XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 22,1-14: ¿Cómo lograr una vida feliz?

Autor: Mons. Miguel Esteban Hesayne

 

 

          Siempre y en todas las culturas, la gente gusta más de lo sensacional… de lo atractivo a la vista… De ahí que los publicistas salen ganando… Así hasta revistas que aparecían serias, se han convertido en un catálogo de muebles y ropas, con mejor papel para resaltar fotografías y frívolos temas. Vivimos un mundo que hasta los políticos están más preocupados por su imagen que por sus propuestas de gobierno...

            Si el lenguaje de Jesús desconcertó a sus contemporáneos, ¿cómo no va a hacer difícil de entender  para gente que vive a flor de piel, que resuelve sin pensar  lo que es verdad o mentira, lo bueno o lo malo?- Si S. Pablo, a los cultos romanos de su tiempo, les advertía, una vez convertidos al Evangelio del Señor Jesús: tengan cuidado no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto” (Rom.12, 1-2) Tanto más, en la actualidad de una sociedad embotada por el ruido y la sensación, por la velocidad y la cultura del zaping, hay que llamar la atención de los católicos jóvenes y adultos para que se detengan a pensar un rato en la realidad de la vida y de la vida feliz… Fue la pasión de Jesús. Buscó mil modos para que sus oyentes cayeran en la cuenta que la vida es, indeciblemente, más que lo que se ve y se toca… Por eso, inventaba las parábolas, que, muchas veces, comenzaba con esta frase: “cómo les podría explicar…”, dando a entender  que las palabras humanas no encierran toda la realidad de lo maravilloso y misterioso que es la “vida” y que la felicidad está en saberla vivir. Porque si no se la sabe vivir… se la destruye y no se alcanza a ser feliz…

            Precisamente, Jesús es la última instancia del Padre Dios para que la gente encuentre la felicidad de la vida… Encuentre el por qué y principalmente el para qué de la vida  humana. Desde que comenzó la desgracia (infelicidad) humana… el sin sentido de la existencia, Dios habló, de mil formas, tratando de recuperar a la humanidad entera señalándole, con los más diversos mensajes, el camino del bien que la haría feliz… Mensajes que forman en la Biblia lo que se llama el Antiguo Testamento. Lenguaje muy distinto al de Jesús. Lenguaje que representa la presencia salvadora de Dios en la grandeza y el poder, la riqueza y el éxito. El lenguaje humano  de los  numerosos profetas,  que han hablado durante siglos, en nombre de Dios, traicionó, de alguna manera, la identidad misteriosa del reinado de Dios. Fue necesario que el mismísimo Dios hablara de Dios y su accionar en esta historia. Jesús - el Hombre-Dios -a través de la debilidad, insignificancia y pequeñez de una semilla de mostaza deja intuir la fuerza y fecundidad silenciosa de la misteriosa realidad de la vida en todos los órdenes.- El sembrador, lo único que hace es depositar en el surco de la tierra, la semilla. Todo lo demás es un proceso de la semilla bajo tierra, sin que el sembrador haya tenido que intervenir y sepa muy bien como se produce la maravilla del brote de  imperceptible hierba verde, tallo, ramas, hojas, fruto… Este silencioso crecimiento, para Jesús, es el mejor signo del accionar de Dios en cada persona mientras abra su corazón a su Evangelio, a su Palabra. Una persona que siembra en su corazón las enseñanzas de Jesús va captando, en crecimiento oculto, la poderosa presencia de Dios que la transforma en el mismísimo proyecto de Dios para con ella. Con  la semilla de mostaza, Jesús nos enseña que  la misión cristiana tiene que pasar de los grandes eventos multitudinarios a pequeños grupos orantes con la Palabra de Dios (Biblia); que no hay que actuar bajo la presión del tiempo ni la ansiedad de resultados espectaculares. Cuando la Iglesia (los católicos) siembra como dice Jesús, Dios está haciendo crecer la “vida” y el resultado ciertamente llegará.- De lo contrario se cree que uno es dueño de la vida y se pretende  cosechar  una “vida feliz”  con simple esfuerzo humano. Es decretar la muerte de Dios. En tal caso, la experiencia de individuos y sociedades nos hablan de tristes fracasos  y de infelicidad irreparable. Solo con Dios se logra vivir feliz, porque es AMOR existencial. Por eso, Jesús, en innumerables parábolas, enseñó el camino del reinado de Dios y que oremos a su Padre-Dios: ¡ “Venga a nosotros tu Reino”!