Solemnidad de la Ascensión del Señor, Ciclo C

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Hch 1, 1-11;   Sal 46;   Ef 1, 17-23;   Lc 24, 46-53 

 

Así está escrito: que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día y que se predicaría en su nombre la conversión para perdón de los pecados de todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas.

"Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Vosotros permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto."

Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo. Y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.

 

Lc 24, 46-53

 

Este domingo celebramos en la Iglesia la Solemnidad de la Ascensión del Señor: "...Cristo que salió del seno del Padre vuelve al Padre...", por ello hoy en la liturgia escuchamos las palabras jubilosas que dedica el Salmista: “...Dios asciende entre aclamaciones, El Señor al son de trompetas. Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo... ” (Sal 46). Así en este “misterio de la vida de Cristo” meditamos, por una parte, la glorificación de Jesús muerto y resucitado, y, por otra, su marcha de esta tierra y vuelta al Padre. Y así como el Hijo de Dios se encarnó en el seno virginal de la Virgen María, y hoy celebramos su vuelta al Padre; igualmente nosotros los hombres, creados a imagen y semejanza de Dios, por el don de la vida entramos en el tiempo, y mediante la muerte retornaremos al seno del Padre, pues la muerte es el tránsito, el puente, el retorno a la Casa del Padre de la Misericordia (como el hijo pródigo).

Reunidos para celebrar su Ascensión al cielo, hemos escuchado sus palabras: "...Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos (...) hasta los confines del mundo..." (Hch 1, 8). Desde hace más de dos mil años son estas palabras del Señor Resucitado las que impulsan a la Iglesia a adentrarse en la historia, la hacen contemporánea de todas las generaciones, y la transforman en levadura de todas las culturas del mundo. Nosotros las volvemos a escuchar hoy para acoger el mandato que un día Jesús dio a San Pedro, que es el mandato al que la Iglesia debe dirigirse, no sólo como compromiso misionero, sino también, y sobre todo, como una misión. Como los Apóstoles, testigos de la Ascensión, también nosotros estamos invitados a fijar nuestra mirada en el rostro de Cristo, elevado al resplandor de la gloria divina. Y contemplar el cielo no significa olvidar la tierra. La contemplación cristiana no nos aleja de la misión. El "cielo" al que Jesús ascendió no es lejanía, sino ocultamiento y custodia de una presencia que no nos abandona jamás, hasta que Él vuelva en la gloria. Mientras tanto, es la hora de manifestar el testimonio, para que en el nombre de Cristo "...se predique la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos..." (Lc 24, 47).

"...Seréis mis testigos...", estas palabras dirigidas a los Apóstoles antes de la Ascensión explican bien el sentido de la evangelización de siempre, pero, de modo especial, resultan sumamente actuales en nuestro tiempo. Porque vivimos una época en la que sobreabundan las palabras, repetidas hasta la saciedad por los medios de comunicación social, que ejercen tanto influjo sobre la opinión pública. Pero lo que necesitamos escuchar es la Palabra rica en sabiduría y santidad. Por eso los cristianos estamos llamados a cultivar la escucha de la palabra de Dios, la oración y la vida eucarística, especialmente durante la celebración semanal del día del Señor, sólo así, y gracias al testimonio de vida cristiana verdaderamente comprometida, viviendo de modo radical el Evangelio, el mensaje de Cristo podrá continuar abriéndose camino en nuestro mundo.

Hoy la Iglesia afronta enormes desafíos, y no se trata sólo de problemas de cantidad debido al hecho de que los cristianos están constituyendo actualmente una minoría, mientras el proceso de secularización continúa avanzando, incluso en países de antigua evangelización. Los problemas más graves derivan de una transformación general del mundo dominado por las ciencias y por las corrientes relativistas. Un mundo moderno, que cuando se muestra sensible a la dimensión religiosa y parece redescubrirla, acepta a lo sumo la imagen de Dios creador, pero al que le resulta difícil aceptar el "escándalo" de un Dios que por amor entra en nuestra historia y se hace hombre, muriendo en la cruz y resucitando por nosotros.

