XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 21, 33-43

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Nuevamente por tercera semana consecutiva aparece en el texto del evangelio la palabra viña. Tenemos que poner mucha atención porque si en el primer domingo el dueño de la viña llamaba a trabajar en su viña a diferentes horas, en la segunda semana, el evangelio nos presentaba que para trabajar en esta viña hay una disposición interna que debe mover al hombre que es la obediencia, con la cual el hombre responde a la fidelidad del dueño de la viña por el amor que le tiene. El presente evangelio da un paso más con respecto al dueño de la viña en referencia a los trabajadores de ésta; pues como dice el evangelista: se la quitará y se la entregará a otros.

A continuación daremos algunos comentarios breves sobre la segunda lectura y el evangelio.

Pablo, que se considera parte del resto, nos da en la segunda lectura una descripción de los sentimientos que reinan o deberían reinar en él. Y si en la Iglesia infiel predomina una inquietud permanente, una búsqueda de lo nuevo o de lo novedoso, de lo más aprovechable temporalmente, de lo que asegura la mejor propaganda, en el resto fiel, a pesar de la persecución, o precisamente en la persecución, domina “…la paz de Dios que sobrepasa todo juicio…”. Y si Pablo promete a la comunidad: “…El Dios de la paz estará con vosotros…”; entonces se reconocerá al verdadero cristiano por esa paz que reina en él, aunque lamente la actual situación del cristianismo y pertenezca a los que tienen hambre y sed, que son llamados bienaventurados.

En el evangelio, es indudable que la parábola de los “viñadores perversos” se refiere en primer lugar al comportamiento de Israel en la historia de la salvación: los criados enviados por el propietario de la viña para percibir los frutos que le correspondían son ciertamente los profetas, que son asesinados por los labradores egoístas por exigir lo que corresponde a Dios. Pero la parábola no estaría en el Nuevo Testamento si no afectara de alguna manera a la Iglesia. Esta Iglesia, como dice la parte final del evangelio, es precisamente el pueblo al que se ha dado el Reino de los cielos quitado a Israel para que Dios pueda recoger por fin los frutos esperados. Es pertinente cuestionarnos, en este momento, si los recoge realmente de la Iglesia tal y como nosotros la representamos. Verdaderamente los percibe de los criados enviados en la Iglesia, sobre todo de los santos, pero la cuestión primordial es: ¿cómo los ha recibido la Iglesia y cómo los recibe todavía? En la mayoría de los casos mal, y muchas veces no los recibe en absoluto; muchos de ellos experimentan una especie de martirio dentro de la misma Iglesia: rechazo, sospecha, burla, desprecio.  Las palabras de Jesús siguen siendo verdaderas: “…No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre parientes y en su casa…” (Mc 6,4). Y todo miembro de la Iglesia tendrá que preguntarse también si y en qué medida la decepción de Dios a causa de la viña que él ha plantado con tanta misericordia –“…esperaba que diera uvas y dio agrazones…”- le afecta a él personalmente, a él que está habituado a criticar a la Iglesia como tal. 

Para poder entrar en la interpretación del evangelio, la primera lectura nos da elementos muy importantes. En la primera lectura, la viña hace referencia al pueblo de Israel, mientras que en el evangelio los trabajadores de la viña, a quienes el dueño se la había encomendado, según algunos exegetas, hacen referencia a los judíos; esto quiere decir que la viña según el contenido de la primera lectura y los trabajadores de la viña como se describe en el evangelio aluden al mismo pueblo de Israel. Entonces podemos decir que siguiendo la misión profética, según el Antiguo Testamento, el pueblo de Israel ante Dios siempre fue un pueblo infiel e idólatra; por esto, en el hecho que en el evangelio se diga que el dueño de la viña entregará a otros labradores su viña; el evangelista nos está queriendo decir que con Cristo, el Mesías esperado, se iniciaría una nueva economía en la historia de la salvación.

El evangelista Mateo está señalando que el nuevo pueblo-los nuevos trabajadores de la viña, no serán aquellos que pertenezcan por una descendencia de linaje (de la carne y de la sangre), sino que estos nuevos trabajadores, que serán llamados a la viña, serán el nuevo pueblo de Dios que se funde y nazca del misterio pascual de su Hijo amado. Pues la redención, que es la obra de Cristo, no sólo librará al hombre del infierno y de la muerte eterna sino que esto significará como se encuentra en el pasaje del profeta Ezequiel: “…Os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne y os infundiré mi espíritu…”. Entonces para el evangelista Mateo, estos son los verdaderos trabajadores de la viña del Señor, que hoy, el presente evangelio anuncia.

Debemos también tener presente, para no caer en una presunción, que estos nuevos trabajadores de la viña están llamados a vivir en una alianza íntima con el jefe de la viña a través de Cristo; como lo anuncia la segunda lectura de este día. Por eso, si el castigo a la infidelidad de los primeros viñadores ha significado que se les arrebate la viña; la pena y el castigo para los segundos llamados a ser labradores de la viña será mayor, como el mismo Mateo en el capítulo 5 de su evangelio dice: “…vosotros sois la sal de la tierra, más si la sal se desvirtúa con qué se la salará, no sirve ni para tirarla al estercolero…”.

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú