Solemnidad: Todos los Santos
San Mateo 5, 1-12ª:
¿Qué significa amar?

Autor: Mons. Miguel Esteban Hesayne

           

Optar por la vida cristiana es optar por el Amor. Es un tema fontal y central para la Fe Cristiana. Por eso, ideas claras y precisas sobre qué es el Amor.  Lo vengo repitiendo con San Juan: “Dios es Amor” (1Jn 4,8)  y los seres humanos siendo creados a imagen y semejanza de Dios no se logran en  una vida feliz si  no aman. Importa entonces saber qué significa: ¡amar!

Recurramos a la descripción más bella y concreta del Amor  releyendo, en forma reflexiva y orante, el llamado Himno del amor del apóstol San Pablo. Los primeros destinatarios, los cristianos de la ciudad de Corintios, vivían en una sociedad semejante a la nuestra: decadente y con poca estima por los valores humanos. Más aún, famosa por su inmoralidad, a tal punto que se había inventado el verbo “corintear” para hablar de cometer las peores inmoralidades… El Apóstol, fiel discípulo de Jesucristo y buscando la perfección de la persona humana y la transformación de la sociedad, desarrolla el mandamiento nuevo del amor enseñado por Jesús. Con la intención de que vivan el Amor sin auto-engaños, nos  ha dejado el Himno del Amor[1] que es para todas las generaciones cristianas un  test que no sufre distorsión alguna. Transcribo  algunos versículos:

El que ama tiene paciencia en todo, y siempre es amable.

El que ama no es envidioso, ni se cree más que nadie

No es orgulloso. No es grosero ni egoísta. No se enoja por cualquier cosa.

No se pasa la vida recordando lo malo que otros le han hecho.

No aplaude a los malvados, sino a los que hablan con la verdad.

El que ama es capaz de aguantarlo todo,  de creerlo todo,

esperarlo todo, de soportarlo todo.

Es que el amor humano es destello de Dios-Amor. Es como un Fuego según la comparación de Jesús (Lc. 12, 49)   Por eso,  el que ama se transforma y transforma todo lo que ama. El amor es vida porque es destello de Dios-Vida. Por eso, el amor es la plenitud de la persona humana y la autenticidad de la vida cristiana.  Dios es amor y quien  permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él” (1 Juan 4,16)

            El ser humano sólo logra su plenitud  en la medida en que se da y se abre al Otro de donde viene. Consciente o inconsciente, solamente se sacia con el Absoluto. En occidente, venimos de la tradición griega en la que  la razón era siempre divina. No es verdad. El amor sí lo es, porque “Dios es amor”. Esta es la verdad cristiana fundamental  que hace razonable todo proyecto humano. Por eso, el mundo de la técnica, fruto de la razón y no  animada por el amor, fácilmente manipula y destruye el ser humano. Es lo que pasa con las leyes económicas que rigen en los países occidentales fundadas en el poder absoluto de la matemática de la  producción cuyo engendro inhumano es el consumismo. Lamentablemente, la garantía de la sociedad occidental, de hecho, se fundamentó en el principio de la razón absoluta con el principio del filósofo Descartes: “Pienso, luego existo”,  en cambio, la alternativa cristiana dice: “Amo, luego existo” Por eso, mal se ha llamado “cristiano” un occidente racionalista.

            Juan Pablo II, en carta encíclica programática de su pontificado, “El Redemtor del Hombre”, afirmaba: “El hombre no puede vivir sin amor; es para sí mismo un ser incomprensible; su vida no tiene sentido si no recibe la revelación del amor, si no encuentra el amor, si no se lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente (RH.10).

            Dichosos los que se abren a la Fe Cristiana con cuya revelación se pueden capacitar a amar hasta los niveles más altos del  amor humano con densidad divina.

            Gravísima responsabilidad de los cristianos que no aportan con “dichos y hechos” desde su Fe Cristiana, la recreación de una  nueva civilización del amor.

Si queremos una sociedad que pase de la violencia a la paz social, los discípulos de Jesús personalicemos la afirmación joánica: “nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos” (1Jn3, 14)


[1]  1 Cor. 13 Vale la pena leer el Capítulo íntegro