III Domingo de Cuaresma, Ciclo C.

San Lucas 13, 1-9: 13, 1-9: Buscando la identidad cristiana

Autor: Mons. Miguel Esteban Hesayne

           

Los bautizados han de transformarse en discípulos de Jesús para llamarse cristianos.

Así fue desde lo orígenes… Lo primero que hizo Jesús cuando emprendió la misión  encomendada por su Padre Celestial, fue convocar gente para hacerlos sus discípulos/as. La Iglesia, naciente en Jerusalén, fue un grupo de discípulos/as del crucificado-resucitado. Recién después de un largo tiempo cuando los discípulos/as del Resucitado aparecieron en Antioquia, los antioqueños judíos y paganos, ante el hecho de hombres y mujeres de todas la edades y no en gran número, pero, con notable estilo de vida muy distinto al resto de la sociedad de esa época, los comenzaron a llamar “cristianus”, Hch.11, 26 es decir, seguidores de un tal Cristo que habían tomado como Maestro de ese nuevo modo de vivir. El nombre “cristiano” fue un mote (apodo) para muchos despectivo y hasta insultante; para todos los de fuera del grupo de seguidores de Jesús, un modo de señalar una nueva conducta. Para los judíos: escandalosa; para los paganos, alocada (Cfr. 1 Cor. 1,18). Los discípulos/as de Jesús, lo asumieron como lema o divisa, sintiéndose honrados con un nombre que respondía a seguir a Jesús-Resucitado. Tan honrados que muchos y muchas dieron su vida por defender lo que significaba ser cristiano o ser cristiana. Con el transcurso de los siglos, el nombre “cristiano” perdió identidad. Y la fue perdiendo a medida que los bautizados tomaron otros maestros para su modo de encarar la existencia y el quehacer cotidiano. Así, pueblos y naciones  con mayoría de bautizados defendieron y siguen defendiendo ideologías anticristianas tomando el nombre de cristiano. Como es el caso de defender sistemas violadores de los Derechos Humanos, sistemas injustos y siguen llamándose  “occidentales y cristianos” por tradición. Es tomar el nombre de cristiano en vano. Pecado semejante a tomar el nombre de Dios en vano. Es lamentable pero es un hecho que del “occidente cristiano” quedan más monumentos históricos de épocas cristianas que costumbres privadas y públicas que respondan al discipulado del Divino Maestro Jesucristo. Algo así como imponentes castillos que rememoran la época medioeval. Y aunque nos duela más, hemos de sincerarnos sobre nuestras propias estructuras educativas -Universidades y Colegios Católicos- que han contribuido al desprestigio del nombre cristiano en la medida que no han tomado como objetivo central y prioritario educacional formar discípulas y discípulos de Jesús Doctor y Maestro como se autodenominó a si mismo Jesús (Mt.23,8).  Es que no pocos se contentan con tener un alumnado numeroso y hasta con prestigio del saber humano y una cierta moralidad, aliciente para padres y madres de familia que más bien buscan contención para sus hijos que conversión a Jesucristo y su Evangelio. Más aún, hemos de preguntarnos si las estructuras actuales de nuestras parroquias son realmente espacios para formar de cada bautizado un discípulo del Resucitado. El mismo Jesús nos ha dado criterio para un profundo y auténtico discipulado suyo. Por sus frutos los conocerán, ha sentenciado. Y ¿qué decir, entonces, de una masa de bautizados y de millones de fieles católicos participantes en misas dominicales y millones de argentinos viviendo bajo el nivel de una vida humanamente digna, por no decir desnutridos, enfermos sin trabajo ni vivienda? A la luz de las enseñanzas de Jesús y el testimonio de la Iglesia de los orígenes, la mayoría de estos fieles católicos argentinos no pueden tomar el nombre de cristiano, es decir, considerarse discípulos de Jesús, aunque practicantes y con la más sincera intención. Todos, pastores y fieles hemos de desaprender qué se entiende por cristiano. Hemos de escuchar la voz del Espíritu del Resucitado que nos llama a una conversión espiritual-pastoral, tal cual nos viene insistiendo en el Documento de Aparecida actualizando la voz del Concilio Vat. II.- El mensaje del Espíritu es claro y radical.  Todos y todo en la Iglesia se ha cambiar si no sirve para lograr un encuentro personal con Jesús Resucitado, convocando discípulos-testigos-misioneros. Y solamente así ser, de verdad, cristianos. Tema que iremos desarrollando.