XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23:
Cuidar el corazón

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos… Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos…Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.” (Mc 7,1-8ª.14-15.21-23)

Es la nuestra una época en la que se valora, o sobrevalora, lo externo. El tipo, la piel, el modelito… es lo que nos entra por los ojos y los que nos hace quedar bien o mal ante los otros. Es la nuestra la era de la imagen, de la apariencia… y esto nos preocupa, porque queremos ser bien vistos por los otros.

De ahí nuestro esfuerzo, a veces intensísimo y costosísimo y arriesgadísimo, por limpiar nuestra apariencia, nuestra imagen, nuestro tipo… Si lo logramos, nos encontramos bien. De lo contrario, se nos crea un verdadero trauma. Por eso, la abundancia de cremas y cuidados que hoy se nos ofrecen para tener una buena piel. Para eso, los asesores de imagen, que cuidan de que nuestra apariencia siempre sea favorable ante los demás.

No nos damos cuenta, o no queremos, de que, además, existe otra dimensión, más profunda, que se llama corazón, intimidad. Es el recinto donde habitan nuestros sentimientos. Y este es el que realmente vale y da sentido a nuestra vida. Aunque no se vean, los latidos de nuestro corazón son los que nos mantienen en vida.

Jesucristo nos viene a decir hoy que hay que cuidar nuestro interior personal. Y rechaza que se cuide e imponga una como tapadera externa que no corresponda a nuestro interior; y, lo que es peor, que no nos deje cultivarlo y mejorarlo cada día. Porque aquello de que “la cara es el espejo del alma” es verdad sólo cuando lo de dentro rebosa fuera. Si lo de fuera tapa lo interior, hemos quitado el “espejo”… y podemos incluso estar engañando a todos.

Hoy es una buena oportunidad para examinarnos y ver si nuestro interior y nuestro exterior se corresponden, para ver cuál de las dos facetas tiene para nosotros más importancia. Para mí, hay una pregunta muy sencilla para conocer nuestra coherencia: ¿Me importaría que los demás conocieran, además de mi apariencia, mi interioridad? A lo mejor avergüenza mucho la infidelidad del esposo, o el rencor del hermano, o la traición del amigo, o la mentira del hijo, o la desconfianza del hijo…

Lo importante no es lo que parecemos, sino lo que somos. Hay que ir más allá de la piel y llegar hasta el corazón. Para este, no hay más crema que la sinceridad ni más asesor de imagen que Jesús de Nazaret.