XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 16, 21-27

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Jr 20, 7-9; Sal 62; Rom 12, 1-2; Mt 16, 21-27 

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: “¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!”. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: “Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres! Entonces dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? “Porque el hijo del hombre ha de venir en la gloria de su padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta”. 

El domingo anterior Cristo preguntaba a sus discípulos qué pensaba o decía la gente sobre Él, y los discípulos le daban diversas respuestas, pero sólo Pedro hace una confesión de fe, gracias al don del Espíritu que le concede poder ver más allá de los razonamientos que resultaban humanamente incompresible. Esta semana las lecturas nos presentan las condiciones necesarias para recorrer el mismo camino de Cristo. El evangelio nos manifiesta que es necesario dejar atrás el pasado, cortar con él de modo radical para alcanzar un cambio de vida. El  siervo de Dios Juan Pablo II nos dice: «...el camino que propone Cristo es estrecho, exige sacrificio y la entrega total de sí: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Este es un camino que conoce las espinas de las pruebas y de las persecuciones. Así pues, el seguimiento no es un viaje cómodo por un camino llano... cuando Pedro se rebela a la perspectiva de la cruz, Jesús lo reprende bruscamente con palabras que, según un matiz del texto original, podrían ser una invitación a "retirarse de su vista", después de haber rechazado la meta de la cruz: “Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!”...» (Juan Pablo II, El cristiano, discípulo de Cristo, 8 de septiembre de 2000).

En la primera lectura se nos presenta una realidad concreta sobre la totalidad-exclusividad del amor al cual Dios nos llama. El profeta Jeremías, en lo que se conoce como sus “confesiones”, manifiesta de manera dramática la fuerza del amor de Dios, que lo ha llamado a profetizar para la conversión de su pueblo: «...Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir... Era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía...». El profeta al ser llamado, aún en medio de su temor y debilidad, da una respuesta en la que manifiesta  plenamente su disposición para seguir la llamada de Dios, que lo hace ser signo de contradicción por la fidelidad a Dios. Por ello en la respuesta de Jesús Cristo echa por tierra todas las falsas expectativas de Pedro, a la vez que lo invita a convertirse y a seguirlo. Pedro aprende así lo que significa en realidad seguir a Jesús: «...Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará" (Mc 8, 34-35). Es la ley exigente del seguimiento: hay que saber renunciar, si es necesario, al mundo entero para salvar los verdaderos valores, para salvar el alma, para salvar la presencia de Dios en el mundo (cf. Mc 8, 36-37). Aunque le cuesta, Pedro acoge la invitación y prosigue su camino tras las huellas del Maestro...» (Benedicto XVI, Catequesis Pedro, el pescador, 17 de mayo de 2006).

San Agustín nos dice: «... ¿Qué significa -os suplico-: Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Comprendemos lo que quiere decir con las palabras tome su cruz, es decir, soporte las tribulaciones; tome está aquí por sufrir. Acepte con paciencia -dijo- todo lo que ha de sufrir por mí. Y sígame. ¿A dónde? Adonde sabemos que fue él después de resucitado: subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre. Allí nos ha colocado también a nosotros. Entretanto, vaya delante la esperanza, para que le siga la realidad...» (San Agustín, Sermón 330, 1).

Para concluir podemos decir que el seguimiento de Cristo es una camino difícil de alcanzar porque siempre estará rodeado de las humanas dificultades que nos llevan a la duda y al desánimo, pero tal como al profeta Jeremías y a San Pedro, a cada uno de nosotros el Señor se nos irá manifestando, a través de los acontecimientos de nuestra propia vida, de tal manera que apoyados confiadamente en su voluntad podamos llevar nuestra cruz y seguir a Cristo. Al respecto el Papa Benedicto XVI dice: «... Me parece que estas diversas conversiones de san Pedro y toda su figura constituyen un gran consuelo y una gran enseñanza para nosotros. También nosotros tenemos deseo de Dios, también nosotros queremos ser generosos, pero también nosotros esperamos que Dios actúe con fuerza en el mundo y transforme inmediatamente el mundo según nuestras ideas, según las necesidades que vemos nosotros. Dios elige otro camino. Dios elige el camino de la transformación de los corazones con el sufrimiento y la humildad. Y nosotros, como Pedro, debemos convertirnos siempre de nuevo. Debemos seguir a Cristo y no ponernos por delante, es Cristo quien nos muestra el camino. Así, Pedro nos dice: tú piensas que tienes la receta y que debes transformar el cristianismo, pero es el Señor quien conoce el camino. Es el Señor quien me dice a mí, quien te dice a ti: sígueme. Y debemos tener la valentía y la humildad de seguir a Cristo, porque él es el camino, la verdad y la vida...» ((Benedicto XVI, Catequesis Pedro, el pescador, 17 de mayo de 2006).

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú