San Lucas 6, 17. 20-26:
Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor * Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido * Dichosos los pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!

Autor: Fr. Nelson Medina F., O.P
Sitio Web:
fraynelson.com  

 

 

 Lecturas de la S. Biblia

Temas de las lecturas: Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor * Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido * Dichosos los pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!

Textos para este día:

Jeremías 17, 5-8:

Así dice el Señor:

"Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor.

Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita.

Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza.

Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto."

1 Corintios 15, 12. 16-20:

Hermanos: Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que los muertos no resucitan?

Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados.

¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.


San Lucas 6, 17. 20-26:

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: "Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.

Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.

Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.

Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.

¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas."


Homilía

Temas de las lecturas:
Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor * Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido * Dichosos los pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!

1. Misterio del Corazón Humano

1.1 Sólo puede calificarse de pesimista y sombrío el diagnóstico que Jeremías hace sobre el corazón humano en la primera lectura de hoy, y sin embargo, ¡cuántas veces la vida parece respaldarlo!

1.2 Podemos decir que son muchos los caminos por los que uno llega a confiar en Dios. No debemos descartar aquel que va a través de decepciones y desengaños.

1.3 En efecto, a veces hay que descubrir todo lo que es frágil para luego maravillarse de lo que es fuerte, y a veces hay que llegar al asco contra todo lo que es falso para luego saborear la dulzura de la verdad.

2. Contrastes

2.1 Algo parecido sucede en el evangelio que hemos escuchado. La versión que san Lucas ofrece de las bienaventuranzas incluye también lamentaciones que van en paralelo, de modo que a cada bienaventuranza le corresponde una lamentación.

2.2 Es interesante la causa del anuncio de desdicha, que aparece expresamente sólo para el caso de los ricos: "ya tenéis vuestro consuelo." Eso es una desdicha y si llegamos a comprenderlo hemos comprendido mucho de la Buena Nueva que Cristo trajo a este mundo.

2.3 El que ya encontró su "consuelo" ya también se detuvo. La vida es un camino y un caminar pero el que encontró su consolación está demasiado tentado de detenerse. Por supuesto, el camino no se acaba porque yo acabe mi caminar, y de ahí se sigue lo que Cristo agrega, y que no es amenaza, sino el reclamo de la sensatez: "tendréis hambre..."

2.4 Aquel que declara que ha llegado a su meta sólo porque se ha detenido en el camino un día descubrirá la insuficiencia de lo que podía ofrecerle ese consuelo pasajero. El hecho de que Cristo nos ayude a ver lo corta que se queda cada estación del camino no es sino misericordia suya: es su manera de decirnos que fuimos creados y que somos llamados para un gozo más alto, una felicidad más duradera, una amistad más dulce y noble, la de Dios mismo.


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