Inmaculada Concepción de la Santa Virgen María

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Gn 3, 9-15. 20;   Sal 97;  Ef 1, 3-6.11-12;    Lc 1,  26 - 38

 

"Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin." María respondió al ángel: "¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?" El ángel le respondió: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios." Dijo María: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y el ángel dejándola se fue.

La liturgia celebra hoy la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, fiesta que llena de esperanza a toda la humanidad, y que no se presenta solamente como el recuerdo de María de Nazaret, mujer que fue concebida sin pecado porque iba a ser la Madre del Mesías, sino que nos presenta a María como «el feliz comienzo de la Iglesia» (PABLO VI, Exhortación Apostólica «Marialis Cultus», 3). Esta es la fiesta del «comienzo absoluto», cuando Dios comenzó a cumplir sus promesas al elegir a María como la Madre del Salvador, quien fue preservada de la herencia del género humano que es la culpa original, esto a causa de la misión para la que Dios la había destinado desde siempre: ser la Madre del Redentor. Éste es el sentido de la Solemnidad de hoy que, de modo significativo, celebramos durante el Tiempo de Adviento, tiempo litúrgico en el que la Iglesia nos invita a prepararnos para conmemorar el nacimiento, la venida del Mesías en carne.
Esta doctrina que forma parte de nuestra fe es de origen apostólico, aunque el dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus, el Papa Benedicto XVI dice: «Todo esto queda contenido en la verdad de fe de la Inmaculada Concepción. El fundamento bíblico de este dogma se encuentra en las palabras que el Ángel dirigió a la joven de Nazaret: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). «Llena de gracia», en el original griego «kecharitoméne», es el nombre más bello de María, nombre que le dio el mismo Dios para indicar que desde siempre y para siempre: «es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso: Jesús «el amor encarnado de Dios» (Encíclica «Deus caritas est», 12)» (BENEDICTO XVI, Llena de Gracia, el nombre más bello de María, Homilía del 8 de diciembre de 2006)
La primera lectura del Génesis pone al descubierto la realidad del hombre. Éste en el esplendor de su libertad, llevado por los deseos de su voluntad, se convierte en instrumento de su propia perdición. Así, por la seducción de la serpiente, el hombre es engañado y pretende realizar un proyecto paralelo al que Dios le había propuesto. Él mismo quiere ser dios, cree poder ser el conocedor del bien y del mal. El hombre asume una posición contra el amor y contra la verdad, es decir contra Dios, entonces se destruye a sí mismo y destruye el orden del mundo, no encuentra la vida, sino que obra hacia la muerte. En la segunda lectura San Pablo nos dice cual es el plan de Dios, porque El nos ha elegido, nos ha destinado a ser hijos suyos, por misericordia nos ha nombrado herederos de su Reino, como hermanos de Cristo. San Pablo, aunque no ha nombrado directamente a la Virgen en este pasaje, hoy nos hace ver que Ella fue la primera salvada por su Hijo, así lo expresa la oración colecta al inicio de la Eucaristía: «Preparaste a tu Hijo una digna morada y en previsión de su muerte, preservaste a María de todo pecado».
La Solemnidad de la Inmaculada Concepción pone de manifiesto la historia de donación total del plan de Dios, que es una historia de gracia y de llamada a una vocación santa para aquél que escucha y acoge la voz del Pastor. En este sentido, María es la sierva en quien se realiza la intervención de Dios de manera singular y que no se volverá a repetir, pues así la propia Virgen con inspiración divina lo manifiesta en el cántico del Magníficat: «...me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí...». María no está situada fuera de la redención. Es de nuestra carne y de nuestra raza, «de la estirpe de Adán». Es redimida como todos nosotros por su Hijo, pero Ella es redimida desde su concepción, Ella no conocerá la noche, será la primavera de la humanidad renovada. María es así la profecía viviente de la realidad a la que todos estamos predestinados: «…El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, nos ha elegido en Cristo, antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor…» (Ef 1,4).
La liturgia de la Inmaculada Concepción, además de la exención del pecado original, celebra principalmente la plenitud de la gracia de María y su apertura sin límites a la voluntad de Dios. El misterio de María es un misterio de elección divina, de santidad, de plenitud de gracia y de fidelidad al plan de Dios: la «resplandeciente santidad del todo singular de la que fue enriquecida desde el primer instante de su concepción» (LG 56), le viene toda entera de Cristo. El Padre la ha bendecido con toda clase de bendiciones en los cielos, más que a ninguna otra persona.
Hoy somos invitados a retornar al paraíso del Edén, esto es, a la vida de gracia, a la unión con Dios, a vivir como el ángel le dijo a María: «...el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra…». Hoy, por tanto, es el día en que podemos unidos a María decir: «...hágase en mí según tu palabra…».
En la Encíclica Spe Salvi, el Papa Benedicto XVI dice: «…Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su “sí”, su fiat, abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (Jn 1,14)? Por ti, por tu “sí”, la esperanza de milenios debía hacerse realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la grandeza de esta misión y has dicho “sí”: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Cuando llena de santa alegría fuiste aprisa por los montes de Judea para visitar a tu pariente Isabel, te convertiste en la imagen de la futura Iglesia que, en su seno, lleva la esperanza del mundo por los montes de la historia» (BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Spe Salvi, 30 noviembre de 2007, 50).

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú