XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 8, 27-35: El Diálogo en la Argentina actual…

Autor: Mons. Miguel Esteban Hesayne

           

En la Homilía del 6 de abril del 2008 traté el tema del Diálogo para esclarecerlo,  recomendarlo, preservarlo en su propia identidad y no usarlo  corrompiendo su valioso significado indispensable en sanas relaciones humanas, tanto más en una sociedad con mayoría cristiana. Actualmente sobre la palabra “Diálogo” cae una gran sombra de sospecha. Se la ha vaciado de significado real. Es preciso devolver a la sociedad argentina una dinámica dialogal para vivir un país normal y ser Nación libre y soberana. Y es compromiso cristiano primordial favorecer las relaciones humanas hasta cumbres insospechadas de fraternidad y solidaridad ciudadana.

La primera condición requerida para que se logre el “diálogo” es que se realice entre personas que se respetan la una y la otra como tal. Es obvio pero, en la práctica, no siempre suficientemente se cumple este  primer e indispensable requerimiento. En consecuencia no hablemos de Diálogo si los que lo intentan no aspiran a personalizarse mutuamente. Uno y otro de los interlocutores deben aspirar a ser más y ayudarse, por medio del diálogo, para la realización de este objetivo. Quiere decir que ninguna de las  partes debe ser considerada como un objeto. Y la responsabilidad de la frustración de Diálogo cae sobre quien no aspira a la mutua  personalización.

Una segunda condición que se desprende de la primera enunciada, es  la búsqueda de la verdad de la existencia humana propia y ajena  con sinceridad de corazón. Esta actitud de búsqueda de la verdad… es una actitud de apertura-escucha  para ir descubriéndola en el pensamiento expuesto por la otra parte. La misma palabra diálogo, encierra esta actitud de búsqueda de la verdad escuchando al interlocutor. Palabra de origen griego compuesta de la expresión “dia” que en griego significa “a través” y la expresión “logo” que significa “palabra”. Cuando alguien quiere dialogar -de verdad- tiene que estar convencido que no está en posesión de la verdad  total. A lo sumo lleva una parte que debe completar con su interlocutor.

Por eso, se requiere una  tercera condición: la “transparencia” de persona a persona. Exige - escribe Paulo VI- “un intercambio  de pensamiento, es una invitación al ejercicio de las facultades superiores del hombre”. No hay rodeos y lo que se piensa se expresa sin repliegues o subterfugios. La persona transparente muestra el fondo de su corazón como aguas  límpidas dejan ver el fondo, por profundo que fuere… Una persona así, es rectilínea, no busca por medios subterráneos la conquista de un objetivo también subterráneo. Con la persona recta es posible el diálogo. Con la persona doble el diálogo queda roto. Por eso, Jesús en su Evangelio nos pide en el  trato de unos con otros el: Sí-Sí, el No-No y es tan severo con los hipócritas hasta el punto de llamarlos sepulcros blanqueados que muestran limpidez por fuera y  podredumbre por dentro.

            Y una  cuarta condición se impone: la humildad.  La persona orgullosa es la más cerrada al diálogo.  El autosuficiente es radicalmente incapaz de dialogar. Encerrado en el sobre valor de sí mismo pretende tener la verdad absoluta.

             El corazón orgulloso está cerrado al mismo Dios ¿cómo podrá abrirse a otra persona? Por eso, se piensa -a la luz de la Fe Cristiana- que el pecado de la primera pareja (pecado originante) fue pecado de orgullo que originó al “hombre roto” en su triple relación con Dios, con los demás y con la naturaleza.

            En clave cristiana sabemos que Dios se metió en el mundo de los hombres  (Navidad) para que la humanidad logre la Reconciliación (Pascua). Porque si se pretende una sociedad sin Dios se podrán  lograr grandes progresos materiales que a su vez serán causa de divisiones, desencuentros y desigualdades. Los hombres sin Dios jamás se entienden (Torre de Babel). Pero, tampoco se entiende a Dios cuando se reza para imponer la “propia verdad”, en vez de buscar  la intervención de Dios para lograr la capacidad de  auténtico Diálogo, único camino de la Paz social de la  Nación…[1]

                                               

[1] Salmo 44 ( 43),4