Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José
San Lucas 2, 41-52:
La familia, educadora de valores

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

"Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua... el niño Jesús se quedó en Jerusalén... A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros...Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres" (Lc 2,41-52)

Trasladándose a aquel tiempo y poniéndose en la piel de la familia de Nazaret, uno se extraña y no sabe por qué no buscaron a Jesús directamente en el Templo. No pegaba encontrarlo en otro sitio. Era la inclinación que había demostrado ya suficientemente. Y era lo que, en su casa, se le había inculcado. Quizá sea esto lo que reflejan las mismas palabras de Jesús: "¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?" Efectivamente, Jesús lee su vida desde arriba. Dios está en su origen y tiene, por ello, mucho que ver en ella. Está también, por eso, en su finalidad, en su orientación. Es una manera de entender la vida, y de vivirla. Si Dios la regala... para algo, hay que tratar de descubrir ese algo y vivirla con intensidad, sin regateos ni egoísmos. Eso es entender la vida como una vocación.

Lo que se consigue, lógicamente, cuidando el trato frecuente con Dios, acercándose a su Palabra, tratando de conocerlo y amarlo, procurando descubrir con claridad su voluntad... y pidiendo la ayuda necesaria para aceptarla.

Trasladándonos a nuestro tiempo y a la mayoría de nuestras familias, uno se extraña cuando encuentra algún muchacho joven en nuestros templos. Y mucho más cuando alguno de los nuestros decide seguir de manera radical la voluntad de Dios. No pega ese tipo de entrega. Extraña a casi todos. Y, ahora sí, es normal que, si los padres quieren saber dónde están sus hijos, los busquen en otros ambientes.

¿Es el ambiente que nos rodea? Sí. ¿Son los medios de comunicación social? Sí. ¿Es el bienestar que nos hemos conseguido? Por supuesto. ¿Son las múltiples y posibles salidas que se nos ofrecen para nuestra vida? Desde luego. ¿Es la convicción de que la vida es nuestra y hacemos con ella lo que más nos conviene y apetece, y menos nos complica? Ciertamente. ¿Es el clima de nuestras familias y la educación que en ellas se recibe? También.

Si somos sinceros, este es uno de los elementos clave que, hoy, han cambiado; o, dicho de otro modo, que, hoy, nos está fallando. La familia no transmite determinados valores. En especial, valores religiosos. Y, en ese clima, es imposible que germine la flor de la vocación (en sentido amplio), es decir, es difícil que a la vida le demos una orientación de entrega a los demás desde la entrega que de ella se nos ha hecho a nosotros. La vida no es nuestra. Se nos ha dado para darla, no para disfrutarla a solas y del modo más cómodo posible.
Yo les digo a los padres de hoy: ¿Queréis el mejor futuro para vuestros hijos? ¿Deseáis que sean buenas personas de verdad? ¿Os ilusiona que pasen por la vida siendo útiles y aportando elementos positivos para nuestra sociedad? ¿Buscáis para ellos la mejor de las compañías? Llevadlo a Jesús de Nazaret. Con Él, todo eso lo tenéis garantizado.

 


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