Solemnidad: El Santisimo Cuerpo y Sangre de Cristo
San Marcos 14,12-16.22-26: Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros * La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia * Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangreAutor: Fr. Nelson Medina F., O.P
Sitio Web: fraynelson.com
Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Ésta es la sangre de la alianza que hace el
Señor con vosotros * La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia *
Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre
Textos para este día:
Éxodo 24,3-8:
En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había
dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: "Haremos todo
lo que dice el Señor." Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se
levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por
las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor
holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y
la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el
documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió:
"Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos." Tomó Moisés la sangre y
roció al pueblo, diciendo: "Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor
con vosotros, sobre todos estos mandatos."
Hebreos 9,11-15:
Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes
definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de
hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de
becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para
siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de
toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen poder de consagrar a los
profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que,
en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha,
podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto
del Dios vivo. Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha
habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera
alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.
Marcos 14,12-16.22-26:
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero
pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a
prepararte la cena de Pascua?" Él envió a dos discípulos, diciéndoles: "Id a la
ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la
casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la
habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una
sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la
cena." Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les
había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: "Tomad, esto es mi
cuerpo." Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos
bebieron. Y les dijo: "Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por
todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que
beba el vino nuevo en el reino de Dios." Después de cantar el salmo, salieron
para el monte de los Olivos.
Homilía
Temas de las lecturas: Ésta es la sangre de la alianza que hace el
Señor con vosotros * La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia *
Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre
1. La Iglesia Vive de la Eucaristía
1.1 El Jueves Santo del año 2003 el Papa nos regaló un precioso texto
sobre la Eucaristía, como alimento del Pueblo de Dios. De los números 5 a 16
entresacamos algunas preciosas meditaciones de Juan Pablo II. La numeración aquí
dada es nuestra.
1.2 Si con el don del Espíritu Santo en Pentecostés la Iglesia nace y se
encamina por las vías del mundo, un momento decisivo de su formación es
ciertamente la institución de la Eucaristía en el Cenáculo. Su fundamento y su
hontanar es todo el Triduo Pascual, pero éste está como incluido, anticipado, y
"concentrado" para siempre en el don eucarístico. En este don, Jesucristo
entregaba a la Iglesia la actualización perenne del misterio pascual. Con él
instituyó una misteriosa "contemporaneidad" entre aquel Triduo y el transcurrir
de todos los siglos.
1.3 La Iglesia vive del Cristo eucarístico, de Él se alimenta y por Él es
iluminada. La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, "misterio de
luz". Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún
modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: "Entonces se les abrieron
los ojos y le reconocieron" (Lc 24, 31).
1.4 La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y
su alimento espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia puede tener en su
caminar por la historia. Así se explica la esmerada atención que ha prestado
siempre al Misterio eucarístico, una atención que se manifiesta autorizadamente
en la acción de los Concilios y de los Sumos Pontífices. ¿Cómo no
admirar la exposición doctrinal de los Decretos sobre la Santísima
Eucaristía y sobre el Sacrosanto Sacrificio de la Misa promulgados por el
Concilio de Trento? Aquellas páginas han guiado en los siglos sucesivos tanto la
teología como la catequesis, y aún hoy son punto de referencia dogmática para la
continua renovación y crecimiento del Pueblo de Dios en la fe y en el amor a la
Eucaristía.
2. Misterio de la Fe
2.1 La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo
como un don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por
excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y,
además, de su obra de salvación. Ésta no queda relegada al pasado, pues "todo lo
que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la
eternidad divina y domina así todos los tiempos...".
2.2 Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y
resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central
de salvación y "se realiza la obra de nuestra redención". Este sacrificio es tan
decisivo para la salvación del género humano, que Jesucristo lo ha realizado y
ha vuelto al Padre sólo después de habernos dejado el medio para participar de
él, como si hubiéramos estado presentes. Así, todo fiel puede tomar parte en él,
obteniendo frutos inagotablemente. Ésta es la fe de la que han vivido a lo largo
de los siglos las generaciones cristianas. Ésta es la fe que el Magisterio de la
Iglesia ha reiterado continuamente con gozosa gratitud por tan inestimable don.
Deseo, una vez más, llamar la atención sobre esta verdad, poniéndome con
vosotros, mis queridos hermanos y hermanas, en adoración delante de este
Misterio: Misterio grande, Misterio de misericordia. ¿Qué más podía hacer Jesús
por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega
"hasta el extremo" (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida.
2.3 La eficacia salvífica del sacrificio se realiza plenamente cuando se comulga
recibiendo el cuerpo y la sangre del Señor. De por sí, el sacrificio eucarístico
se orienta a la íntima unión de nosotros, los fieles, con Cristo mediante la
comunión: le recibimos a Él mismo, que se ha ofrecido por nosotros; su cuerpo,
que Él ha entregado por nosotros en la Cruz; su sangre, "derramada por muchos
para perdón de los pecados" (Mt 26, 28). Recordemos sus palabras: "Lo mismo que
el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma
vivirá por mí" (Jn 6, 57). Jesús mismo nos asegura que esta unión, que Él pone
en relación con la vida trinitaria, se realiza efectivamente. La Eucaristía es
verdadero banquete, en el cual Cristo se ofrece como alimento. Cuando Jesús
anuncia por primera vez esta comida, los oyentes se quedan asombrados y
confusos, obligando al Maestro a recalcar la verdad objetiva de sus palabras:
"En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no
bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn 6, 53). No se trata de un
alimento metafórico: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida"
(Jn 6, 55).