Natividad de San Juan Bautista

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Is 49, 1-6; Sal 138; Hch 13, 22-26; Lc 1, 57-66.80

Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: "No; se ha de llamar Juan." Le decían: "No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre." Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. El pidió una tablilla y escribió: "Juan es su nombre." Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: "Pues ¿qué será este niño?" Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.

Lc 1, 57-66.80


Celebramos hoy la Natividad de San Juan Bautista, las palabras del profeta Isaías: «…El Señor desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre pronunció mi nombre…», se aplican muy bien a esta gran figura bíblica que está entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. De entre todos los santos, Juan Bautista, es el único cuya natividad se celebra con una liturgia. Entre todos los profetas y justos de Israel, Juan "el Bautista" fue puesto por la Providencia inmediatamente antes del Mesías, para preparar delante de Él el camino con la predicación y con el testimonio de su vida.
En la primera lectura escuchamos que el Señor llamó a su siervo «…desde el seno materno…», esta afirmación se refiere, en plenitud, a Cristo, pero, por reflejo, se puede aplicar también a su precursor. Ambos nacieron gracias a una intervención especial de Dios: el primero nace de la Virgen María; el segundo, de Isabel una mujer anciana y estéril. Y desde el seno materno «… apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno...», Juan anuncia a Aquel que revelará al mundo la iniciativa de amor de Dios.

Por ello manifestamos en el Salmo responsorial: «Desde el seno de mi madre me llamaste», porque hoy podemos hacer propia, hacer nuestra esta exclamación; Dios nos conoció y amó aún antes que nuestros ojos pudieran contemplar las maravillas de la creación. Todo hombre al nacer recibe un nombre humano, dado por sus padres, pero antes aún posee un nombre divino, nombre con el cual Dios Padre lo conoce y lo ama desde siempre y para siempre. Esto es válido para todos, sin excluir a nadie, porque Dios no hace acepción de personas, así se nos presenta la maravilla del amor del Padre para quien ningún hombre es anónimo. Todos tenemos igual valor a sus ojos, Dios no hace acepciones: todos somos diversos, pero iguales; todos estamos llamados a ser hijos en el Hijo.

En el caso del Bautista, dice la Palabra: «Juan es su nombre», y ante los parientes sorprendidos Zacarías confirma el nombre de su hijo escribiéndolo en una tablilla. Dios mismo, a través de su ángel, había indicado ese nombre, que en hebreo significa «Dios es favorable». Porque Dios es favorable al hombre: quiere su vida, su salvación. Dios es favorable a su pueblo, quiere convertirlo en una bendición para todas las naciones de la tierra. Dios es favorable a la humanidad porque guía su camino hacia la tierra donde reina el amor. Todo esto significa y entraña ese nombre: Juan.

Juan Bautista el mensajero, el precursor, el que fue enviado para preparar el camino a Cristo. « Juan era la voz, pero el Señor es la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz provisional; Cristo, desde el principio, es la Palabra eterna (San Agustín, Sermón 293, 3: PL 38, 1328-1329)». La figura de San Juan Bautista precisamente es la de tener el papel de «precursor del Señor» entre los numerosos pueblos a los que llegaría el anuncio de la salvación. Contemplamos en este día, a San Juan Bautista, modelo perenne de fidelidad a Dios y a su ley. Él preparó a Cristo el camino con el testimonio de su palabra y de su vida. Obedeciendo con dócil y confiada generosidad. Por ello San Juan Bautista es ante todo modelo de fe. Siguiendo las huellas del gran profeta Elías, para escuchar mejor la palabra del único Señor de su vida, lo deja todo y se retira al desierto, desde donde dirigirá la invitación a preparar el camino del Señor Es modelo de humildad, porque a cuantos lo consideran no sólo un profeta, sino incluso el Mesías, cuando le preguntaron: ¿Quién eres?, respondió: «…Yo no soy quien pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias…». San Agustín dice de Juan Bautista: «Yo soy la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor. La voz que grita en el desierto, la voz que rompe el silencio, como si dijera: Yo resueno para introducir la palabra en el corazón; pero ésta no se dignará venir a donde yo trato de introducirla, si no le allanáis el camino» (San Agustín, Sermón 293, 3: PL 38, 1328-1329).

Así en la escuela de Cristo, siguiendo las huellas de San Juan Bautista se nos invita a través de esta liturgia a tener la valentía de poner siempre en primer lugar los valores espirituales, a seguir siendo testigos celosos de Cristo, a ser fuertes y libres, apoyados en el amor de Cristo para no dejarnos engañar por espejismos de felicidad barata que el mundo muchas veces quiere presentarnos. Seguir el camino de Cristo puede parecer difícil, porque Cristo es exigente, pero este es el único camino que nos puede llevar a encontrar el sentido pleno de la vida y la paz del corazón.

Nuestro Papa Benedicto XVI dijo el año pasado: «…la liturgia nos invita a celebrar la Natividad de San Juan Bautista, el único santo cuyo nacimiento se conmemora, porque marcó el inicio del cumplimiento de las promesas divinas: Juan es el "profeta", identificado con Elías, que estaba destinado a preceder inmediatamente al Mesías a fin de preparar al pueblo de Israel para su venida (cf. Mt 11, 14; 17, 10-13). Su fiesta nos recuerda que toda nuestra vida está siempre "en relación con" Cristo y se realiza acogiéndolo a Él, Palabra, Luz y Esposo, de quien somos voces, lámparas y amigos (cf. Jn 1, 1. 23; 1, 7-8; 3, 29). "Es preciso que Él crezca y que yo disminuya" (Jn 3, 30): estas palabras del Bautista constituyen un programa para todo cristiano…» (Benedicto XVI, Angelus del 25 de junio de 2006). Por eso las palabras de Pablo son tan actuales: «…ya no soy yo sino Cristo que vive en mí y mientras que estoy en este mundo vivo de la fe del Señor que dio la vida por mí…».


Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú