XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 60-69:
Fe para tiempos de crisis

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

“En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?... Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces, Jesús les dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.” (Jn 6,61-70)

Se presenta la crisis. Algunos (muchos dice el Evangelio) de los más cercanos a Jesús, en este punto, lo abandonan. Otros, los menos, lo aceptan y siguen a su lado. Puede sorprender la actitud de Jesús: no se retrae, no recoge velas, no se desdice, no utiliza paños calientes... sino que insiste con más claridad. "¿También vosotros queréis marcharos?"

¡Con lo que a nosotros nos preocupa el número! ¡Con lo que nos inquieta ver que tantos no siguen nuestro modo de ver y de vivir la vida! ¡Con la angustia que nos embarga tan frecuentemente al comprobar que nuestro testimonio es poco eficaz!

Pues tendremos que aprender. Porque, hoy, es algo urgente, dada la situación en que vivimos. Es verdad, nuestro ambiente no se da bofetadas por defender eso que llamamos religión y por vivir desde ello. Muy al contrario, los valores que le son propios a lo religioso parecen ser algo ignorado, y hasta rechazado. Por inútil y por contraproducente -dicen- para el ser humano. Es nuestra sociedad plural, multicultural... y laica.

¿Qué hacer? No perder la calma. Porque contamos con la presencia salvadora de un Dios que, en Jesucristo, no nos abandonará jamás. Mirad las palabras del Evangelio de hoy: "¿Esto os hace vacilar? Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida". Hemos de vivir en confianza, con la certeza de que no estamos solos.

Por otra parte, hemos de mantenernos en fidelidad. Es decir, hemos de vivir en y desde las convicciones. A pesar de las dificultades y oscuridades. Si de verdad nos convence lo que hemos descubierto, eso tiene que ser para nosotros lo válido. Aunque otros muchos no lo vean así. Que no son las mayorías las que, sin más, están en lo cierto.

Y, por último, hemos de vivir sin agobios por las muchedumbres. Ojalá y sean muchos los que se queden junto a Jesús. Pero siempre que se queden convencidos. Si no... Por eso, hasta donde lleguemos. Y sabiendo que, por los tiempos que corren, tenemos que olvidarnos de las multitudes. No consiste en ser más o menos, sino en ser de verdad.

¡Si entendiéramos esto y convirtiéramos a nuestras comunidades en ámbitos de vivencia coherente y fraterna de nuestra fe, viviríamos como hemos dicho! Y, más todavía, nos aplicaríamos cada uno de nosotros la pregunta comprometedora de Jesús: "¿También vosotros queréis marcharos"? Lo que supondría una revisión exigente de coherencia.