XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 4, 35-40:
Ricos y pobres según Jesús

Autor: Mons. Miguel Esteban Hesayne

 

 

La dimensión social-política  causa escozor espiritual y hasta cierta irritación a no pocos católicos argentinos. Cuando escuchan alguna homilía proyectada a lo social-político, suelen tildar al obispo o al sacerdote de temporalista o de estar animado por alguna ideología…No los juzgo en sus intenciones. Pero sí, entiendo que no han sido formados en una mentalidad evangélica y desconocen la Doctrina Social de la Iglesia. Sobre todo sus raíces en la predicación de los Santos Padres. En esta homilía y en la próxima me ha parecido oportuno espigar algunas homilías de los primeros siglos sobre el tema de los pobres y los ricos, la propiedad privada y el consumo de los bienes…Para que  en la Iglesia Católica reine la mentalidad evangélica sobre el tema ricos y pobres.

En la homilía sobre la parábola del rico insensato Lc. 12, San Basilio (330-379) se dirige al rico “has sido hecho simple servidor de Dios, administrador de los que son siervos de Dios igual que tú… Piensa que lo que tienes entre manos es cosa ajena… y que de todo se te pedirá cuenta. El pan que tú retienes es del hambriento, los vestidos que guardas en tus arcas son del desnudo. El calzado que se pudre en tu casa es del que está descalzo y en resumen: estás ofendiendo a todos cuantos puedes socorrer”.

“Qué responderás al juez, tú que revistes las paredes y dejas desnudo al hombre”. “No has sido misericordioso, tampoco alcanzarás misericordia. No has abierto tus puertas, luego se te cerrarán las del reino de los cielos. No has dado un pedazo de pan,  luego tampoco a ti se te dará la vida eterna”.

“En primer lugar hay que responder que si los bienes particulares fueran de suyo malos, no habrían sido creados por Dios”. Toda creatura de Dios es buena y ninguna debe ser rechazada <1 Tim. 4, 4> Y, en segundo lugar, el mandamiento del Señor que no dice que hayamos de rechazar los bienes y huir de ellos como si fueran males, sino que los administremos. El que se condena no se condena en absoluto porque tuviera, sino porque sintió torcidamente de lo que tenía, o no lo usó bien.  De modo que una actitud sana y desapasionada respecto de los bienes de la tierra y una sana administración de ellos conforme al mandato del Señor, es ayuda grande para muchas cosas necesarias.

Por otra parte San Juan Crisóstomo (344-407) describiendo la dignidad cristiana del pobre afirma: “No les digo que entreguen todo. No. Disfruta de lo tuyo pero, una vez hayas cubierto tu propia necesidad, has algo necesario con lo inútil y superfluo y distribúyelo entre los que se mueren de hambre y tiritan de frío. Mándalo por medio de ellos a tu verdadera patria: ellos serán tu mejor correo, para que cuando regreses allí, lo encuentres todo preparado. Todo lo que pongas en manos de los pobres lo depositas en un granero seguro que es la mano misma de Dios”.

“El compartir radica en la naturaleza misma del cristiano. Lo suficiente se define por la necesidad de aquellas cosas sin las que no es posible vivir. Nada pretende quitarte el sustento necesario; pero estoy hablando de sustento no de deleites; estoy  hablando de vestirse no del lujo en el vestir. O por mejor decir, si miramos las cosas hasta el fondo, el mayor placer está en la sobriedad. Lo que hace al hombre rico no es el mucho tener, sino el no necesitar de mucho”.

“No nos contentemos con traer dinero a la Iglesia, sino miremos si procede de un justo trabajo”.

“No hablo así porque la riqueza sea un pecado. El pecado está en usar mal de ella no repartiéndola entre los pobres. Dios no ha hecho nada malo. Todo es bueno y muy bueno. También las riquezas a condición de que no dominen a quienes la poseen y remedien la pobreza... no es verdadera riqueza la que no destierra la pobreza sino que la aumenta”.

“Lo que hace al hombre rico no es el mucho tener,  sino el no necesitar de mucho”.