de la esclavitud, guiándolo hacia la tierra de la fraternidad en la justicia y en el amor, atrayéndolo hacia Sí y haciéndolo participar en su vida.

La fe en el Señor-pastor (fuente de confianza y de esperanza) aparece, en el período amargo del exilio babilónico, como la luz que ilumina el futuro y renueva la espera. De hecho, frente al egoísmo de los "pastores" humanos, que, con sus intereses, habían esquilmado al pueblo conduciéndolo a la ruina, el profeta Ezequiel anuncia que el mismo Señor, como pastor de Israel, intervendrá para renovar el éxodo, de manera que el pueblo viva la salvación bajo la guía de un nuevo Pastor. Este llevará a plenitud la liberación de Dios: curando a los enfermos, vendando a los heridos, reunificando a los dispersos...

A la luz de esta tradición del Antiguo Testamento, la expresión "Yo soy el buen Pastor" se nos presenta como una solemne revelación que Jesús hace de Sí mismo. Él es el verdadero Pastor-Mesías. El adjetivo "buen" indica justamente la realidad absoluta e indiscutible del título. Tal realidad es confirmada por el hecho de que Jesús "ofrece su vida por las ovejas", manifestando así de modo perfecto el amor del Padre.

El texto evangélico leva, pues, a la comunidad a contemplar la obra que el Resucitado cumple, con la que ha inaugurado el mundo nuevo de la resurrección, donde se cumplen las promesas divinas y los creyentes viven en la experiencia del éxodo y de la alianza, es decir, en la vida del amor del Dios Santo.

He terminado el tiempo de los mercenarios, a los que nada importan las ovejas. Y ha comenzado el tiempo de la Pascua, en el que el amor de Dios se nos da a manos llenas. Amor que llega a todos y cada uno de los que se unan a Cristo resucitado. Él nos hace partícipes de la plenitud del amor salvador de Dios.

Cuando más se descubre, se aprecia y se vive esta dimensión, más se advierte que la obra del Buen Pastor tiene como objetivo "las otras ovejas" que aún no están en el redil. La asamblea celebrante se convierte, de este modo, en comunidad salvada y salvadora, llena del amor de Dios en Jesús, y lanzada a demostrar a todos que el Padre nos ama. Y esta es una tarea amplísima. No en vano Jesús-Pastor nos ha invitado apremiantemente a todos a pedir operarios para el trabajo. "¡La mies es mucha!" Serán los "pastores" que continúen, en medio de la comunidad, la misma obra de Jesús. Por eso, hoy, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Buena jornada esta para que todos nos planteemos cómo queremos orientar la propia vida: ¿estaremos llamados a ser "pastores", es decir, llamados a continuar el estilo de Jesús en medio del mundo, actuando siempre y sólo por amor? Buena jornada para tener presentes a aquellos que ya actúan como "pastores" entre nosotros: sacerdotes, especialmente los responsables de nuestras comunidades, y los más ancianos, solos o enfermos. Buena jornada para pedir por todos, con agradecimiento y con deseos de que no nos falte su presencia.