Sábado Santo

Mateo 28, 1-10

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Gn 1, 1-2,2;   Gn 22 1-18;   Ex 14, 15-15,1;   Is 54, 5-14;   Is 55, 1-11;   Ba 3, 9-15.32-4,4;   Ez 36, 16-28; Rm 6, 3-11;   Mt 28, 1-10 

Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran terremoto, pues el Ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: "Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis." Ya os lo he dicho." Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: "¡Dios os guarde!" Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice Jesús: "No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán."

Desde la celebración del Viernes Santo hasta el Sábado Santo a medianoche la Iglesia invita a todos los fieles a un silencio y espera profundos, a meditar en el descenso de Cristo a los infiernos, porque en la muerte de Cristo en la cruz, el Señor de la vida ha bajado a despertar a todos aquellos que en esperanza aguardaban al Mesías-Salvador, por eso en el arco del término de la Adoración de la Cruz, hasta el inicio de la Santa Vigilia Pascual, en toda la Iglesia no hay ningún tipo de celebración.

En las oraciones litúrgicas del Sábado Santo nos impresiona, la profunda paz que se respira. Cristo se ha ocultado, pero a través de estas tinieblas impenetrables  se ha convertido también en nuestra Salvación. En esta liturgia ocurre que, cuanto más avanza,  comienzan a lucir en ella, como en la alborada, las primeras luces  de la mañana de pascua. El Siervo de Dios Juan Pablo II nos dice: «...Esta noche, la liturgia nos habla con la abundancia y la riqueza de la palabra de Dios. Esta Vigilia no sólo es el centro del año litúrgico, sino, de alguna manera, su matriz. En efecto, a partir de ella se desarrolla toda la vida sacramental. Podría decirse que está preparada abundantemente la mesa en torno a la cual la Iglesia reúne esta noche a sus hijos...» (Juan Pablo II, Homilía en la Vigilia Pascual, 1999).

La Vigilia Pascual es una celebración de tipo catequético por todos los ritos que se siguen en ella, en donde todos los signos hablan del Señor Resucitado. Por eso que toda la celebración debe estar centrada en este acontecimiento: Cristo nuestra esperanza ha Resucitado; esta es la novedad en la vida cristiana, es la característica y diferencia entre el hombre creyente del no creyente. El creyente tiene puesta la esperanza en este Cristo resucitado el que da sentido a la vida del hombre, el que recrea su existencia, sana las heridas más profundas de odio y resentimiento del corazón, y concede al hombre la gracia para amar a aquellos que no lo aman. El Papa Benedicto XVI dice: «...Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá imaginario, su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza (...) su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que, sin embargo, esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es «realmente» vida... (Spe Salvi, 31)».

En palabras de San Agustín: «... Con su resurrección, nuestro Señor Jesucristo convirtió en glorioso el día que su muerte había hecho luctuoso. Por eso, trayendo a la memoria ambos momentos, permanezcamos en vela recordando su muerte y alegrémonos acogiendo su resurrección. Ésta es nuestra fiesta y nuestra pascua anual; no ya en figura como lo fue para el pueblo antiguo la muerte del cordero, sino hecha realidad como a pueblo nuevo, por la víctima que fue el Salvador, pues ha sido inmolado Cristo nuestra Pascua (1 Cor 5,7) y lo antiguo ha pasado, y he aquí que todo ha sido renovado (2 Cor 5,15). Lloramos porque nos oprime el peso de nuestros pecados y nos alegramos porque nos ha justificado su gracia, pues fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación (Rom 4,25)...» (Sermón 221).

La luz del cirio pascual –luz de Cristo resucitado- vence a las tinieblas, la vida vence a la muerte. Cristo ha resucitado. Cristo vive y está aquí con nosotros, y nos habla al  corazón.  «... Nada puede satisfacer eternamente al hombre sino el estar con Dios. Una eternidad sin esta unión con Dios sería una condena. Sólo Cristo resucitado puede llevarnos hacia arriba, hasta la unión con Dios, hasta donde no pueden llegar nuestras fuerzas. Él carga verdaderamente la oveja extraviada sobre sus hombros y la lleva a casa. Nosotros vivimos agarrados a su Cuerpo, y en comunión con su Cuerpo llegamos hasta el corazón de Dios. Y sólo así se vence la muerte, somos liberados y nuestra vida es esperanza. Éste es el júbilo de la Vigilia Pascual: nosotros somos liberados. Por medio de la resurrección de Jesús el amor se ha revelado más fuerte que la muerte, más fuerte que el mal....» (Benedicto XVI, Homilía en la Vigilia Pascual 2007).

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú