XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 60-69: Cuidar la fe

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

"Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?... «El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. «Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.» Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» (Jn 6,60-69)

Es la reacción de las masas. Los oyentes rechazan las palabras de Jesús. Y, con ellos, sus discípulos. No los Apóstoles, que, en Pedro, explicitan una espléndida profesión de fe en Jesús como Mesías.

No quisiera que mis palabras supusieran una minusvaloración de nadie ni de ningún grupo. Pero es necesario plantearnos las cuestiones con sinceridad. En la distinta respuesta a las palabras de Jesús, veo la consecuencia lógica de dos actitudes muy distintas en el fondo. La masa se aparta, porque no tiene fondo. Se mueve con una fe sin apoyo, sin cimiento. Por eso, no llegan al final y al meollo de la persona de Jesús. Los apóstoles, en cambio, han recibido un cuidado especial, lento, paciente por parte de Jesús. Y, al menos en este momento, su reacción es distinta y propia de quien sabe por qué cree.

Es el problema que venimos señalando desde siempre: la falta de formación, la falta de cuidado de nuestra fe. Cuando esto se da, es difícil creer de verdad. Es cierto que la fe es un don, un regalo de Dios. Pero no lo es menos que, a la misma vez, es respuesta de nuestra parte. Respuesta que se hace aceptación cuando se descubre y conoce al Dios que nos sale al encuentro.

La fe se estudia, la fe se profundiza, la fe se razona... La fe se conoce. Hay motivos para creer. Más de los que pensamos. Más de los que conocemos.

Esto, que siempre ha sido así, se hace especialmente claro en el momento que nos ha tocado vivir. Es mucho el acoso que sufrimos los creyentes por parte del ambiente que nos rodea. Y, al faltarnos "razones", "equipamiento", no somos capaces de responder ni con palabras ni con la vida. Nos vemos inseguros. Estamos más "acorralados" que nunca. Y, casi siempre, la decisión suele ser el abandono: no mantenemos el tipo, porque no tenemos convicciones, porque nos parece que los otros llevan razón, porque nos da igual ser así o de la otra manera...

Ha llegado el tiempo de cambiar de actitud. Hacen falta cristianos que cuiden su fe, que sepan dar razón de su condición de creyentes. Hacen falta cristianos que, respetando cualquier opción de vida, no cambien ni disimulen la suya a la primera de cambio. Hacen falta cristianos que disfruten siguiendo a Jesucristo y viviendo según su proyecto de vida. Hacen falta cristianos que descubran el aporte beneficioso de la fe para con las personas y para con la sociedad. Hacen falta cristianos que, además de su relación personal con Dios, la tengan comunitaria y se dejen llevar a la entrega que plantea el Espíritu.

¡Que hace mucho tiempo que nos bautizaron, que hicimos la primera comunión, que nos confirmaron o que nos casamos! Lo poquito que allí reflexionamos seguro que lo hemos olvidado y que se nos ha quedado pequeño. Nuestra vida ha cambiado. Las circunstancias en que vivimos han cambiado. Y la vivencia de nuestra fe ha de ser necesariamente distinta a la de esos momentos, puntuales y tan iniciales.

Seguro que, si te lo propones, en tu propia parroquia, encontrarás posibilidades de cultivar tu fe, para vivirla mejor y para manifestarla más limpiamente.