III Domingo de Adviento, Ciclo C.

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

So 2, 14-18; Sal Is 12, 2-6; Flp 4, 4-7; Lc 3, 10-18


La gente le preguntaba: "Pues, ¿qué debemos hacer?" Y él les respondía: "El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo." Vinieron también publicanos a bautizarse, que le dijeron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?" Él les dijo: "No exijáis más de lo que os está fijado." Preguntáronle también unos soldados: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?" Él les dijo: "No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas y contentaos con vuestra soldada."
Como el pueblo estaba expectante y andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo, declaró Juan a todos: "Yo os bautizo con agua; pero está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para bieldar su parva: recogerá el trigo en su granero, pero quemará la paja con fuego que no se apaga." Y con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva."


Lc 3, 10-18


Según el tiempo litúrgico nos encontramos a la mitad del tiempo de Adviento, la Iglesia nos invita a celebrar con gozo y exultación el Misterio de la Encarnación de nuestro Dios y Salvador. Las dos semanas precedentes la Iglesia con insistencia nos ha invitado a vivir en la esperanza, en la vigilancia, como las vírgenes prudentes que esperan al esposo, en la espera de Nuestro Redentor.

El presente domingo la liturgia nos orienta ya a prepararnos a celebrar este acontecimiento, por eso las palabras de la primera lectura del profeta Sofonías, como las de la segunda lectura de los Filipenses nos invitan a la alegría, a la exultación, al gozo, a la explosión de júbilo. De esta manera la Iglesia nos está inculcando y enseñando que todo el tiempo de Adviento tiene un significado como expresaba el domingo anterior la liturgia, en la persona de Juan el Bautista: "...voz que clama en el desierto preparad los caminos del Señor...". La Iglesia nos está invitando a través de la liturgia y de la palabra a preparar, como a Juan el Bautista, la celebración de Nuestro Salvador, nos está invitando a cantar como el salmista: "...todos han nacido en ella ... todas mis fiestas están en ti ..." (Sal 87).

Siguiendo en esta línea de las lecturas, en el Evangelio del presente domingo por dos veces se encuentra la pregunta: "... qué debemos hacer..."; es una pregunta que también hoy día estamos llamados todos nosotros a planteárnosla, si es que deseamos que realmente este tiempo de Navidad sea un tiempo nuevo, que la esperanza en la cual la Iglesia nos llama a vivir se haga una realidad en nuestra vida y, de esta manera, podamos poner en el mismo plano lo que indica el Bautista a la gente: "... yo doy un bautismo de conversión-nacimiento de Cristo..."

Para los oyentes del Bautista en aquella época el prepararse a aceptar al Mesías pasaba por un bautismo de conversión; hoy para nosotros los creyentes bautizados la conversión significa el aceptar a la persona de Cristo en nuestra vida con todo lo que ello implica, pues Cristo es el camino, la verdad y la vida y por consiguiente aquel que quiera celebrar unas fiestas navideñas renovado en el amor de Dios y en Cristo, entonces tiene que aceptar dejar sus caminos, dejar de lado su verdad, dejar de lado su propia vida esquematizada según sus pensamientos para poder entrar a vivir como una gracia la vida, la verdad y el camino que es el mismo Cristo.
Como fruto de esta conversión brotará como una consecuencia de la vida renovada en Cristo: "la justicia, la paz, el amor, la solidaridad, la honestidad, la entereza, la responsabilidad, la fidelidad conyugal, la distribución de nuestros bienes con los más necesitados, el dar nuestro tiempo a los enfermos y ancianos, un amor desinteresado, etc."

Pues la fiesta de la Encarnación de Cristo no es una fiesta personal que estamos llamados a vivir de manera intimista, pues todo acontecimiento en la Iglesia como en la vida cristiana es siempre un hecho público; por ello cómo se irá verificando que realmente nos estamos preparando adecuadamente para celebrar las fiestas navideñas, está verificación no se puede dar por las cosas que estamos comprando para adornar el misterio de Belén en nuestra casa o en la parroquia, o por los trajes que compramos o por las tarjetas que vamos a repartir a nuestros más allegados, sino sobre todo su verificación estará dada en la medida que vayamos viviendo en comunión primeramente con los que nos rodean y luego con los demás.

Lo que viene en este tiempo próximo a la fiesta de Navidad según la liturgia de este día, es que nuestra preparación se irá verificando en la comunión y en el amor fraterno con los demás. Pero debemos de tener cuidado y poner atención a no pensar que sólo el amor fraterno se expresa en dar un chocolate y un panetón, que no se puede descartar que esto sea una expresión de amor fraterno; pero sobre todo la Iglesia nos invita a llevar a Cristo a los hombres y a celebrar juntos la fe en Cristo, donde todo lo accesorio para festejar este evento grande de nuestra fe debe expresar nuestra fe y amor fraterno.

Las palabras de San Pablo en la segunda lectura cuando dice: "... el Señor está cerca...", nos invitan, por lo tanto de una manera especial, a acogernos a este tiempo de conversión y de misericordia de Dios. A no dejar de lado todos los medios, que a través de la Iglesia Dios nos ha dado, para prepararnos a este evento que es celebrar el Misterio de la Encarnación de Nuestro Salvador. Preparémonos como se prepara una mujer en el día que va a celebrar su boda; que nuestra hermosura, belleza y cuidado de nuestros arreglos estén fundamentalmente en querer un cambio de vida en el Señor, si deseamos que Él sea la fuente de nuestra vida, esto significa que queremos que Él haga de nosotros su morada, su templo nuevo. Por eso las palabras dirigidas a María por parte del ángel, que ella había sido elegida a ser la Madre de Dios; hoy se nos proponen a nosotros, pues solamente gestando a Cristo en nuestro ser toda nuestra vida se renovará y podremos cantar, el día de la Noche Buena, que la paz ha llegado a nosotros.

Dice San Agustín, en su Sermón 171, comentando la lectura de los Filipenses lo siguiente: «¿Quieres conocer cuan gran castigo es la falta de castigo?. No para el justo sino para el pecador, a quien se le aplica el castigo temporal para que no le sobrevenga el eterno. ¿Quieres conocer pues cuan gran castigo es la falta de castigo?. Por lo tanto la corrección y la llamada a la conversión es una manifestación del amor de Dios para el hombre». Por eso el tiempo de Adviento es un tiempo en que la Iglesia, en la esperanza de Cristo, nos invita a creer que pasa lo viejo y todo se hace nuevo en el Señor.

Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano "Corazon de Cristo"
Diócesis del Callao - Perú