Es así que en el evangelio, cuando San Lucas narra la Ascensión del Señor, con una mirada retrospectiva, nos conduce al mismo tiempo a la misión en el futuro. En el evangelio el Señor remite a la esencia de la Sagrada Escritura: la pasión y la resurrección del Mesías, y esto es lo que se anunciará de ahora en adelante a todos los pueblos. Los discípulos han sido y siguen siendo los testigos oculares de esta esencia de toda la revelación, y de esta gracia única: "...dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis...". Los discípulos han de recibir el Espíritu de Dios, de modo que su misión les exigirá una obediencia permanente  a este Espíritu Santo.

La Ascensión de Jesús hacia el Padre está precedida de una bendición final que envuelve a todo el futuro de la Iglesia, una bendición cuya eficacia durará siempre y bajo la que hemos de poner toda nuestra actividad. En esta solemnidad  se nos invita a ver en Cristo al Altísimo, ante el cual todos los hombres somos llamados a postrarnos, porque Él mismo es el Señor; por esto como dice el texto del evangelio: "... y viéndolo elevarse sobre las nubes lo adoraron...". La bendición que Cristo da a sus apóstoles en el momento que los va dejando no explica solamente el perdón de los pecados obtenido mediante su muerte en cruz. Esta bendición es sobre todo el signo que expresa el manantial de beneficios que, a través de su misterio pascual consumado en la cruz Él nos los adquiere y nos lo retorna, colmándonos de los beneficios del Padre, por eso San Pablo dice: "... hemos sido adoptados en Cristo,... y si hijos también herederos...".

La Ascensión no es sólo la glorificación definitiva de Jesús de Nazaret, sino también la prenda y garantía de la exaltación, de la elevación de la naturaleza humana, Él está ahora a la diestra del Padre. Su Santidad Benedicto XVI dijo: “El hombre encuentra espacio en Dios; el ser humano ha sido introducido por Cristo en la vida misma de Dios. Y puesto que Dios abarca y sostiene todo el cosmos, la Ascensión del Señor significa que Cristo no se ha alejado de nosotros, sino que ahora, gracias a su estar con el Padre, está cerca de cada uno de nosotros, para siempre. (Homilía en la Misa de la  toma de posesión de su Cátedra, 7 de mayo de 2005)”.

Recibimos hoy en esta fiesta de la Ascensión del Señor una bendición en particular, que entre todas las bendiciones que nosotros quisiéramos recibir es la más perfecta, la mayor entre todas. Nuestra fe y esperanza de cristianos se refuerzan hoy, se nos invita a meditar en nuestra pequeñez, en nuestra fragilidad y miseria, pero también en la transformación que Cristo actuará en nosotros al estar unidos a Él por los sacramentos y por la gracia.

San Gregorio Magno, se dirigía a los fieles de Roma reunidos en San Pedro en esta fiesta diciendo: «Debemos seguir a Jesús de todo corazón allí donde sabemos por fe que subió con su cuerpo. Rehuyamos los deseos de tierra, no nos contentemos con ninguno de los vínculos de aquí abajo, nosotros que tenemos un Padre en los cielos... Aunque os debatáis en el torbellino de los quehaceres, echad el ancla de la esperanza en la patria eterna ya desde ahora. No busque vuestra alma otra luz, sino la verdadera. Hemos oído que el Señor ascendió al cielo, pues reflexionemos con seriedad sobre aquello que creemos. No obstante la debilidad de la naturaleza humana que todavía nos retiene aquí, dejémonos atraer por el amor en pos de Él, pues estamos bien seguros de que Aquel que nos ha infundido este deseo, Jesucristo, no defraudará porque Él ha llevado a cumplimiento la obra del Padreۛ» (In Evang, Homilia XXIX, 11; PL 76,1219). El Papa Benedicto XVI, dijo a los Obispos en Brasil: «…uno de los motivos del abandono de los católicos de la Iglesia es la falta de evangelización…» (Aparecida 14-5-07). Por ello el mandato de Cristo se hace cada vez más actual.

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú