Fiesta de la Navidad, Ciclo C.

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

MiIs 52, 7-10; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18

"Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” , dice el Salmo responsorial; resuena en esta noche, antiguo y siempre nuevo, el anuncio del Nacimiento del Señor. Resuena para quien está en vela, como los pastores de Belén; resuena para quien ha acogido la llamada del Adviento y, vigilante en la espera, está dispuesto a acoger el gozoso mensaje, que se hace canto en la liturgia: “Hoy nos ha nacido un Salvador”. Vela el pueblo cristiano; vela el mundo entero en esta noche de Navidad que se relaciona con la de hace un año, cuando fue la apertura de la Puerta Santa del Gran Jubileo, Puerta de la gracia abierta de par en par para todos.

Este anuncio, lleva consigo un impulso inagotable de renovación, resuena en esta noche santa con singular fuerza: es la Navidad, memoria viva del nacimiento de Cristo, que ha marcado un nuevo inicio de la historia. Hoy “el Verbo se ha hecho carne y ha venido a habitar entre nosotros” (Jn 1, 14). “Hoy”, en esta noche el tiempo se abre a lo eterno, porque Cristo, ha nacido entre nosotros surgiendo de lo alto. Ha irrumpido en la Historia por el regazo de una Mujer bendita entre todas, Tú, el “Hijo del Altísimo”. Tu santidad ha santificado de una vez para siempre nuestro tiempo: los días, los siglos, los milenios. Con tu nacimiento has hecho del tiempo un “hoy” de salvación, que la muerte no tiene poder de poner límites.

Celebramos en esta noche el misterio de Belén, el misterio de una noche singular que, en cierto sentido, está en el tiempo y más allá del tiempo. En el seno de la Virgen ha nacido un Niño, un pesebre ha sido cuna por la Vida inmortal. Navidad es la fiesta de la vida, porque Jesús, viniendo a la luz como todos nosotros, has bendecido la hora del nacimiento: una hora que simbólicamente representa el misterio de la existencia humana, uniendo el padecimiento del parto a la esperanza, el dolor a la alegría. Todo esto ha ocurrido en Belén: una Madre ha dado a luz; “ha nacido un hombre en el mundo” (Jn 16,21), el Hijo del hombre. ¡Misterio de Belén!

El Verbo de Dios, el Dios que se hace hombre, llora en un pesebre: se llama Jesús, que significa “Dios salva”, porque “porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21). No es un palacio real donde nace el Redentor, destinado a establecer el Reino eterno y universal. Nace en un establo y, viniendo entre nosotros, enciende en el mundo el fuego del amor de Dios (cf. Lc 12, 49). Este fuego no se apagará jamás. ¡Que este fuego arda en los corazones como llama de caridad efectiva, que se haga acogida y sostén para muchos hermanos aquejados por la necesidad y el sufrimiento!

Nos postramos ante el Hijo de Dios. Nos unimos espiritualmente a la admiración de María y de José. Adorando a Cristo, nacido en una gruta, asumimos la fe llena de sorpresa de aquellos pastores; experimentemos su misma admiración y su misma alegría. Es difícil no dejarse convencer por la elocuencia de este acontecimiento: nos quedamos embelesados. Somos testigos de aquel instante del amor que une lo eterno a la historia: el "hoy" que abre el tiempo a la esperanza, porque "un hijo se nos ha dado. Sobre sus hombros la señal del principado" (Is 9,5), como leemos en el texto de Isaías. Ante el Verbo encarnado ponemos las alegrías y temores, las lágrimas y esperanzas. Sólo en Cristo, el hombre nuevo, encuentra su verdadera luz el misterio del ser humano.

Con el apóstol Pablo, meditamos que en Belén "ha aparecido la gracia de Dios, portadora de salvación para todos los hombres" (Tt 2,11). Por esta razón, en la noche de Navidad resuenan cantos de alegría en todos los rincones de la tierra y en todas las lenguas.
Esta noche, ante nuestros ojos se realiza lo que el Evangelio proclama: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él...tenga vida" (Jn 3,16). Ésta es la verdad que en esta noche la Iglesia quiere transmitir. Y todos nosotros procuremos acoger esta verdad, que ha cambiado totalmente la historia. Desde la noche de Belén, la humanidad es consciente de que Dios se hizo Hombre: se hizo Hombre para hacer al hombre partícipe de la naturaleza divina.

El Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II dijo en al año 2000: “¡Tú, Príncipe de la paz, Tú Salvador nacido hoy por nosotros, camina con tu Iglesia por las veredas que se abren ante ella en el nuevo milenio!”

Emmanuel: sé para nosotros la Puerta que nos introduce en el misterio del Padre. ¡Haz que nadie quede excluido de su abrazo de misericordia y de paz!. Por eso la Iglesia hoy invita a todos sus hijos y no solamente invita, sino quiere guiar a todos sus hijos y a todos los hombres de buena voluntad, como en su tiempo fue la estrella a los pastores, a todos los hombres a contemplar al Dios que se hace hombre donándose por amor a todos los hombres, ya desde pequeño, y por eso dejemos que esta luz que ha disipado la oscuridad de la noche, dejemos que penetre en nuestros corazones, para que disipe la oscuridad y el misterio del hombre, como dice la Constitución Dogmática Gaudium et spes: “en el misterio de Cristo se desvela el misterio del hombre”.

Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano "Corazon de Cristo"
Diócesis del Callao - Perú