XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mt 13, 24-43

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Sb 12, 13.16-19; Rm 8, 26-27; Mt 13, 24-43



Otra parábola les propuso, diciendo: “El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo y se fue. Cuando brotó la hierba, y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: ‘Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?’ Él les contestó: ‘Algún enemigo ha hecho esto.’ Dícenle los siervos: ‘¿Quieres pues que vayamos a recogerla?’ Díceles: ‘No, no sea que al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero’ ”. Otra parábola les propuso: “El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas”. Les dijo otra parábola: “El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo”. Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Abriré con parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo. Entonces despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: “Explícanos la parábola de la cizaña del campo”. El respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo, la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mudo, y los segadores son los ángeles. De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos que oiga”.

En el evangelio de este domingo volvemos a encontrar el mismo contexto que la parábola de la semana anterior nos manifestaba: el reino de Dios, el cual Jesús da a conocer en parábolas, y a través de ellas, nos quiere revelar los secretos de este Reino que debe ir creciendo en este mundo. Así nos lo explica el Siervo de Dios Juan Pablo II cuando en una de sus catequesis dice: «...El reino de los cielos ―leemos en este evangelio― es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente la más pequeña de cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas» (Mt 13, 31-32). Se trata del crecimiento del Reino en sentido «extensivo». Por el contrario, la otra parábola muestra su crecimiento en sentido «intensivo» o cualitativo, comparándolo a la «levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo» (Mt 13, 33)...» (Juan Pablo II,  Catequesis El crecimiento del reino de Dios según las parábolas evangélicas, 25 de septiembre de 1991).

La primera lectura nos hace presente el amor de Dios a los hombres que ha creado, tema constante en el Antiguo Testamento, porque toda la Historia de la salvación es anuncio de este amor de Dios para con nosotros,  de acciones misericordiosas de Dios que conduce al pueblo de Israel. El texto del libro de la Sabiduría medita sobre la justicia de Dios cuando nos dice: «...Tú juzgas con indulgencia...». La justicia de Dios a través de la historia se muestra como totalmente distinta de la justicia de los hombres, muy distinta de la justicia del mundo. Porque en el origen de su justicia está su misericordia y  paciencia, Dios tiene su propio tiempo. Sólo Dios que lo ha creado todo y del que nadie puede escapar, es capaz de tener paciencia y juzgar indulgentemente, por eso nos dice el texto: «...Has dado a tus hijos una maravillosa esperanza: que a los que han pecado les concedes la conversión...».

Dentro de cada hombre permanentemente hay dos fuerzas antagónicas: el bien y el mal, pero también se nos presenta la esperanza de alcanzar la salvación. Por ello Jesús nos habla del perdón de los pecados y la conversión. Es a través de una de las parábolas que narra Jesús acerca del crecimiento del reino de Dios en la tierra, que podemos descubrir el carácter de lucha que entraña alcanzar el Reino, esto por causa de la presencia y la acción constante del maligno: «...un «enemigo» que «siembra cizaña (gramínea) en medio del grano». (...) Los siervos del amo del campo querrían arrancarla, pero éste no se lo permite, «no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo...». Esta parábola explica la coexistencia y, con frecuencia, el entrelazamiento del bien y del mal en el mundo, en nuestra vida y en la misma historia de la Iglesia. Esto supone una visión trascendente de la historia, en la que se sabe que todo pertenece a Dios y que todo resultado final es obra de su Providencia. Como quiera que sea, no se nos oculta aquí el destino final ―de dimensión escatológica― de los buenos y los malos; está simbolizado por la recogida del grano en el granero y la quema de la cizaña...» (Juan Pablo II,  Catequesis El crecimiento del reino de Dios según las parábolas evangélicas, 25 de septiembre de 1991).

Queda evidenciado que el reino que nos anuncia Jesús tiene un carácter espiritual y que para entrar en él, es necesario convertirse y creer en el Evangelio, liberándonos de las dominaciones del espíritu de las tinieblas. Como dice Jesús: «...Si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el reino de Dios...» (Mt 12, 28). Así la trascendencia del reino de Dios se fundamenta en el hecho de que no deriva de una iniciativa humana, sino del plan, del designio y de la voluntad de Dios mismo. Jesucristo, lo hace presente y lo actúa en el mundo.

El Papa Benedicto XVI dice: «...Llama la atención la importancia que adquiere la imagen de la semilla en el conjunto del mensaje de Jesús. El tiempo de Jesús, siendo el tiempo de los discípulos, es el de la siembra y de la semilla. El “Reino de Dios” está presente como una semilla. Vista desde fuera, la semilla es algo muy pequeño. A veces, ni se la ve. El grano de mostaza –imagen del Reino de Dios- es el más pequeño de los granos, y sin embargo, contiene en sí un árbol entero. La semilla es presencia del futuro. En ella está escondido lo que va a venir. Es promesa ya presente en el hoy...» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, 230).

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú