XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 21, 28-32:
¿Qué se entiende por el Reino de Dios?

Autor: Mons. Miguel Esteban Hesayne

 

 

           Tocando el tema de “Jesús y el Reino”  comentábamos que fue la pasión de su vida pública en la que constantemente habla del “Reino de Dios”;  pero es curioso que jamás llama a Dios “rey”, sino “Padre”. Para Jesús el rasgo principal de Dios es su compasión, su comprensión, su misericordia. Por eso los estudiosos del texto literal de los Evangelios descubren que los escritores sagrados  al expresar lo que siente Jesús -fiel a su Padre Dios- ante el sufrimiento humano de sus contemporáneos, emplean siempre un verbo muy expresivo que significa que a Jesús le “tiemblan las entrañas”… En Jesús, Dios se presenta amigo de la vida humana, triste al sufrimiento de la gente, desbordante de gozo por una vida digna. El Dios de Jesús es el Dios de la alegría de vivir una vida llena de bondad  que dispensa a manos llenas. Hablando a campesinos que aprecian la naturaleza, Jesús radiante, manifiesta a Dios “que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos” (Mt. 5, 45) y “es bueno con los desagradecidos y los perversos” (6, 35) No es relativismo o indiferencia ante el mal sino que la bondad del Dios de Jesús no tiene límite y quiere ganar al malo siendo  El, bueno… En el Reino de Dios el mal se vence con el bien…

            Jesús no es un curandero ni un milagrero. Los Evangelios registran unas pocas curaciones y las consignan como signos del Reino que está llegando. Por eso, cuando confía su misión a los primeros discípulos les encomienda anunciar el Reino y explicita, “y curen a los enfermos”… Jesús anuncia el Reino con palabras y signos para indicarnos la dirección en la que tenemos que actuar si queremos ser sus discípulas/os y cumplir nuestra misión de ser cristiano. Es notable que después de cada curación despide con un saludo: “anda en paz”. Es lamentable que en nuestra lengua castellana se ha perdido el rico contenido del término hebreo Shalom: Paz. Para nosotros la palabra Paz en la generalidad de la gente está reducida a una ausencia de guerra o conflicto, o un cierto bienestar interior… En cambio al pronunciar Jesús el saludo de Paz llevaba todo el contenido semita de Shalom indicando la felicidad completa. Jesús más allá de la curación al despedir a quien había favorecido le deseaba lo mejor… una convivencia dichosa con quienes convivía y una existencia llena de bendiciones de Dios.

            Curar para Jesús fue el signo que el Reino de Dios estaba llegando para todo el mundo.  Con Jesús y el anuncio del Reino se anuncia un movimiento capaz de generar una convivencia humana libre de comportamientos enfermizos aún de origen religioso como el legalismo, el rigorismo, la hipocresía de un culto vacío de justicia y amor.

            Para Jesús acoger y promover el Reino de Dios -insistamos como El lo hizo-  consiste en  sanear la religión y procurar una sociedad humana justa y amable.

Jesús no solo denuncia lo que se opone al Reino  de Dios. Sugiere además un estilo de vida más acorde  con el Reino de su Padre-Dios. Como felizmente lo reflota Aparecida, Jesús no excluye a nadie; pero, su preferencia muy notable son los pobres…

            Jesús no habla de pobreza en abstracto. Tampoco habla de los pobres para valerse de ellos y ganarse la simpatía o adeptos a su causa. Jesús, jamás cayó en el clientelismo  y menos en la demagogia. Nunca alabó a los pobres por sus virtudes o cualidades. Para Jesús - si Dios se pone de parte de los pobres y en forma preferencial, no es por mérito alguno sino porque sufren injustamente. Dios reina haciendo justicia porque es Amor y no hay amor sin justicia ni justicia sin amor. De ahí que el pecado que más aborrece Dios -según el mensaje bíblico- es el pecado de injusticia y la denuncia más dura de Jesús fue contra la hipocresía de los que  aparentaban ser justos a tiempo que robaban la herencia de viudas y huérfanos. Para Jesús el signo más claro que el Reino de Dios ya está viniendo es que Dios defiende a los pobres que nadie defiende. Por eso, Benedicto XVI en el discurso inaugural de Aparecida afirma que no se puede creer en Jesucristo sin aceptar la opción preferencial por los pobres. Analicemos si nuestra espiritualidad y nuestra pastoral están centradas en el Reino de Dios.