XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 13,44-52: Pediste discernimiento * Nos predestinó a ser imagen de su Hijo * Vende todo lo que tiene y compra el campo
Autor: Fr. Nelson Medina F., O.P
Sitio Web:
fraynelson.com  

 

 

Lecturas de la S. Biblia

Temas de las lecturas: Pediste discernimiento * Nos predestinó a ser imagen de su Hijo * Vende todo lo que tiene y compra el campo

Textos para este día:

1 Reyes 3,5.7-12:

En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: "Pídeme lo que quieras." Respondió Salomón: "Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?" Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: "Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti."


Romanos 8,28-30:

Hermanos: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.


Mateo 13,44-52:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.

[El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí." Él les dijo: "Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo."]

Homilía

Temas de las lecturas: Pediste discernimiento * Nos predestinó a ser imagen de su Hijo * Vende todo lo que tiene y compra el campo

1. El Comienzo de la Sabiduría

1.1 Salomón tiene justa fama de hombre sabio, y así lo destaca el Antiguo Testamento. Sin embargo, para comprender bien lo que significa ese elogio tenemos que hacer tres precisiones.

1.2 En primer lugar, la sabiduría según la Biblia es más que el simple conocimiento. Alguien puede amontonar muchos conocimientos y no ser sabio porque ser sabio no es tanto conocer sino saber qué hace uno con lo que conoce. Se relaciona más con saber vivir que con saber otras muchas cosas.

1.3 En segundo lugar, esta sabiduría es un don. Salomón pidió de Dios el regalo de ser sabio. Tenemos la imagen de que los científicos de nuestro tiempo son gente muy sabia, pero mucho de ellos despreciarían la fe como un camino para buscar nuestra ruta en esta vida. En la Biblia es lo contrario: la sabiduría empieza por reconocer que esta vida tiene mayor complejidad que todo lo que quepa en mi cabeza o mis palabras. Ser sabio es reconocer que necesito una luz más grande que la que yo me puedo dar. Nadie puede darme más y mejor luz que Dios, mi creador y quien más me ama. Según esto, la fe y la plegaria son caminos privilegiados para la genuina sabiduría.

1.4 La sabiduría, entendemos entonces, es patrimonio frecuente de los humildes. Tiene mucho que ver con el conocimiento de uno mismo. Salomón reza diciendo: "Yo no soy más un muchacho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón para que sepa gobernar a tu pueblo." En vez de considerarse jefe de un pueblo se considera siervo de Dios. Por consecuencia, cuanto más uno mira a quiénes tiene "debajo" y menos mira a Quién tiene "arriba," menos sabiduría real adquiere.

2. Cosas Nuevas y Cosas Antiguas

2.1 Los que se tenían y eran tenidos por sabios en tiempos de Jesús eran los escribas. Llevaban ese apelativo porque sabían leer y escribir, cosas escasas en la época, y por esta capacidad podían entablar elevadas discusiones sobre las posturas de los distintos comentadores de la Escritura.

2.2 Tal vez llevados por esa seguridad en su propio saber, los escribas en general fueron hostiles a la enseñanza de Cristo. Lo veían como un entrometido y como alguien que exhibía demasiada confianza con Dios, hasta el punto de llamarlo "mi Padre." Casi siempre que vemos que se habla de escribas en los Evangelios, el tono es de polémica con Jesucristo (Marcos 3,22-29; Lucas 20,46) o de estar asociados con adversarios suyos (Lucas 15,2; 23,10; Juan 8,3); aunque hay excepciones, como cuando Cristo hizo callar a los saduceos (Lucas 20,27-39). Uno pensaría que es casi imposible que un escriba se abra al mensaje novedoso y poderoso del Reino de Dios anunciado por Nuestro Señor.

2.3 Sin embargo, hubo casos de escribas que aceptaron a Jesús de corazón, e incluso recordamos el caso de uno que no dudó en presentarse como discípulo suyo haciendo lo que los discípulos hacían con sus maestros en las escuelas rabínicas, a saber, repetir la lección (Marcos 12,28-34).

2.4 El evangelio de hoy nos presenta ese cuadro: ¿qué sucede cuando un escriba cree en el mensaje del Mesías? ¿Qué pasa con todo lo que sabía? ¿Se pierde simplemente? No es esa la opinión de Cristo. Cuando un hombre que tiene muchos conocimientos acepta el Evangelio, todo lo que sabía se vuelve parte de su tesoro, y de ese tesoro podrá sacar cosas antiguas, las que ya sabía, pero ahora desde otra luz, y cosas nuevas, las alhajas propias de la gracia y la redención que ha recibido últimamente.