Solemnidad: Jesucristo, Rey del Universo, Ciclo B
XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 18,33-37: Mi Reino no es de este mundo

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

“En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: ¿Dices ese por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?... Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de este mundo. Pilato le dijo: Con que, ¿tú eres rey? Jesús le contestó: Tú lo dices: Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.” (Jn 18,33-37)

¡Cuánto nos pesa nuestra condición terrena! A lo largo de todo el Año Litúrgico, hemos oído al mismo Jesús, celebración tras celebración, y todavía confundimos la naturaleza de su reino. No somos capaces de desprendernos de una noción terrena, poderosa, bien armada, dominadora... Ha sido el problema de sus contemporáneos, incluso de sus discípulos: seguían esperando un salvador terreno, político, meramente humano, al estilo de este mundo. Sigue siendo nuestro problema: seguimos considerando a Jesús como el que tiene que imponerse por la fuerza de su poder, concedernos cosas, impedir determinadas actuaciones o sucesos... Le ha pasado también a la misma Iglesia: ha buscado su seguridad en la fuerza humana, organizativa, estructuras de poder, alianza con los ricos...

“Mi reino no es de este mundo”. Lo dice el mismo Jesús. ¿Es que aún no hemos descubierto que su fuerza es muy otra? Repasemos su vida: amar, servir, acercarse a los más necesitados... proclamar la fuerza del amor... invitar a la pobreza, a la humildad, a la comunitariedad, a la verdad, a la limpieza de corazón, a la misericordia... Su fuerza está en los valores que propone. Su revolución está en la bondad que concede y que pide. Ese es su reino: un mundo nuevo por la bondad, en el que Dios y el hombre son los dos polos de referencia, de amor y de entrega.

De hecho, los que han aceptado su proyecto de vida, a pesar de toda su debilidad y limitaciones, han sido capaces de renovar en profundidad sus ambientes, más que ningunos otros. Ahí están los apóstoles, los santos y tantas y tantas personas “buenas” que todos conocemos.

Jesús, el rey, porque es capaz de cambiar los corazones, y, desde ahí, el mundo. Prueba a dejarlo entrar en tu vida. Verás que cambias y, contigo, cambia todo lo que toques.

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