II Domingo de Adviento, Ciclo A

Mateo 3, 1-12

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Is 11, 1-10;    Sal 71;   Rm 15, 4-9;   Mt 3, 1-12 

Por aquellos días se presenta Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: "Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos" Este es de quien habló el profeta Isaías cuando dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas.

Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a su cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Pero viendo venir muchos fariseos y saduceos a su bautismo, les dijo: "Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad pues, fruto digno de conversión y no creáis que basta con decir en vuestro interior: 'Tenemos por padre a Abraham'; porque os digo que puede Dios de estas piedras suscitar hijos de Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo con agua en señal de conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga." 

La semana pasada, I del tiempo de adviento, las lecturas nos invitaban a vivir en una radical esperanza – espera, en el Señor. Así el evangelio sintetizaba esta expectativa, cuando decía: “...no será tomado y el otro dejado,...”; pues Dios, en nosotros debe ver la obra de sus manos, el cumplimiento de su voluntad, la imagen de su Hijo. De otra manera nos dirá, como aquella frase del evangelio de Mateo: “...Señor hemos comido y bebido contigo,..., no os conozco apartaos de mi agentes de iniquidad, ...”.

La presente semana, las lecturas nos presentan a Cristo como el Señor de Nuestra Esperanza, pero a quien no se le debe seguir sólo como una doctrina, sino una vida a abrazar, porque a todo aquel que cree en El, su vida deberá transformarse, este será, el significado por el que el Bautista usa frases duras contra los fariseos. De esta manera el adviento cobra todo su sentido, pues es esperar en el cumplimiento de la Esperanza en la cual vivimos y que esta se lleve a plenitud en nuestras vidas; en esta tensión radical nos ponen las lecturas.

 A continuación, ofrecemos un pequeño comentario sobre cada lectura, y luego daremos ideas para la homilía, de la presente semana.

El evangelio presenta al precursor en plena actividad. Prepara el camino al que viene, confesando a los pecadores que se convierten y bautizándolos, a la espera del que viene detrás de él y puede más que él, se preparan para acoger al que viene. No puede uno confiarse del pasado, de la pertenencia carnal a la descendencia de Abraham. Las palabras de Juan Bautista: "...Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas piedras...", son proféticas, para los judíos esas piedras son los pueblo paganos; Aquel que está lleno del Espíritu y viene detrás de Juan puede convertirlos en hijos de Dios. Juan se postra ante él en una actitud de profunda humildad. Porque, en lugar de con agua, Él bautizará con el Espíritu Santo y fuego. Un fuego que es el mismo Dios, el fuego de un amor divino que Él traerá y arrojará sobre la tierra, fuego que puede consumir el egoísmo de las almas; fuego del amor que al mismo tiempo será el fuego del juicio para los que no quieren amar, aquellos que son comparados con la paja: "...quemará la paja en una hoguera que no se apaga..." Dios es un fuego devorados, quien no quiera arder en su llama de amor, se abrasará eternamente en ese fuego.

En la primera lectura vemos como Dios viene ahora en una figura terrena; como el  "...renuevo del tronco de Jesé...". Pero su venida es única y definitiva. Según la primera lectura, tres cosas caracterizan esta venida: en primer lugar la plenitud del Espíritu del Señor que capacita al que viene para las otras dos cosa, para el juicio separador a favor de los pobre y desamparados contra los violentos y los pecadores, y para la instauración de una paz supraterrenal que transforma totalmente la naturaleza y la humanidad. El Espíritu de sabiduría y de conocimiento que llena al que viene, se derrama sobre el mundo, de modo que el mundo queda "...lleno de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar...". Lo que el que está lleno del Espíritu es y tiene, lo ejerce juzgando; lo reparte llenando al mundo con su Espíritu. En la Biblia conocer a Dios nunca es un conocimiento teórico, sino impregnarse totalmente de la comprensión íntima de lo que Dios es; y este conocimiento es la paz en Dios, la participación en la paz de Dios.

En la segunda lectura, la llama del amor que trae el portador del Espíritu desborda los límites del pueblo de Israel y llega al mundo. Los judíos, elegidos desde antiguo, y los paganos, no elegidos pero ahora admitidos a la salvación, formarán en lo sucesivo una unidad  en el amor. Pablo manifiesta, en este texto, la urgencia de que se acojan mutuamente, así como Cristo nos ha acogido para gloria de nuestro Creador. El Hijo realiza dos cosas: la justicia de la alianza de Dios, pues en su existencia terrena cumple todas las profecías; y la misericordia divina para con todos aquellos que todavía no saben nada de la alianza. El portador del Espíritu que anuncia Isaías, instaurará una paz verdadera y divina sobre la tierra.

 El evangelio del presente domingo nos ofrece una serie de palabras, cuyo significado es importante para comprender, aquello que el evangelista quiere transmitir. En primer lugar: el desierto, lugar geográfico, inhóspito, donde no hay vida, no se podría vivir, por si mismo. Aquí encontramos al Bautista predicando, como se diría de otra manera: haciendo un anuncio de esperanza, para aquellos cuya vida la sentían como un desierto. Pero dando un paso más adelante, no es esta ¿la situación del hombre que ha dado la espalda a Dios?, y por eso la figura del Bautista, se actualiza hoy, en este ministerio, para  que seamos ayudados a ver nuestra realidad verdadera, para acoger el anuncio de salvación, orientándonos hacia donde tenemos que encaminarnos. En segundo lugar: arrepentirse porque esta cerca el reino de los cielos; esta invitación que hace el Bautista, a sus oyentes, la encontramos luego del primer anuncio de los apóstoles a su audiencia el día de Pentecostés: “...convertíos y creed en la buena noticia,...”. Pues esta palabra arrepentimiento, no sólo indica una actitud simple de deseo de rectificarse de algo no obrado bien, sino que se debe entender desde el contexto de la conversión, que implica: un cambio de mentalidad, o sea, de pensar, de ver, de toda la concepción de la vida; y de comportamiento, o sea de la vida, según como Cristo nos la ha revelado, pues Él dice de sí: “…Yo Soy: el camino la verdad y la vida…”

 En tercer lugar: éste es aquel, no está referido a Cristo sino a la persona del Bautista. Es importante por la tanto esta figura en la Escritura, El es el signo, que ha llegado el tiempo del cumplimiento de las promesas, de lo contrario óomo podríamos saber, hacia donde encaminarnos; en el evangelio de Lucas se pone de manifiesto el significado de su misión: “...para preparar un pueblo bien dispuesto ...”. En un cuarto lugar: vestiduras hechas de pelo de camello; según la teología bíblica, el vestido expresa, el momento que se vivía o se celebraba. En el caso del Bautista, muchos autores sostienen que sus vestidos expresan tiempo de espera y de llamada a convertirse. En la lectura de Joel, que se lee para el miércoles de ceniza, el profeta hace alusión a los vestidos de penitencia; diversos a los vestidos cuando el novio está presente: que son días de fiesta.

 En quinto lugar: raza de víboras, quien va escapar de la ira inminente;  son palabras con un gran acento escatológico, pues anuncian el “Día del Señor”, según el Antiguo Testamento, día del juicio; pero en Cristo, en el sentido del Nuevo Testamento, la justicia de Dios se ha manifestado en el perdón de los pecados y la vuelta a la comunión con Dios – Padre, por medio del Hijo. Pero esta salvación se realiza si se acepta al Mesías, pues la pertenencia al pueblo de la Nueva Alianza, lo señala el mismo Cristo: “...esto Pedro no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el Cielo, ...”. Por eso la invitación a las obras “dignas de conversión”, porque lo que justifica no es la ley sino la Fe (aceptación) de Aquel que el Padre ha enviado, esto es a la Persona de Cristo. En sexto lugar: Aquel que viene después de mi es más fuerte que yo; en esta frase podemos ver el cumplimiento de la profecía de Isaías, la que hemos escuchado en la primera lectura; es Aquel que viene con el Espíritu de Dios, con el mismo Espíritu con que Dios dio vida a todo ser viviente, y dio aliento al hombre creado a su imagen y semejanza; Espíritu que ungió y asistió a los: Patriarcas, Reyes y profetas, y no como aquellos falsos profetas que vivieron según su propio espíritu. Por eso que, al Mesías le acompañarán los siete dones del Espíritu y restaurará: La justicia y la Paz.

 S. Pablo en la segunda lectura, nos invitaba a acogernos unos a otros, como Cristo nos ha acogido. El mismo S. Pablo, dirá más adelante: “...El ha destruido el muro que separaba a los dos pueblos,...”; y por eso Cristo es nuestra Paz porque en Él, con su aceptación y muerte de Cruz, los hombres podemos amarnos. Entonces podemos llegar al día del natalicio de Cristo diciendo que verdaderamente es Noche de Paz, porque ha nacido Aquel por quien los hombres podemos perdonarnos y amarnos. De esta manera se podrá establecer la justicia, entre los hombres, porque es fruto del amor al hermano, y de la santidad de Dios, que por el Espíritu, recibido en el bautismo ya poseemos como herederos y elegidos para la Gloria de Dios. Por eso San Bernardo Abad, habla de la venida de Cristo intermedia, esto es que son tres: la venida en la carne, la última que será cuando venga en su gloria, y la intermedia que es aceptar a Cristo en nuestra vida, es la conversión espiritual y el cambio de corazón y vida. 

 Como ayuda se sugiere, en las celebraciones litúrgicas dominicales explicar lo que significa la corona de adviento, incluso incentivar para que se realice en los hogares.  

 

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú