XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 16, 21-27: Nuestro mundo visto por Jesús

Autor: Mons. Miguel Esteban Hesayne

 

 

Retomemos el tema ¿Quién es Jesús? Recordemos que habíamos llegado a una primera aproximación histórica: el hecho de su presencia en la vida de sus primeros seguidores les cambió la vida ciento ochenta grados en la motivación del corazón y en la mentalidad. De suerte  que  Jesús, con sus palabras y actitudes, los movilizó  a encarar la existencia humana con una mirada nueva.

            Su presencia amable y firme a la vez, fue como si llevara fuego en su corazón. Sabe muy bien lo que quiere: ese fuego que le quema por dentro, quiere ponerlo a disposición de quienes lo rodean y extenderlo a todo el mundo… Eco de esta su más íntima motivación existencial, son las palabras que recoge el evangelista Lucas 12, 49: “Yo he venido para poner fuego en el mundo”. Con esta expresión dinámica anuncia la irrupción del “Reino de Dios”: hecho transformador y propagador de cuanto se acerca al fuego… Quiere difundir este “gran acontecimiento” -la salvación de Dios- el reinado de Dios- por todas partes. No se queda en Nazaret, tampoco elige como “sede” Jerusalén ni las grandes ciudades del Imperio.- Recorre las aldeas de Galilea y desde Cafarnaúm las poblaciones vecinas al lago de Genezaret.

            La implantación del reino de Dios tiene que comenzar allí donde el pueblo está más humillado. Elige Cafarnaúm como estrategia bien pensada. Es un punto comunicado tanto con el resto de Galilea como con los territorios vecinos. Es como un cruce de caminos que se abren en varias direcciones hacia las comarcas pobres.

            Con Jesús cambia hasta la actitud del  anuncio de la Palabra de Dios. La gente no tiene que ir al desierto para escuchar al Profeta, ni al Templo. Es Jesús mismo el que recorre las aldeas invitando a todos a entrar en el Reino de Dios que con su misma presencia, está ya irrumpiendo en sus vidas… Salta a la vista que el Reino de Dios tiene que comenzar allí donde el pueblo está sumergido, olvidado, excluido, humillado… Esta es la razón de su estrategia de elegir los lugares como nuevo escenario de la salvación que está viniendo… Jesús elige esa pobre gente despreciada por los grandes de la sociedad. Algo que después de siglos, todavía,  cuesta entender, incluso al interior de la Iglesia. En el proyecto de Jesús el mejor punto de arranque para iniciar la renovación de todo el pueblo, es la pobre gente que hoy llamamos  “gente de la periferia”.

            La vida dura como fue la vida itinerante de Jesús en medio de ellos, es el símbolo vivo de su persuasión que la semilla del Reino encuentra con seguridad la buena tierra en el corazón de los desposeídos. Ha abandonado la seguridad del sistema para entrar confiadamente en el Reino de Dios.  Para Jesús el Reino de Dios se va gestando allí donde ocurren cosas buenas para los pobres Y desde los pobres se abre a todos, ciertamente, la posibilidad de vivir el proyecto del Reino de Dios.

            Mirando a Jesús… leyendo su vida histórica atentos a los textos evangélicos, cambia nuestra valoración sobre la sociedad humana. Los grandes ante Dios no son los que poseen más riqueza o poder. El Reino de Dios no tiene su centro en el poder y menos en el dinero. La Iglesia: las/os discípulas/os de Jesús, constantemente, han de chequear sus propias vidas personales, sus relaciones familiares, sociales, políticas y hasta culturales, con la vida histórica de ese hombre galileo en quien nuestra FE  encuentra  la plenitud de la Divinidad[1]. Jesús histórico es como una matriz para el perfil cristiano. Y ahora, Muerto y Resucitado es el potencial  para recrear un mundo nuevo. Esta es nuestra Fe Cristiana. Este es el compromiso cristiano: encarar la propia existencia y su proyección familiar-social-política-cultural, con los criterios del Reino y la energía pascual.         


[1] Juan 1,16.18