Fiesta del Bautismo del Señor, Ciclo C.

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Is 42, 1-4. 6-7;   Sal 28;   Hch 10, 34-38;   Lc 3, 15-16. 21-22 

Como el pueblo estaba expectante y andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo, declaró Juan a todos: "Yo os  bautizo con agua; pero está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

Todo el pueblo se estaba bautizando. Jesús, ya bautizado, se hallaba en oración, se abrió el cielo, bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: "Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado."

Lc 3, 15-16. 21-22 

Luego de haber celebrado el nacimiento de Nuestro Salvador, la fiesta de la Sagrada Familia y la celebración de María Madre de Dios con la cual dimos gracias a Dios por el año que terminó y por el año que se iniciaba, con la celebración que hoy día la Iglesia nos concede, que es el bautismo de Cristo; nos presenta a través de este primer domingo ordinario la vida del hombre nuevo, la vida de la nueva humanidad que surge de las aguas del bautismo y que sobre todo se inicia por la persona de Cristo; pues como dirá el evangelio: "...Tú eres mi hijo, mi amado, en quien me complazco..."

De esta manera por eso tanto la segunda lectura como el evangelio se complementan en cuanto nos hablan del sentido del bautismo, pues es a través del bautismo que nos hemos incorporado al pueblo de Dios, a la vida nueva que Cristo con su muerte de cruz y su resurrección de entre los muertos inaugurará para todos los hombres.

En la primera lectura se anuncia a Jerusalén, y a través de ella a toda la humanidad, el consuelo de que el tiempo de la salvación ha comenzado ya: "... Mirad, aquí está vuestro Dios...". El Salvador viene en "gloria" y "con fuerza", pues la obra redentora de Jesús vencerá y dominará toda la historia del mundo; pero por otra parte viene con la solicitud de un pastor que lleva en brazos a sus corderos y cuida de las ovejas madres: esta unidad de poder y cuidado amoroso l muestra como el Dios encarnado, hecho hombre; sólo Dios es quien reúne estos dos atributos en una unidad perfecta,

La segunda lectura nos sitúa allí donde se ha realizado ya la obra salvífica de Jesús: "...él se entregó por nosotros..."; y donde el bautismo cristiano, el  llamado "baño del segundo nacimiento", nos  permite participar en el primer bautismo (de agua) y en el último bautismo (de sangre) de Jesús. De nuevo aparece el cielo abierto sobre  los cristianos bautizados, y Dios revela todo su amor al hombre. La gracia del Padre aparece para traernos la salvación a todos los hombres; no en razón de nuestras obras de justicia, sino en virtud de su inmensa misericordia. El propio Jesús es llamado "Salvador", y al mismo tiempo "nuestro gran Dios"; y a través del bautismo se opera la renovación por el Espíritu Santo que es derramado sobre nosotros por medio de Jesucristo, para nuestra justificación y santificación, que nos hará dignos de obtener la vida eterna tan ansiada y esperada. Este milagro de la teofanía en el bautismo de Jesús se continúa en la Iglesia en todos los tiempos.

Es así que el evangelio nos dice que Jesús se deja bautizar con el pueblo que quiere la conversión y la purificación de sus pecados, es un gesto que contiene en sí algo profundamente misterioso; es como si quisiera, ya en su primer acto público, manifestar su solidaridad con todos los pecadores. Más tarde acogerá  a los suyos en su Iglesia con el bautismo cristiano, mediante la humillación de una inmersión en agua como elemento de muerte y regeneración; Jesús no quiere imponer a los suyos nada que él mismo no haya hecho. Y si el bautismo ha de ser realmente un ser sepultado con él en su muerte y un resucitar con él a una nueva vida imperecedera, entonces este primer bautismo es ya para él una obligación anticipada de cara a su propia pasión y resurrección: todo lo que acontece entre el bautismo y la cruz está encuadrado por un sentido y un acontecimiento unitario. El bautismo del Jordán es para Jesús un bautismo "con Espíritu Santo", el de la cruz será un bautismo  "de fuego"; el primero es solidaridad con los pecadores que han de purificarse, el segundo será la extinción a sangre y fuego de todo el pecado del mundo.

Sobre este acontecimiento del bautismo de Jesús aparece el cielo abierto y Dios se da a conocer como trinitario: el Padre que envía confirma a "...su Hijo, el amado, el predilecto...", que cumple por libre amor la voluntad trinitaria de salvación; el Espíritu Santo aparece en forma de paloma entre el Padre, en el cielo, y el Hijo que ora en la tierra: transmitiendo al Hijo la voluntad del Padre y llevando al padre la oración del Hijo. Todo entre el bautismo y la cruz-resurrección corresponderá a esta forma aquí visible de la decisión salvífica del Dios unitrino.

Luego de haber celebrado estas fiestas de Adviento en toda su plenitud y fuerza, y al celebrar hoy el bautismo de Cristo, que significa para nosotros nuestro nacimiento a la vida recreada por Nuestro Salvador, el Señor nos conceda vivir nuestra vida cristiana en la actitud del Bautista, para que cuando demos testimonio de nuestra vida podamos decir que no somos nosotros sino es Cristo al que debemos acoger cada día. Pues, tantas veces, sin darnos cuenta robamos la gloria de Dios atribuyéndonos sus dones como si fueran actitudes nuestras y por eso el Bautista invita a  su audiencia a mirar a Cristo, pues nosotros que por el bautismo hemos sido constituidos como sacerdotes, profetas y reyes de Cristo y al mismo tiempo a ser en nuestra vida luz, sal y fermento, lo seremos en la medida que digamos como san Pablo: "... no soy yo sino es Cristo que habita en mí...". Los invito a rezar de una manera particular por todas aquellas personas que a través de sus vidas nos han llevado al encuentro de Cristo y a través de esta labor que han realizado en beneficio nuestro nos han llevado a las aguas de la regeneración para junto con Cristo participar de esta vida nueva con el Padre y de esta manera las palabras del evangelio resuenen en nuestro corazón: "...Tú eres mi en quien me complazco...", porque con la ayuda y la gracia del Espíritu Santo podremos vivir la voluntad de Dios en nuestra vida en toda su radicalidad. Y de esta manera ser agradecidos y gratos a Dios porque el sentido de nuestra vida consiste en que Dios con nosotros realice su voluntad como la manifestó en Cristo.

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú