Solemnidad de la Asunción de la Virgen Maria.

Lucas 1, 39-56

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Ap 11, 19; 12, 1-.10;   Sal 14;   1Co 15, 20-27;   Lc 1, 39-56 

En aquellos días se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena del Espíritu Santo y exclamó a gritos: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”. Y dijo María: “Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso. Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías. Acogió  a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como había anunciado a nuestros padres- a favor de Abraham y de su linaje por los siglos.” María se quedó con ella unos tres meses, y luego se volvió a su casa. 

En la presente semana la liturgia hace un paréntesis entre las lecturas del tiempo ordinario, para celebrar la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los Cielos. En el año 1950 la bula Munificentissimus Deus proclama este dogma de fe: la elevación del cuerpo de María a la gloria celeste, «dogma divinamente revelado». Verdad que significa que en el cielo no está solamente el cuerpo glorioso y resucitado de Cristo, sino que también, de manera privilegiada, goza su Madre, la mujer que lo llevó en su seno: «...Era necesario que la madre compartiera la morada del Hijo de su seno...» (San Germán, Homilía 1 in Dormitionem: PG 98, 348). De esta manera el nuevo Adán y la nueva Eva nos anuncian nuestra participación futura en la resurrección de los muertos. Es así que María en este privilegio, del cual no participa otra criatura humana, es modelo de fe y signo de la realidad futura a la cual estamos llamados los creyentes, como la primera discípula.

En el evangelio San Lucas nos da a entender que María es la verdadera Arca de la alianza, morada de Dios aquí en la tierra. En María Dios habitó realmente, se hizo presente aquí en la tierra. María se convierte en su tienda. San Agustín dice: «Antes de concebir al Señor en su seno, ya lo había concebido en su alma». Había dado al Señor a través de su sí el verdadero Templo donde Dios se encarnó, donde Dios se hizo presente en esta tierra. Este es todo el contenido del dogma de la Asunción de María al cielo en cuerpo y alma, María es totalmente en cuerpo y alma, y para siempre la morada del Señor.

La Asunción de María no sólo nos invita a la admiración, sino que nos señala el camino de la vida, nos muestra cómo podemos llegar a ser felices, si, tal como María nos abandonamos de manera confiada a que el Señor obre en nuestras vidas, aún cuando en muchos momentos no entendamos los acontecimientos, pero como María estamos llamados a responder: «hágase en mi según tu palabra» y guardar en nuestro corazón todo aquello que no comprendemos, y que el Espíritu Santo haga de nosotros templos vivos de Dios.

María, como nos muestran la primera lectura y el evangelio, es fuerte porque Dios es fuerte. Por eso en las palabras «Me felicitarán todas las generaciones» se nos manifiesta que el futuro, el porvenir, pertenece a Dios, está en las manos de Dios, y que Dios vence. No vence ese dragón fuerte, del que habla la primera lectura, que es la representación de las fuerzas del mal (el pecado). Muchas veces nos parecerá invencible, pero María nos dice que apoyados y abandonados en la gracia de Dios el mal no es invencible. Ciertamente, en comparación con el dragón, esta Mujer, que es prefigura de la Iglesia, parece indefensa, pero Dios tiene el futuro en sus manos.

Dejemos que en esta fiesta la Iglesia -depositaria de la fidelidad de las promesas y del amor de Dios-, venga a nuestro encuentro tal como María, y nosotros como Isabel quedaremos gozosos ante la luz que la Iglesia con su presencia que iluminando las tinieblas más profundas de nuestro corazón y llevándonos a caminar sobre la oscuridad de la muerte a la cual nos arrastra el pecado contemplemos y experimentemos el amor redentor de Cristo que se ha donado por amor a mi en la cruz.  El siervo de Dios Juan Pablo II nos dice: «... Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos...» (Juan Pablo II, La Asunción de María en la tradición de la Iglesia, 9 de julio de 1997).

Y para terminar, el Papa Benedicto XVI nos dice al respecto: «... María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como "madre" –así lo dijo el Señor–, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros...» (Benedicto XVI. Homilía al presidir la misa de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva Castel Gandolfo, 29 agosto 2005).

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú