XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 21, 33-43

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Is 5, 1-7; Sal 79;Filp 4,6-9; Mt 21, 33-43

«“Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó.  Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon.  De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘a mi hijo le respetarán.’ Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia.’  Y, agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?” Dícenle: “A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo.”  Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?  Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos.”»  

          La semana pasada, el Evangelio nos presentó como tema de fondo que aquello que lleva a cumplir al hombre la voluntad de Dios, no solamente es una sumisión a la ley sino una conversión de vida. 

          En la presente semana, la primera lectura nos presenta de una manera simbólica, a través de la viña, la historia del amor de Dios a su pueblo; pero al mismo tiempo nos presenta a este Dios de amor anunciando el castigo por la infidelidad e infecundidad del pueblo. 

          No nos detendremos a desarrollar el tema de esta primera lectura, desarrollaremos el contenido que propone la parábola del evangelio de Mateo. Es necesario, antes de profundizar, poner un marco a este texto: San Juan recoge de labios de Jesús: “...Yo soy la vid verdadera y mi padre es el viñador.  Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto...” (Jn 15, 1-2). 

          Retornando el pasaje del evangelio de Mateo, referido a los viñadores homicidas, es posible que esta parábola haga referencia a toda la problemática que se da alrededor de la actividad agrícola: al propietario, a la tierra en sí, a aquellos que laboran la tierra, etc.  El evangelista, por tanto, recogiendo las enseñanzas de Jesús a través del siguiente episodio, quiere señalar y poner en realce el rechazo del hombre a la salvación ofrecida por Dios a través de su hijo amado: Cristo, el Mesías.  De esta manera, como hemos dicho, este pasaje tiene como hilo conductor la historia de salvación. 

          Muchas veces hemos pensado que los evangelistas desean poner en evidencia la dureza del pueblo de la primera alianza, pero esta manera de interpretar sus sentidos sería incompleto si no se agrega que el pueblo de la primera alianza representa a todo hombre que piensa que la salvación se realiza por el simple hecho de un conocimiento y una sumisión a la misma.  Sin embargo, la salvación es una intervención directa de Dios en la vida del hombre.  Por eso, San Pablo dirá en la segunda carta a los Corintios: “pasó lo viejo y todo es nuevo”. 

          Ahora sería necesario describir brevemente a los personajes del presente texto evangélico:

-         Los viñadores: representan al pueblo de la primera alianza y, sobre todo, a los escribas, sacerdotes del pueblo, etc.

-         Los siervos: son aquellos que son enviados por el propietario de la viña.  A éstos los podemos identificar a través de la figura de los profetas, cuya misión era denunciar el culto exterior y la infidelidad por parte del pueblo de la alianza.

-         El hijo: está referido al Mesías, a Cristo, que ha dado cumplimiento a todo aquello que los profetas anunciaban.

-         El propietario: es el mismo Dios que ha dado a conocer su voluntad, constituyendo el primer pueblo a través de la alianza del Sinaí.

-         Otros viñadores: son aquellos que han acogido la voluntad del propietario,  serán los verdaderos viñadores.  Éstos, a su vez, representan a los creyentes, a los cristianos que han acogido a Cristo, Hijo de Dios, como Salvador. 

A todo lo anterior, esta parábola hace presente la justicia de Dios que anuncia nuevos tiempos (por eso, el evangelista habla de nuevos viñadores).  Esta parábola nos hace presente, fundamentalmente, que el amor de Dios, aunque el hombre le haya sido infiel, se mantiene. 

          La salvación y el dueño de la viña nunca dejarán de estar a disposición del hombre, independientemente que el hombre mismo rechace este ofrecimiento o lo acepte.  Diciéndolo de una manera, quizás no muy correcta: la espera de Dios es que pueden participar todos los hombres en la viña; todos aquellos que, por la gracia de Dios, se abran a este hecho redemptor. 

Cristo es la viña que significa el Reino del Padre.  Cristo, para poder ser participe de esta viña, se ha hecho camino verdadero que nos introduce a la Vida que es el Reino.        

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú