Solemnidad de Pentecostés
Juan 20, 19-23: Pentecostés y los pobres

Autor: Mons. Miguel Esteban Hesayne

 

 

Estamos celebrando la festividad de Pentecostés. Celebrando-es decir- recordando un pasado, viviendo un presente, con la expectativa de un futuro.

El pasado de Pentecostés lo hemos escuchado una vez más en la lectura bíblica de esta festividad ( 2,1-11) Al releer este hecho histórico pasado, mediante  la FE en el protagonismo actual del Espíritu Santo, adquirimos la misma realidad salvadora-santicadora-evangelizadora que la primera comunidad de seguidores de Jesús.- Ellos  y ellas reunidos en oración, recibieron  la efusión del Espíritu de Jesús Resucitado  Presencia del vínculo de unión en el Amor del Padre y del Hijo, en la intimidad de Dios .Ellos y Ellas no se separaron de su  propio mundo; pero, se distinguieron en forma notable, al  vivir en comunión fraternal, al tomar conciencia de ser hijas e hijos de Dios, al ser “bautizados en el Espíritu”  (Mc.1,4-8)  A tal punto que  “ decidieron vivir como una familia”  ”…compartían las enseñanzas acerca de Dios y de Jesús” “… la gente se quedaba asombrada” por su nuevo comportamiento social: ”… compartían unos con otros lo que tenían…” “….a cada uno le daban lo que necesitaran”…”celebraban la Cena del Señor y compartían la comida con cariño y alegría.” “De ese modo, el grupo  de sus seguidores se iba haciendo cada vez más grande”  (Hechos 2, 42-47-Hechos 4,32-37) El Pentecostés cristiano se caracteriza por la efusión del Espíritu Santo. La presencia del Espíritu Santo  crea, en la gente que lo recibe, la dinámica de celebrar la vida compartiendo el Pan de la Palabra de Dios, el Pan de la Eucaristía, el Pan de la mesa doméstica.-

La Argentina, de hoy, necesita de Comunidades Cristianas llenas del Espíritu Santo que las dinamice en este triple compartir…La brecha entre ricos y pobres no se ha  cerrado ni siquiera se ha acortado…Quedarse en el asistencialismo no es cristiano. Termina siendo un mal mayor porque empobrece al pobre de cosas materiales hasta en su riqueza de dignidad de persona humana.

A partir del Concilio Vat.II el compartir desde el seguimiento a Jesús  formando su Iglesia servidora de la Humanidad, ha tomado una formulación con raigambre bíblica: la opción preferencial por los pobres. Por eso, Benedicto XVI con clara visión teológico-pastoral, en el discurso programático de Aparecida, realza su alcance evangelizador imprescindible en la vida y misión de la Iglesia al afirmar que “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza”( Cfr.2 Cor. 8,9) (Disc.nº 3)

           En la historia se revela el amor del Padre-Dios.  El Espíritu Santo, Espíritu de verdad, enviado a los seguidores de Jesús por el Padre,  debe llevarnos “hasta la verdad completa” (cf. Jn 14,26 y 16, 13). La opción preferencial por los pobres con la afirmación del Papa  queda claro que es una opción teocéntrica en la que no caben horizontalismos ni tampoco ideologías ni veladas resistencias o intentos de amortiguar sus exigencias evangélicas.

La opción por el pobre es un camino, a través de Jesucristo, hacia el Dios- Amor, un componente fundamental del seguimiento de Jesús, un signo que anuncia la presencia del Reino y manifiesta sus demandas. En esta  opción prioritaria, preferencial,  nadie está excluido. En ella, los últimos, aquellos que viven una situación de marginación y de injusticia, contraria a la voluntad de Dios, deben ser los primeros. De ese modo, amamos como Jesús amó (cf. Jn.13,34) y hacemos de su testimonio la pauta de nuestras vidas y de nuestros compromisos         

Por eso-prosigue Benedicto XVI “el amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios” ( Disc.n.15)

Solamente una comunidad animada por el Espíritu Santo- Amor del Padre y del Hijo- comprende y asume, en su misión evangelizadora, la opción preferencial por los pobres y quiénes no la asuman no pueden llamarse seguidores de Jesús.