XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6, 7-13:
Condiciones del seguimiento

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

"Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.» Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.» Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban." (Mc 6,7-13)

El rechazo de Jesús por parte de sus paisanos (lo veíamos el domingo pasado), amplía la urgencia y la geografía del anuncio del Reino. Jesús va a otra parte, a otros lugares donde la aceptación fuera más generosa, donde la predicación fuera más fructífera. Es una etapa de peregrinación. "Recorría las aldeas del contorno enseñando".

En esta tarea, Jesús se recluye más en el círculo de sus discípulos. Por eso, encontramos que asocia a su ministerio de modo especial a los Doce. Este grupo había sido instituido (Mc 3,14-15) para "estar con Él y para enviarlos a predicar". Ya han estado suficientemente con Jesús. Ahora, los Doce deben comenzar la segunda parte del programa. Serán los testigos por excelencia. Anunciarán la conversión y ofertarán la salvación que viene de Dios.

Para ello, reciben las oportunas instrucciones. En primer lugar, son enviados "de dos en dos". En ayuda mutua, en garantía recíproca del propio testimonio. Como siendo trascendidos por lo que deben anunciar.

En segundo lugar, con pobreza y simplicidad de medios. Irán desprovistos prácticamente de todo. Su característica será la ausencia de seguridades. Para que quede bien claro, también para ellos, que la eficacia de su misión no depende de las capacidades del apóstol ni de la estructura organizativa o social (bienes, posición, poder, cultura...), sino únicamente de Dios, presente y operante en aquellos a los que Él manda.

Como consecuencia, rechazar al enviado de Jesús es rechazar a Jesús mismo, es decir, a la salvación. De ahí la invitación a sacudirse el polvo de los pies. Es un gesto simbólico, que el judío realizaba siempre que entraba en su tierra después de haber viajado por un territorio pagano. En el contexto del Evangelio que nos ocupa, este gesto indica que, en aquel lugar, no se ha recibido la salvación de Cristo, que el hombre permanece responsable y obstinadamente cerrado a la Palabra de la gracia de Dios.

Condición para anunciar el Reino de Dios sería la confianza en la comunidad, mostrada en la aceptación de la compañía de los enviados y en la aceptación del hospedaje; la confianza en Dios, mostrada en la despreocupación de la pobreza; la posibilidad del rechazo, mostrada en la invitación a sacudir el polvo de las sandalias... Se nos muestra así toda la importancia de la vocación-misión de los Doce. Y, con ellos, la de todo discípulo del Señor. Porque el Resucitado está presente, según su promesa, en sus enviados y en sus palabras, autentificadas por el testimonio de la vida. Y, a través de ellos, llama a todos los hombres a la gozosa experiencia del don de Dios, al encuentro personal con el Dios-amor.

Todo bautizado debe saberse llamado y enviado a llevar al mundo la alegre noticia del amor de Dios, que se revela y comunica al hombre por medio de Jesús.

Se nos invita hoy a tomar conciencia de la llamada que pesa sobre cada uno de nosotros para anunciar abierta y comprometidamente el Reino. ¿Por qué no nos damos por aludidos? ¿Cuál es la causa por la que siempre pensamos que esto no va con nosotros? ¿Será porque no "estamos con Él", oyéndole en silencio y en profundidad? ¿Será porque continuamos colocándonos a nosotros mismos en el primer plano de importancia, y olvidamos al otro, cuando, si Dios llama, lo hace siempre para "enviar en medio del pueblo"?

La afirmación sigue en pie: Dios llama y envía también hoy. ¿Y si respondieras?