Mateo 9,36-10,8:
Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa * Si fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón seremos salvados por su vida! * Llamando a sus doce discípulos, los envióAutor: Fr. Nelson Medina F., O.P
Sitio Web: fraynelson.com
Temas de las lecturas:
Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa * Si fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón seremos
salvados por su vida! * Llamando a sus doce discípulos, los envió
Textos para este día:
Éxodo 19,2-6a:
En aquellos días, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí y
acamparan allí, frente al monte. Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó
desde el monte, diciendo: "Así dirás a la casa de Jacob, y esto anunciarás a los
israelitas: "Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros
os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras
escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal
entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino
de sacerdotes y una nación santa."
Romanos 5, 6-11:
Hermanos: Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el
tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien
muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas
la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores,
murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su
sangre, seremos por él salvos del castigo! Si, cuando éramos enemigos, fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando
ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no sólo eso, sino que también
nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido
ahora la reconciliación.
Mateo 9,36-10,8:
En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas,
porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante, pero los trabajadores son
pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies." Y
llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus
inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce
apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el
Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano;
Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo
entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: "No vayáis a
tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas
descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.
Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que
habéis recibido gratis, dadlo gratis."
Homilía
Temas de las lecturas:
Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa * Si fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón seremos
salvados por su vida! * Llamando a sus doce discípulos, los envió
1. Dos extremos
1.1 El ser humano es curioso: a veces se cree demasiado y a veces
demasiado poco, y así rebota entre dos extremos, la soberbia y la desesperación.
1.2 ¿Qué tienen en común esos extremos? Que ambos omiten la relación única que
cada uno de nosotros está llamado a tener con Dios. La soberbia pretende quitar
a Dios para endiosar al hombre; la desesperación pretende quitar a Dios
aniquilando al hombre. Para la soberbia somos "dios;" para la desesperación
somos "nada." Y entre esa divinidad falsa y esa nada engañosa podemos naufragar,
o a lo menos perder buena parte de nuestra vida y de su alegría.
1.3 El hombre soberbio no cree que exista un Dios que lo llame; el hombre
desesperado en su nada no cree que Dios tenga una llamada para él. El primero
preferiría que ese Dios no existiera, para no tener competencia; el segundo
desearía que ese Dios existiera, para tener salvación.
2. Elegidos de Dios
2.1 El tema de este domingo es la elección. Al elegirnos, Dios destruye
nuestra soberbia, porque se muestra como Señor y como aquel que va adelante
señalando el camino. Al elegirnos, Dios también pulveriza nuestra desesperación
y hace nacer de modo maravilloso la esperanza. El Dios que elige se muestra como
Providencia y como aquel que acepta nuestro pasado y nos abre su futuro.
2.2 La primera lectura de hoy nos presenta al pueblo elegido. Dios ha creado
este pueblo, lo ha sacado de donde era impensable: del robusto poder del
altanero faraón, que se creía él mismo de raza divina. Dios eligiendo crea y
creando elige. La elección es como una nueva creación que pone al elegido
completamente en manos de su Creador. Con razón, pues, dice el Señor: "si me
obedecen fielmente y guardan mi alianza, ustedes serán el pueblo de mi propiedad
entre todos los pueblos."
2.3 Notemos, aunque sea de paso, que estas palabras, aunque heredadas por
nosotros los cristianos, nunca han dejado de ser propias del pueblo de la
primera alianza, cuya descendencia según la carne y la sangre son los judíos.
Cualquier maltrato al judío por ser judío es una ofensa contra Dios.
3. Elegidos y Salvados
3.1 Así como los israelitas fueron salvados cuando fueron llamados y
elegidos, así también nosotros hemos sido llamados y elegidos, y de esa manera,
salvados en Cristo Jesús. Es lo que nos recuerda el apóstol san Pablo en la
segunda lectura de hoy.
3.2 Si los israelitas fueron rescatados, elegidos y salvados de las manos del
faraón, que era tenido como un todopoderoso, nosotros hemos sido rescatados,
elegidos y salvados de otro poder que no por menos visible es menos real. Al
contrario, tan grande es este poder, del que nos habla Pablo, que era dueño del
faraón y es quien en el fondo gobierna a los que creen que gobiernan, cuando
gobiernan para sí mismos. Hablamos del pecado, por supuesto. Pablo constata: "no
teníamos fuerzas para salir del pecado." Muchos podríamos suscribir esas
palabras.
3.3 Pero hemos sido llamados y elegidos. Cristo, especialmente en el misterio de
la Cruz, es la presencia apremiante del amor divino. Pablo destaca la grandeza
de ese amor: "Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo. La
prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún
éramos pecadores." Esas palabras conservan todo su valor y su fuerza hoy, como
el primer día.
4. Los Apóstoles, en dos sentidos "Llamados"
4.1 Los apóstoles son "llamados" porque hay alguien que los llamó,
Jesucristo. Por eso hemos escuchado hoy que el Señor "llamando a sus doce
discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda
clase de enfermedades y dolencias."
4.2 Pero los apóstoles son también "llamados" porque Dios nos está llamando a
través de ellos. Ellos son los llamados vivos del corazón compasivo de Cristo.
Si Cristo eligió apóstoles, ello no se debió sólo a una decisión táctica o
práctica. Los textos del evangelio, como están dispuestos para la liturgia de la
palabra de este domingo, enfatizan el enlace que hay entre la misericordia de
Cristo, que ve la necesidad de operarios, y la resolución de Cristo de
constituir como apóstoles suyos a estos Doce.
4.3 Descubrimos así que el llamado particular al ministerio es algo que brota de
las entrañas de piedad de Jesús. Cada sacerdote, en particular, y cada vocación,
ha nacido ahí: en un corazón que inventa y crea siempre caminos nuevos para
expresar su amor y para rescatar a sus pequeños y pobres.