XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6,24-35: Más allá de lo exterior

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

"En aquel tiempo... Jesús replicó: Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo. Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les contestó: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed". (Jn 6,24-35)

Vivimos en una economía de "encarnación". Todo nos viene de Dios "envuelto" en "carne". Es como un gran regalo bien presentado. A través de lo sensible y corpóreo, se nos da el don divino y podemos encontrarnos con él. En realidad, esto es un sacramento: un signo sensible que nos procura la gracia.

No puede negarse la importancia de la parte exterior o sensible. Pero nadie negará que, a la postre, lo importante es el contenido. Quedarse, por tanto, en lo que nos llega inmediatamente es un error que nos conduce al vacío. Sería lo mismo que escuchar unos sonidos, aunque los consideráramos agradables, y no comprendiéramos nada de su sentido. No pasarían de un sonido inútil.

Viene esto a cuento por lo que se nos dice en el Evangelio de hoy. Parecería, a primera vista, que la gente buscaba a Jesús. Y, sin embargo, se quedan en el pan. "Os lo aseguro; me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis hasta saciaros". Y, a continuación, lo aclara más todavía: "Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando vida eterna... Yo soy el pan de vida".

En la Eucaristía, como en cada sacramento, recibimos el don salvador de Dios, que es Jesús. ¿Sabemos llegar a Él? ¿O nos quedamos en la mera exterioridad del cumplimiento, de la obligación o costumbre social, de la rutina de lo habitual?
En la vida toda, podemos encontrarnos con la presencia salvadora y transformadora de Jesús. ¿Sabemos descubrirlo y aceptarlo en todo acontecimiento, incluso en los menos inteligibles o agradables?

Sólo cuando nos adhiramos a Él, lo aceptemos gozosos como el mejor regalo, y lo hagamos el centro de nuestra vida... encontraremos la satisfacción, el sentido para nuestra vida.