Solemnidad de la Santísima Trinidad

Juan 3, 16-18:

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

 Ex 34, 4b-6. 8-9;   Sal  Dan 3, 52-56;   2Co 13, 11-13;   Jn 3, 16-18 

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. 

En este domingo, que sigue a Pentecostés, celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Gracias al Espíritu Santo los creyentes podemos conocer, por decirlo así, la intimidad de Dios mismo, descubriendo que Él es comunión de amor, vida dada y recibida en un diálogo eterno entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo, el Papa Benedicto XVI nos dice al respecto: «... Después del tiempo pascual, después de haber revivido el acontecimiento de Pentecostés, que renueva el bautismo de la Iglesia en el Espíritu Santo, dirigimos la mirada, por decirlo así, "a los cielos abiertos" para entrar con los ojos de la fe en las profundidades del misterio de Dios, uno en la sustancia y trino en las personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo...» (Benedicto XVI; Homilía en la Solemnidad de la Santísima Trinidad, 3 de junio 2007).

La Trinidad es para nosotros un misterio de salvación y de vida en plenitud. Dios que es indefinible, impensable, es lo primero y lo último, lo profundo, el fundamento de todo lo que existe. La Trinidad tiene que estar presente en cada momento de nuestra vida, porque es la vida del hombre. El Siervo de Dios Juan Pablo II desarrolló varias catequesis sobre el Misterio de la Trinidad, en una de ellas nos dice: «...La Santa Iglesia en su fe trinitaria se siente unida a todos los que confiesan al único Dios. La fe en la Trinidad no destruye la verdad del único Dios; por el contrario, pone de relieve su riqueza, su contenido misterioso, su vida íntima. Esta fe tiene su fuente -su única fuente- en la revelación del Nuevo Testamento. Sólo mediante esta revelación es posible conocer la verdad sobre Dios uno y trino. Efectivamente, éste es uno de los 'misterios escondidos en Dios, que -como dice el Concilio Vaticano I- si no son revelados, no pueden ser conocidos'...» (Juan Pablo II, Catequesis Dios Uno y Trino, 27 de noviembre de 1985).

En otra de estas catequesis el Siervo de Dios Juan Pablo II nos dijo: «... El misterio aquí se hace profundísimo: tres Personas distintas y un solo Dios. ¿Cómo es posible? La razón comprende que no hay contradicción, porque la Trinidad es de las personas y la unidad de la Naturaleza divina. Pero queda la dificultad: cada una de las Personas es el mismo Dios, entonces cómo se distinguen realmente? Las tres Personas divinas se distinguen entre sí únicamente por las relaciones que tienen Una con Otra: y precisamente por la relación de Padre a Hijo, de Hijo a Padre; de Padre e Hijo a Espíritu, de Espíritu a Padre e Hijo. En Dios, pues, el Padre es pura Paternidad, el Hijo pura Filiación, el Espíritu Santo puro 'Nexo de Amor' de los Dos, de modo que las distinciones personales no dividen la misma y única Naturaleza divina de los Tres...» (Juan Pablo II, Catequesis Tres personas distintas y un solo Dios verdadero, 4 de diciembre de 1985).

El dogma de la Santísima Trinidad para los cristianos se ha considerado el dogma inescrutable para la razón humana, Jesucristo mismo dice: 'Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo' (Mt 11, 27). Como enseña el Concilio Vaticano I: 'Los divinos misterios por su naturaleza superan el entendimiento creado de tal modo que, aun entregados mediante la revelación y acogidos por la fe, sin embargo permanecen cubiertos por el velo de la misma fe y envueltos por una especie de oscuridad, mientras en esta vida mortal estamos 'en destierro lejos del Señor, porque caminamos en fe y no en visión' (2 Cor 5, 6)'. Esta afirmación vale de modo especial para el misterio de la Santísima Trinidad: incluso después de la Revelación sigue siendo el misterio más profundo de la fe, que el entendimiento por sí solo no puede comprender ni penetrar. En cambio, el mismo entendimiento, iluminado por la fe, puede, en cierto modo, aferrar y explicar el significado del dogma. Y de este modo puede acercar al hombre al misterio de la vida íntima del Dios uno y trino.

El universo, para quien tiene fe, habla de Dios uno y trino, como lo sostiene el Concilio Vaticano I. Todo lo que existe remite a un Ser que se comunica en la multiplicidad y variedad de los elementos, como en una inmensa sinfonía. El Siervo de Dios Juan Pablo II nos dijo: «...Entre las diversas analogías del misterio inefable de Dios uno y trino que los creyentes pueden vislumbrar, quisiera citar el de la familia, la cual está llamada a ser una comunidad de amor y de vida, en la que la diversidad debe contribuir a formar una "parábola de comunión"...» (Juan Pablo II, Catequesis Dios Uno y Trino, 27 de noviembre de 1985).

Podemos concluir diciendo que conocemos al Dios: Uno y Trino a través de su obra Redentora, por medio de la cual nuestros pecados han sido perdonados en la muerte de Cruz del Hijo, con la cual hemos sido reconciliados con el Padre y hechos por tanto hijos de adopción, y por este nuevo nacimiento que nos hace partícipes de la vida de Santidad se nos da y comunica el Espíritu Santo. San Agustín nos dice al respecto: «...El Espíritu Santo es algo común entre el Padre y el Hijo..., la misma comunión consustancial y co-eterna... Ellos no son más que tres: Uno que ama a quien procede de Él; Uno que ama a Aquel de quien recibe el origen; y el amor mismo...» (San Agustín, De Trinitate, VI, 5, 7; CC 50, 295. 236).

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú