V Domingo de Pascua, Ciclo C

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Hch 14, 21-27; Sal 144; Ap 21, 1-5; Jn 13, 31-35

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz con vosotros." Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: "La paz con vosotros. Como el Padre me envío, también yo os envío." Dicho esto, sopló y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."

TCuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. (Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.). Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros.


Jn 13, 31-35


En la quinta semana de Pascua las lecturas que la Iglesia nos presenta están centradas en el mandamiento nuevo de Cristo: "...amaos como yo os he amado...". Para seguir profundizando en esta expresión, es oportuno remitirnos al Evangelio del domingo anterior que terminaba diciendo: "...Yo y el Padre somos uno...". Y en consecuencia sólo a partir de esta unidad y comunión podemos amar a los hermanos como Cristo nos ha amado.
Es preciso manifestar que este mandamiento nuevo dado por Cristo tiene tres notas características: es nuevo, se vive imitando el amor de Jesús y constituye un signo distintivo del cristiano. Así el amor asume un carácter de verdadera novedad. El odio, la venganza, la violencia, la indiferencia, el egoísmo: son todas cosas viejas, pasadas, que nos hacen envejecer y llevan a la muerte. Sólo el amor es nuevo, capaz de recrear y transformar radicalmente la realidad del hombre. Y se modela sobre el amor de Cristo: "...Amaos los unos a los otros, como yo os he amado...". El mandamiento de Cristo es nuevo, no en oposición al antiguo testamento, donde se enseña el amor al prójimo e incluso al extranjero, sino porque pone a la persona de Jesús, con su amor hacia los hombres, como ejemplo del amor.

Es así que la primera lectura nos presenta una descripción del primer viaje apostólico de Pablo y Bernabé quienes trabajan denodadamente por hacer presente el Reino de Dios. Resalta su amor y coraje para anunciar la palabra de Dios y el exhortar a perseverar en la fe. Toda la comunidad, comunidad primitiva, participa en esta evangelización en el mundo pagano. Los discípulos reciben un nuevo nombre, el de cristianos y precisamente como “comunidad cristiana” están en el trabajo de la misión, gracias al Espíritu recibido que es quien se encarga de abrirles los caminos. Por eso ellos son quienes cumplirán las palabras del “Resucitado”: llevar a todo mundo el evangelio. Se presenta aquí un vínculo con la segunda lectura del Apocalipsis cuando San Juan comienza diciendo: "...vi un cielo nuevo y una tierra nueva...", porque inmediatamente tendríamos que decir que este cielo nuevo y esta tierra nueva, San Pablo lo expresa con la siguiente frase: "...llegada la plenitud de los tiempos...". Esto quiere decir que el hombre nuevo participa de la Vida Nueva por el Misterio Pascual de Cristo. Los cielos y la tierra nuevos nos hablan del hombre nuevo, redimido-recreado; porque todo lo anteriormente creado, en Cristo es recreado. Un cielo nuevo y una tierra nueva, de la que desciende una nueva Jerusalén, que representa la ciudad de la paz y la justicia, de la felicidad, en la línea anunciada por muchos de los profetas del Antiguo Testamento. Se nos presenta así a la Iglesia como el nuevo pueblo de Dios, en la figura de la esposa amada.

Podemos manifestar que con la expresión "...como yo os he amado...", Cristo, está queriendo decir que el actuar diario de nuestra vida debe transmitir este amor que es: entrega y donación de mi persona al hermano. Pues Cristo, según nos lo dan a conocer los evangelios, en cada paso de su vida ha manifestado este amor que era una entrega total de Él hacia sus oyentes y, en esta donación de su persona, nos ha revelado el amor fiel del Padre del cielo hacia nosotros. Sólo así se da el sentido antropológico correcto del significado de ser hombre; como dice el Magisterio de la Iglesia: la persona se realiza en la medida en que es un don de sí. El Papa Benedicto XVI nos dice: “...Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento (un binomio que se revela, se fundamenta y se expresa en la única fuente que es Dios mismo). Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un «mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro -que brota del ser recreado del hombre que está unido a Dios-, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. (Deus caritas est, n.18).

De esta manera en la expresión: "...como yo os he amado...", Cristo está haciendo presente que en este amor que se ha manifestado en su muerte de cruz ha recreado a la humanidad entera reconciliando al hombre con su Creador, y esto ha significado recuperar, en Cristo, al hombre como Dios lo había creado desde el principio: "...a imagen y semejanza...". Porque el hombre ha sido creado desde el principio para la comunión con Dios, o sea para el amor y para ser un don de sí para el otro.

En esta frase de Cristo: "...como yo os he amado...", el hombre pasa de la ley a la gratuidad, porque el amor manifestado en Cristo, nos recrea, y al recrearnos, nosotros los hombres, recobramos en Cristo nuestra condición de imagen y semejanza del Creador. Como dice San Agustín: “...El que vino a dar muerte a la corrupción de la carne a través de la ignominia de la cruz y a desatar con la novedad de su muerte la cadena vetusta de la nuestra, creó un hombre nuevo con el mandamiento nuevo...(Sermón 350)”. Y así como en San Mateo el evangelista dice: “...sed perfectos como vuestro Padre es perfecto...”, el hombre sólo puede llegar a esta perfección en el amor si se deja introducir en esta dinámica salvífica, como lo manifiesta San Agustín a través de la siguiente expresión: “...el Dios se hizo hombre, para que el hombre sea Dios...”.

Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú